La idea de evitar el sexo con tu pareja quizá no sea tan descabellada después de todo, sobre todo cuando un artista de la talla de Andy Warhol afirmaba que “un amor imaginario es mucho mejor que un amor real. No tener sexo es muy excitante”.
Aforismos célebres aparte, el sexo es un elemento crucial en nuestras relaciones afectivas y, por lo general, hacemos todo lo posible por mantenerlo en un nivel sano. No siempre lo conseguimos y ocurre que llegamos a los llamados matrimonios “blancos”, en los que, sin embargo, hay un aspecto psicológico que a menudo se subestima y que poco tiene que ver con el cuerpo.
¿Qué son los matrimonios “blancos”?
Para nuestros fines, al hablar de los llamados matrimonios “blancos”, este color se refiere a la falta de intimidad sexual o ausencia de sexo en la pareja. Y son muchos los elementos que pueden afectar al bienestar sexual de una pareja, entre ellos el estrés que experimentamos en nuestras ajetreadas vidas, el tiempo que transcurre, los cambios que se producen a nivel hormonal tanto en el hombre como en la mujer, y los que afectan a los propios vínculos, en los que a veces se corre el riesgo de deslizarse hacia formas –aunque poderosas y profundas– de amistad.
Y seamos claros, la supervivencia –en algunos casos la serenidad– de una pareja no depende necesariamente del sexo: algunas relaciones se prolongan durante décadas sin sostener relaciones sexuales.
Como se puede leer en el libro Il piacere mancato, los matrimonios blancos “no son necesariamente el espejo de una patología o de un trastorno sexual o de pareja; sin embargo, para que todo vuelva a su cauce y antes de que sea demasiado tarde, es necesario restaurar el deseo, ya sea de forma fisiológica y natural si la aparente falta de interés es transitoria e impulsada por otros problemas que llevan a ver el sexo como lo último [que se tiene] en la cabeza, o con la ayuda de la terapia en el caso de un problema estructurado”.
Cuando evitar el sexo con tu pareja se convierte en un problema
En muchos otros casos, la falta de sexo en la pareja genera fricciones entre los dos integrantes de la relación, como en aquellas en las que el apetito sexual no es similar entre las personas implicadas, una eventualidad que puede dar lugar a un rechazo que desemboque en problemas a largo plazo.
En algunas parejas, pues, la falta de sexo viene determinada por un miedo patológico, una fobia sexual que afecta a varios aspectos, entre ellos la penetración cuando ésta se asocia a dolor físico. Una situación que, según los autores del libro citado, conduce a una paradoja: a veces, cuanto más intentamos relajarnos, más nos agarrotamos, lo que conduce a un acto sexual aún más doloroso que los anteriores.
¿Qué le impide a una pareja tener sexo, desde el punto de vista psicológico?
Entren los métodos que emplean los terapeutas de pareja para reavivar el deseo sexual, hay uno que consiste en (re)crear intimidad a partir del simple contacto del otro. Una técnica que para algunos resulta útil como acercamiento gradual a un cuerpo que no es el propio.
Sin embargo, como explica la psicoterapeuta Diane Gleim, algunas parejas, tras un par de intentos, dejan de hacerlo, argumentando una serie de excusas que van desde estar demasiado ocupados hasta sentirse excesivamente cansados.
La realidad es que, por el simple contacto con la piel de la pareja, afloran sentimientos y emociones que uno preferiría evitar, como la vergüenza, la ira y el miedo. De ellos, uno es particularmente importante, según Gleim: la pena por no haber abordado el problema antes en la pareja, por no haber sabido cómo hacerlo, incluso por no haber sido conscientes de ello. Esto genera una especie de tristeza por el tiempo perdido con la persona a la que nos sentimos unidos.
Esta reacción sorprende a la mayoría de las parejas “porque muchas no asocian el dolor y la sensación de pérdida con la sexualidad”, explica Gleim. “Estos momentos entre las parejas son tiernos; cómo se manejan y se apoyan mutuamente en estos momentos tiernos tiene un enorme impacto en los contactos posteriores”.
Una toma de conciencia, ésta, que nos recuerda hasta qué punto la sexualidad tiene mucho que ver con nuestro lado más emocional y humano, más allá de los condicionamientos perjudiciales que la pornografía ha producido a lo largo de los años, especialmente en los hombres. Así lo muestra también de forma muy eficaz la película Follemente, donde el lado erótico, el interpretado por Claudio Santamaría, está ligado y condicionado por los demás elementos de la interioridad del protagonista.
Por tanto, la pregunta que deberíamos hacernos cuando vivimos un matrimonio “blanco” con el que no estamos satisfechos es si la “simple” ausencia de sexo no es en realidad una coartada para no abordar un tema que se ha vuelto demasiado doloroso como para darle la cara y verlo de frente.
Artículo publicado originalmente en GQ Italia.