La pantalla del teléfono parece ser más radiante de lo habitual. Pero no, la configuración del brillo sigue siendo la misma de siempre. Las manos te tiemblan y ves varias veces el avatar de la persona a la que estás a punto de escribirle. Es una foto engañosa. Todas lo son. Solo un auténtico masoquista elige una imagen de cómo se ve en la vida real. Aún así, la amplificas y la admiras. La deseas. Entonces tus dedos se llenan de valor y, ansiosos, empiezan a golpetear el cristal.
Ligar con mensajes de texto
La palabra “Jols” aparece en la caja de texto. La borras agradeciendo que no oprimiste el botón de envío. Te aterra pensar que la primera palabra que mandes a la persona que te gusta sea una aberración tipográfica, producto de la cercanía de las letras en el minúsculo teclado. Reescribes: “Hola”. Te aseguras de que no sobren ni falten letras. Presionas el botón y esperas.
Si todo sale bien, recibirás otro “Hola” de regreso o, si la suerte realmente te sonríe, un “Jols” que te dará una ventaja considerable en lo que venga. Siendo sinceros, con el “Hola” te conformas. No llega, pero justo cuando estás por lanzar el celular por la ventana, la pantalla vuele a iluminarse con una alerta. Son esas cuatro letras que estabas esperando y que significan una auténtica ventana de oportunidad.
Que no te deje en visto
¿Y luego? Ese primer saludo es solo el principio de un encuentro potencialmente placentero o hasta un compromiso formal en el futuro. También existe la posibilidad de que, tras escribir un par de mensajes, lo último que se vuelva a saber de esa persona quede representado por un par de palomitas azules flotando en el abismo de la incertidumbre.
Tanto en internet como en el mundo real, el secreto es capturar la atención, curiosidad e interés (en ese orden) de la persona a la que se desea. Por eso, aquí hay una serie de recomendaciones que pueden ayudarte a que unos cuantos mensajes de texto se conviertan una conversación frente a frente.
No importa cómo ni dónde la conociste, o si conseguiste su teléfono en el antro o en alguna fiesta tras una efímera charla, en el trabajo o usando una de las tantas plataformas que existen en línea —desde aquellas que fueron diseñadas para este objetivo, como Tinder, Happn, Second Love o Grindr, o las redes sociales donde compartimos fotos de lo que comemos— antes de dirigirte a una chica tienes que investigar —mas no hurgar— la información que está a tu disposición. Si se tomó la molestia de escribir una descripción en su perfil o de regalarte un dato durante la conversación, ten la gentileza de evocarlo. Esto romperá el hielo y mostrará el suficiente interés de tu parte para asegurar su atención.
Alguna vez, después de un intercambio de correos electrónicos con un empleado, escuché decir a una antigua compañera de trabajo: “Los mensajes escritos no tienen tono”. Y no solo en este tipo de correspondencia. Una de las cualidades de la obra de Shakespeare era que antes de dar pie a un diálogo, no describía ningún tipo de indicación sobre cómo debía ser leído por el actor. En la actualidad, aún con la ayuda de los emoticones, es mejor dejar que las emociones sean procesadas en vivo por el resto de los sentidos. En una primera conversación escrita, lo ideal es reducir la plática a hechos y no a interpretaciones. Esto detonará un cosquilleo en la otra persona y querrá saber cómo eres en realidad.
En un vaivén de mensajes de texto disponemos de tiempo suficiente para responder. No hay excusa para no teclear algo que demuestre ingenio y sentido del humor. Cuando no hay otra herramienta disponible (a ellas no les gusta que les estén mandando fotos), la elección de una frase puede hacer toda la diferencia. Contrariamente a lo que la mayoría cree, las mujeres están genéticamente predispuestas a considerar atractiva a una posible pareja cuando las hace reír, según un estudio de la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford. Eso explica por qué un tipo como Russell Brand logró conquistar a una mujer de la talla de Katy Perry. Y que la respuesta más valorada en el mundo de los mensajes de texto sea el clásico: “jajajaja”.