Los espacios para fumadores no son precisamente los mejores lugares para esperar, ni siquiera para mí, que soy fumador. Pero hoy en GQ es diferente. Incluso la mayoría de los colegas masculinos no fumadores vienen en ocasiones a pasar algunos minutos bajo el cobertizo de cuatro metros cuadrados que está en el último rincón de la redacción.
Y, como yo, soportan sin quejarse, en una esquina, el humo frío y las inusualmente pequeñas sillas de plástico. Todo por amor a Adriana. De tamaño natural, cuelga de la pared junto a la ventana. Sólo lo necesario está cubierto por hojas de palma. Cuando cierro los ojos, me la imagino abanicándome mientras tiro mi colilla.
La transformación de Adriana Lima
En julio del año 2008, esta mujer nacida en Salvador de Bahía, Brasil (en 1981), apareció por primera vez en la portada de GQ con esa misma imagen paradisíaca. Tres años más tarde, Adriana Lima adorna nuevamente nuestros titulares y nos recuerda que el tiempo ha pasado. Ella ha madurado, claro, se ha vuelto aún más deseable. Sólo ha desaparecido aquella mirada tipo “Lolita”.
En 2011 Adriana Lima provoca lo que alguna vez provocó Pamela Anderson –claro, morena y con más elegancia–: apela a los instintos, y no precisamente a los más altos, del hombre. Se le ve en las fotos o en los desfiles de moda sin tratar de exagerar lascivia o lindura frente a la cámara, como lo hacen muchas de sus compañeras.
La chica de póster
Adriana Lima es simple, natural, una belleza sensual, una bomba sexual, como se le llama en EEUU. Y a diferencia de otras modelos, a esta brasileña de 1,78 metros de estatura no le molesta el título de chica de póster, al contrario: “Atesoro este título y soy feliz con él”, dice Adriana. Le parece, al igual que muchas otras cosas, increíble.
El carisma de Adriana Lima es tan fuerte que incluso los Doritos, los suéteres de Liverpool o los teléfonos móviles de Telecom Italia se vuelven sexies si los anuncia ella –por nombrar sólo algunos de los artículos a los que ya se les aplica este adjetivo–. Lo que Adriana Lima toca y promueve se convierte automáticamente en algo anhelado, sí, realmente se vuelve un objeto de deseo. Tanto, que hace tres años uno probablemente habría ganado una fortuna comercializando simples hojas de palma.
Y ese es un problema, si ganas un estimado de ocho millones de dólares por año y puedes presumir de estar en el cuarto sitio entre las mejores modelos del mundo, sólo detrás de Gisele Bündchen, Heidi Klum y Kate Moss. Por supuesto: Adriana Lima ha caminado en las pasarelas para Alexander McQueen, Giorgio Armani o Givenchy, pero de alguna manera no encaja tan bien ahí. La moda de diseñador y con mayor razón la alta costura, requiere de ser inteligente, sutil, sublime. Lima también lo es, sí, sólo hay que ver las maravillosas imágenes creadas en Madrid por Vincent Peters que aparecen en estas páginas… pero simplemente no es high fashion.
Un ángel de Victoria's Secret
¿Es por eso que nos gusta tanto? ¿Porque es más apta para modelar vestiditos de verano y más aún para ropa interior y trajes de baño? La realidad es que esto le ha valido un contrato con Maybelline con el que gana mucho más dinero y se lo merece. Desde 1999 ha sido, además, uno de los ángeles de Victoria’s Secret. Una vez al año camina, junto con los otros ángeles, durante el horario de máxima audiencia televisiva en Estados Unidos, en tacones altos y ropa interior, para un peepshow (camuflado como desfile de modas).
Posa para las fotos del catálogo del fabricante o se presenta, como el año pasado y muy de acuerdo con su imagen, con lo que Victoria’s Secret llama el “Fantasy Bombshell”, un brassiere de dos millones de dólares completamente bordado con diamantes. Adriana Lima lo ve de esta manera: “Victoria’s Secret ha tenido una gran influencia en mi carrera”. Y agrega: “Trabajar para esta empresa es una experiencia increíble. Las campañas son siempre muy emocionantes”.
Y sí, ella lo dice de nuevo: “Son increíbles”.
La vida privada de la modelo
¿Su vida privada? Se podría decir que es aburrida. No hay escándalos ni drogas ni videos de sexo. Por supuesto que no. Como una católica devota siempre tiene una Biblia a la mano entre bastidores, su primer beso fue a los 17 años y juró que jamás tendría relaciones antes del matrimonio (así que hizo sufrir, entre otros, a su ex novio, Lenny Kravitz). Ahora está casada con Marko Jaric, un jugador serbio de baloncesto (quien fue bastante paciente, pues esperó para su primera vez desde que se conocieron, en 2006, hasta la noche de bodas, en febrero de 2009).
“Pero sabes, la privacidad es todo para mí”, dice Lima. Tal vez sea mejor así. Porque no hay nada más que queramos saber de ella. Y aunque no nos molestaría verla por las pasarelas de alta costura, nos conformamos con seguirla viendo como hasta ahora: me gusta igual con un bikini de 50 dólares que con una hoja de palma que apenas le cubre el cuerpo. Qué dices, Adriana... ¿nos fumamos otro cigarrillo?
