Es difícil de creer, pero en verdad había un Hollywood antes y después de Brad Pitt. Desde el momento en que mujeres de todas las edades presenciaron aquella famosa escena del actor sin camisa seduciendo a Geena Davis en Thelma & Louise, un nuevo paradigma de seductor nació. Fuera etiquetas de metrosexualidad y demás, en ese instante todas querían a un Brad Pitt y todos los hombres corrieron al gimnasio para intentar cumplir con el cometido.
Antes de él, tener un físico salido del gimnasio entraba en la categoría de hunk, y en el cine los papeles eran más de hombre de acción al estilo Burt Lancaster o el gran Steve McQueen. El protagónico romántico siempre iba para los Montgomery, Gable, Grant e incluso los Tom Hanks, Tom Cruise y Kevin Costner de la esfera hollywoodense. Realmente es difícil pensar en las carreras de Christian Bale, Chris Evans, Chris Pratt y Chris Hemsworth sin el antecedente que estableció Brad Pitt con su mezcla de six pack, carisma desbordado y talento histriónico.
Debe ser difícil una vez convertido en el nuevo paradigma de ideal masculino, alinearse a las normas de la fidelidad y el matrimonio. Es un mal que aqueja a Hollywood y ha sido motivo de innumerables columnas, donde el protagonista suele llamarse Marlon Brando una vez, Warren Beatty o Frank Sinatra en otras.
Su divorcio recién anunciado con Angelina Jolie por desgracia es un eco de lo que la Meca del Cine trae consigo cuando uno pone en un lugar tan pequeño a las personalidades más deseadas del mundo. Es un triste paralelo que Jolie y Pitt hayan comenzado su idilio en una película sobre dos espías al borde de la separación, y que su más reciente trabajo juntos, By the Sea, trate de una pareja que trata de hacer todo para impedir el rompimiento.
Todo suele terminarse, pero nunca a la velocidad y gravedad que en Hollywood.
