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Better Man: ¿Vale la pena ver la biopic de Robbie Williams en el cine?

Better Man, de Robbie Williams, es una biopic a su altura: francamente kitsch, pero con escenas musicales exquisitas que no se han visto en el cine últimamente.
Robbie Williams en el set de película Better Man
Robbie Williams en el set de Better Man.Ben King/Paramount Pictures

¿Acaso en 2025 Robbie Williams es un total desconocido? El destino de Better Man, su biopic que se acaba de estrenar en México y en algunos países del resto de Latinoamérica, nos obligaría a decir que sí. Su estreno en Estados Unidos el pasado diciembre, país que nunca conquistó musicalmente –como muchas estrellas británicas del pop de los noventa–, se convirtió en un fiasco comercial con menos de dos millones de dólares de recaudación en taquilla para un presupuesto estimado en 110. En Inglaterra, donde nunca se ha negado su popularidad, a la película le fue mejor sin llegar a convertirse en un fenómeno cultural.

Este tropiezo es fácil de explicar. La omnipresencia de las biopics musicales en el panorama cinematográfico actual obliga al público a ordenar qué éxitos quiere volver a escuchar y de cuáles ha oído demasiado. Los iconos del tiempo emergen más grandiosos, las estrellas de una época pasada luchan por existir. El “exchico malo” de la boy band Take That entra en esta última categoría. Es la época de los canales de televisión que emitían videoclips sin parar, los CD que vendían millones, los enfrentamientos entre grupos musicales que pretendían ser los reyes de Inglaterra, los improperios en los tabloides y las respuestas mordaces en forma de conciertos monumentales en los mayores estadios del planeta. La labia e irreverencia de las celebridades es algo del pasado. Por eso Robbie Williams decidió revivirlas, a su manera.

¿De qué trata la película Better Man con Robbie Williams?

Una forma original de mostrar los altibajos en la vida del cantante.

IMDb

El artista que ha vendido 75 millones de discos en todo el mundo realizó un biopic de un tipo ligeramente distinto. Acompañado por el director Michael Gracey –al timón del exitoso musical The Greatest Showman, protagonizado por Hugh Jackman y Zendaya–, Robbie Williams en Better Man abraza la animosidad que le ha caracterizado durante mucho tiempo, tanto dentro como fuera del escenario, y adopta los rasgos de un mono digital animado por WETA, el estudio neozelandés célebre por su trabajo en El Planeta de los Simios y El Señor de los Anillos. El cantante es simplemente el narrador de su epopeya, mientras que el actor Jonno Davies se encarga de sus movimientos en pantalla.

En una época en la que las biopics se parecen cada vez más a espectáculos de imitadores, con superestrellas que gritan a los cuatro vientos “hasta qué punto se han entregado a sus personajes”, la idea de ver al intérprete de Angels retratado como un primate está destinada a suscitar multitud de emociones. Escepticismo y burla, pero también curiosidad y fascinación. Robbie Williams lo capta muy bien y hace de esta legítima perplejidad el motor de su película. Como si quisiera unir al público a su causa por segunda vez, de nuevo en la piel de un desconocido devorado por su ambición.

Todo en Better Man funciona como una dualidad. La película es tanto una biopic como un musical, e incluso más un musical que una biopic. Los éxitos del cantante se emplean menos como indicadores temporales de su ascenso artístico que para relatar la montaña rusa emocional de su vida de glorias y reveses. Su canción más famosa, Feel, por ejemplo, aparece en los primeros diez minutos de la cinta y se superpone a la angustia del joven Robert, que ve cómo su padre lo abandona por una carrera como showman de segunda categoría. La más bailable Rock DJ se desarrolla con una coreografía desenfrenada en el barrio londinense de Regent Street, cuando Take That despega y la fama está a punto de golpear duramente a Robbie Williams, un veinteañero alcohólico y drogadicto.

Con esta falsa secuencia de cuatro minutos, que combina la energía vital de un cabaret con sus cientos de extras con la extravagancia técnica de las superproducciones, comprendemos por qué el mono es una idea tan fructífera. Permite que la película asuma plenamente su forma eufórica y elevada, que juegue con la fuerza de gravedad y el físico del cantante, y que utilice la tecnología digital para recrear todos los matices del personaje de Robbie Williams, una joya aberrante y paradójica de la corona, una bestia del escenario que siempre se ha debatido entre sus modestos orígenes y su búsqueda de la grandeza llevada al absurdo. La raíz de esta naturaleza atormentada, como ocurre tan a menudo, está en el padre, que regresará junto al hijo una vez que éste se encuentre en la cima de la fama, sin reconocer nunca sus errores pasados y aprovechándose de los privilegios de su vástago.

Better Man se parece a veces a una gran sesión de psicoanálisis celebrada en un estadio de fútbol –véase la inverosímil y épica escena de la pelea de monos cuando Robbie Williams está en la cumbre de su éxito con sus conciertos en Knebworth–, pero toma la audaz decisión de no demonizar totalmente a esta figura paterna. En su lugar, interpreta la imagen especular de la que su héroe huye a medida que bate más y más récords. Ambos Williams tienen la misma relación de sacrificio con el arte, para quienes la alegría de crear es siempre menos satisfactoria que el placer de congregar multitudes. Ni sus amigos y novias, que inevitablemente están de paso, ni su deseo de preservar su salud –mental y física– saciarán su sed de reconocimiento. Los personajes que crean no se preocupan por las vasijas rotas ni por las mansiones abandonadas a su suerte.

La vida de Robbie Williams retratada en la pantalla grande

La versión simiesca de Robbie Williams es interpretada en la pantalla por Jonno Davies, un joven actor británico que se dio a conocer en la serie Hunters.Ben King/Paramount Pictures/Everett Collection

Esta mirada frontal al mundo del pop y a la devastadora cultura de las boy bands se ve mitigada por un acto final más sabio, que sigue la lenta redención de su héroe y la paz con su mono interior –nunca pensamos que escribiríamos una frase así–. Realzada por un gran final feliz unificador que tiene el mérito de conmover a pesar de su montaje lacrimógeno, la película acaba cayendo al extremo en las sutiles filas del género. Su conclusión, en forma de un confiado “Que te jodan”, tiene garra y nos dice que el cantante Robbie Williams sigue siendo el mismo chico de Stoke-on-Trent, solo que curtido por la edad y las rehabilitaciones. Nunca se puede curar definitivamente a un artista que ha conocido su hora de gloria y que hará cualquier barbaridad por volver a ella.

Sin embargo, Better Man es una película biográfica bastante agradable, que hace algo más que restaurar un repertorio musical y asume su naturaleza de puro espectáculo, en su versión más tonta y desenfadada. Una biopic que se parece a la persona que la inspira, y a nadie más, tan ridícula como infinitamente entrañable. Es difícil saber si una cinta como ésta permitirá a Robbie Williams volver a las alturas del pop a largo plazo. Pero al igual que Elton John en la época de Rocketman o Queen tras Bohemian Rhapsody, el cantante ya tiene programada una gira por estadios en Europa para este verano, probablemente con la esperanza de sacar provecho de la nueva exposición. Al final tendrás que acostumbrarte: en la biografía musical, siempre hay algo detrás de una canción, y la mayoría de las veces es una entrada de concierto a la venta.

Better Man, dirigida por Michael Gracey, con Robbie Williams, Damon Herriman, Alison Steadman y Jonno Davies tiene una duración de 2 horas y 15 minutos, y ya se encuentra disponible para ver las salas de cines de México.

Artículo publicado originalmente en GQ Francia.