Algunos experimentos psicológicos han sido clave para los avances científicos que tenemos hoy en día en materia de salud mental, pero otros tanto han sido demasiado extraños para ser reales, aunque sí lo fueron.
Por ejemplo, gracias a algunos experimentos psicológicos como el someter a personas a elevados niveles de estrés mientras se monitorean sus reacciones neuronales ante este contexto, han ayudado a identificar de qué manera se ve un cerebro cuando tiene ansiedad y esto puede ayudar a determinar si una persona necesita apoyo psiquiátrico para reducir su malestar y de qué manera proporcionárselo.
Sin embargo, no todos los experimentos psicológicos han estado tan controlados o han funcionado de forma tan organizada y monitoreada como este ejemplo y algunos otros, y aquí te contamos de ellos.
Lavado de cerebro benéfico
De 1950 a 1960, el doctor Donald E. Cameron decidió probar una técnica que no fue particularmente ética para conducir a las personas a pensar de forma saludable: el lavado de cerebro. La idea era reprogramar al cerebro con mensajes subliminales y repetitivos que condujeran a las personas a elegir una vida saludable en lugar de una que no lo fuera. De hecho, esta base de pensamiento se parece mucho a la que ahora emplea la publicidad.
El estudio en la prisión de Stanford
En 1971, Phillip Zimbardo decidió hacer un estudio en la prisión de Stanford en donde se cuestionaba si los papeles que nos eran asignados podían alterar la manera en que tratamos a las personas. Esto lo hizo mediante un experimento en el que un grupo de prisioneros se dividió en dos, el primer grupo actuó durante dos semanas como si fueran guardias de seguridad, mientras que el segundo como si fueran prisioneros. Al cabo de tan solo seis días, el grupo de prisioneros que actuaba como guardias comenzaron a tener conductas abusivas y violentas, mientras que el grupo de prisioneros en un rol de sometimiento, aceptó sentirse psicológicamente torturado y vulnerable. El experimento tuvo que cancelarse por los conflictos internos que estaba generando, pero demostró que las personas solemos comportarnos de acuerdo al rol que se nos asigna por contexto.
El experimento de ojos azules y cafés
La profesora Jane Elliot decidió explorar el tema de la discriminación en 1968 mediante un experimento controversial. Ella dividió a su grupo de alumnos en dos: un grupo de alumnos con ojos azules y otro con ojos cafés. Durante unos días, le dio un trato preferente a los de ojos azules, premiándolos y tratándolos mejor que al otro grupo. Pronto se dio cuenta de que el grupo de ojos cafés comenzó a fallar en sus tareas escolares y a comportarse de formas tímidas e inseguras, mientras que el grupo de ojos claros actuaba con superioridad. Luego, hizo un cambio y le dio preferencia al grupo de ojos cafés, pero incluso al hacer esto, se dio cuenta de que los daños en ese grupo ya estaban hechos y no recuperaron su confianza por completo. El resultado propone que el racismo deja huellas difíciles de borrar, incluso con el paso del tiempo y los cambios en los valores sociales.
El estudio del monstruo
Wendell Johnson decidió en 1939 experimentar con un sector muy vulnerable: los huérfanos. En su experimento, se buscaba probar si se podía hacer que una persona dejara de tartamudear solo con la manera en que se les trataba. Un grupo de huérfanos que tenían problemas para hablar fue tratado con amor, mientras que otro grupo fue ignorado y maltratado. El resultado demostró que el trato no mejoraba las habilidades de habla, pero el grupo de huérfanos que fue maltratado tuvo consecuencias psicológicas para el resto de su vida.
La existencia de este tipo de experimentos psicológicos tan extraños ha provocado que hoy en día se hayan diseñado una serie de lineamientos, reglas y guías sobre cómo deben conducirse para que sean éticos y respetuosos con los pacientes, y también para que sucedan en periodos de tiempo dignos y en condiciones prudentes.