Sexo

La poligamia, ¿el futuro de las relaciones?

O cuál es el verdadero secreto para una relación sana.

La poligamia, ¿el futuro de las relaciones?

Especial.

En caso de no haber visto los primeros episodios de la serie de Netflix House of Cards, suplico al lector brincar al siguiente párrafo para evitar echarle a perder algunos giros inesperados en la trama. Hecha esta advertencia, quienes ya la conocen seguramente quedaron impresionados cuando se reveló que el personaje de Claire Underwood estaba al tanto de las infidelidades que cometía su esposo. Es un momento definitorio en todos los sentidos, ya que la pareja no sólo discute estos deslices sin reparo, sino que, en las temporadas subsecuentes, el espectador descubre que este modelo de relación es clave para que ambos accedan a los puestos de poder que con tanta ambición anhelan. Aunque estén lejos de ser un modelo ideal a seguir, Claire y Francis Underwood no son los únicos que disfrutan los beneficios de un matrimonio permisivo.

Ser hombre de más de una mujer

Es difícil calcular con exactitud el número de compromisos abiertos que existe en una demarcación determinada, ya que estos no siempre son reconocidos por sus partes. El sitio sobre asuntos de salud WebMD afirma que en Estados Unidos la cifra es baja, oscilando entre 1% (según datos obtenidos del doctor Steve Brody, un psicólogo en Cambria, California, quien estudia el tema) y de 4% a 9% como lo determina Franklin Veaux, quien administra un sitio sobre poligamia.

Encontrar datos latinoamericanos sería una labor titánica digna de un título de posgrado. Aun así es importante señalar que de acuerdo con un estudio de Huffington Post y YouGov sobre el tema, de las mil personas que encuestaron, el grupo de 18 a 29 años de edad obtuvo la mayor tasa de participación en relaciones abiertas (14%). Además, comparado con el resto, este segmento estaría más dispuesto a intentarlo (41% contra la media de 14%) en caso de que su pareja se lo propusiera. Con esto se puede deducir que la práctica va al alza.

“Es completamente posible estar en una relación en la que la lealtad, la confianza y la honestidad son valoradas, mientras ambos miembros de la pareja se acuestan y salen con otras personas”, escribe en un artículo Kate Iselin para The Guardian. “Cómo no asegurarlo, si lo he vivido en más de una ocasión”.

En su texto testimonial, Iselin afirma que la noción de “conocer a un sujeto y decidir que se quiere pasar con él y sólo él el resto de la vida” era poco realista y la aterrorizaba. Es así como la poligamia dejó de ser una mera consideración y se convirtió en una alternativa viable. “Dejar la monogamia abrió mi mente tanto como expandió mi vida romántica; e imaginarme a mi pareja en una cita maravillosa con alguien que lo ama dejó de ser un escenario indeseable; se tornó en el mejor posible”.

Para algunas personas, la monogamia resulta ser algo aterrorizante.

Especial.

Libertad, mas no libertinaje.

Lo que escribe Iselin no es un relato aislado, es una realidad que viven miles de parejas a nuestro alrededor. Hace apenas un par de años conocí a una de ellas y cuando sus miembros compartieron conmigo las reglas bajo las que se regían —porque las hay— quedé tan sorprendido como con aquella escena en House of Cards. En primera instancia mi limitado criterio me hizo creer que se trataba de un asunto estrictamente sexual —eso lo podía entender—, pero pronto desmintieron esa percepción. “Tenemos permiso de enamorarnos”, me dijo la chica en el noviazgo que, por cierto, contaba con ocho años de duración.

Después trabajé con una mujer involucrada en un idilio similar. Ella ahondó en el tema ante mi curiosidad y admitió que su secreto era que: “nos contamos todo. Salimos con quien queramos, nos acostamos con quien sea, pero siempre, siempre, nos lo decimos”. Explicación que encontré aun más inverosímil que la primera. Entonces le pregunté cuál fue el detonador de algo así. “Empezamos a salir y los dos acordamos que no queríamos nada serio; que podíamos seguir conociendo gente. Llevamos cuatro años haciéndolo y, hasta ahora, no hemos encontrado a nadie mejor”, me respondió.

Entonces entendí. Cuando uno supera los celos que provoca el imaginar al ser amado con algún otro individuo, la honestidad y lealtad de la que habla en su escrito Kate Iselin, cobra sentido, porque la ansiedad que genera una posible traición desaparece. Ya no hay pecado, ni infidelidad. El saber que el otro está sano y salvo es tranquilizante, y ser consciente de que también se siente pleno y satisfecho es lo que le da solidez al compromiso.

¿Qué es el amor verdadero?

El amor verdadero es la capacidad de dar sin esperar nada a cambio. Dejar ir a una pareja para que tenga una aventura o se enamore de alguien no sólo es el máximo regalo, sino un cliché arcaico: “si la amas, déjala ir; si vuelve, es tuya y, si no, nunca lo fue”.

Y es que no se necesita estar en una relación abierta para poner a prueba un noviazgo o matrimonio. Los retos y la exposición a posibles tentaciones son permanentes para cualquier pareja: desde compañeros de trabajo, hasta borracheras con amistades, el riesgo de sentir atracción por un tercero es algo latente.

Incluso en las relaciones monógamas y fieles. El compromiso no se adquiere el día del famoso “quieres ser mi novia” o el “sí, acepto” en el altar. Se trata de un trabajo difícil, que se debe renovar todos los días.

Amar es una decisión y tiene una máxima: si a nuestra vida no ha llegado alguien mejor que pueda suplir a la persona con la que estamos, entonces seguiremos con ella.

Y es que no se necesita estar en una relación abierta para poner a prueba un noviazgo o matrimonio.

Especial.