Cillian Murphy es uno de los actores más respetados de la industria y uno de los más esquivos. Aunque ha formado parte de grandes producciones, sobre todo de la mano de su admirado Christopher Nolan, no suele prodigarse por alfombras rojas y vive alejado del Hollywood más convencional. De su ya extensa carrera ha sido su papel como Tommy Shelby en Peaky Blinders el que le ha catapultado a la popularidad.
El cielo se tiñe de un tono anaranjado mientras amanece en el condado de Wicklow, al sur de Dublín, frente a los verdes (y no es un tópico) montes y a la laguna que en esta parte aún es el río Liffey y que terminará besando el mar a su llegada al estuario de la capital irlandesa. Frente a nosotros se levanta Russborough House, una mole de granito de estilo paladiano construida a finales del XVIII por el arquitecto Richard Castle para el conde de Milltown y que hoy es un museo —exquisitamente cuidado por la Alfred Beit Foundation— que contiene las colecciones de arte y propiedades de las tres familias que lo han habitado. Pinturas, jarrones de Sèvres, libros encuadernados en cuero y que forman parte de una biblioteca especializada en arte y arquitectura, un piano Steinway & Sons, plata y ornamentos italianos se mezclan como los árboles genealógicos de la tercia de dinastías que aquí residieron.
Después de desayunar con esa fuerte, oscura y aromática mezcla de hojas que conforman el tradicional irish tea —para tratar de sacarnos el frío de una mañana de diciembre en la que el sol pareciera que despertó con pereza y que en cualquier momento fuera a ocultarse en el horizonte— caminamos por los jardines y pasillos de la mansión tratando de imaginar cómo se verá ese actor irlandés que interpreta a un gángster inglés en un escenario más propio de la Ópera del mendigo —esa divertida parodia de las clases privilegiadas británicas escrita por John Gay a comienzos del XVIII— que de los avatares del indiscutible protagonista de la serie que ha cambiado hasta nuestra forma de vestir.
Mientras Simon Watson, el fotógrafo, se mueve por la casa como un valet de Downton Abbey de energía imbatible y nos urge a ver las distintas estancias para buscar el ángulo y la luz más adecuados, moviendo alfombras y protestando divertido por la insólita decoración navideña, Cillian Murphy (Cork, 1976) llega solo manejando su MINI Cooper y saluda educadamente a todos los asistentes con un cierto aire de timidez que contrasta con el papel que lo ha catapultado al estrellato, streaming mediante.
Está muy delgado y los pómulos se le marcan duramente en la cara, como si fuera el hijo de la Gran Hambruna irlandesa. Se encuentra preparando su próximo personaje. Es curioso, que nos confiese que los castings no son lo suyo. “No soy bueno en las audiciones. Creo que si en verdad quieres ser sobresaliente en la actuación, debes de pasar por un gran proceso de contacto con el personaje que interpretas, reconocer lo que sucede e involucrarte con lo que vas a crear; y las pruebas son todo lo opuesto. Me estresan. No puedes ponerte en el papel en 15 segundos y en eso soy muy malo”.
Durante la sesión conversará con Simon y se dejará fotografiar mucho más relajado cuando no le pidamos que mire a cámara. “Ese es mi trabajo, no querría tener que repetirlo hoy también”. Pienso que pueda ser inseguridad más que extravagancia ya que, aunque serio, se mostrará relajado durante todo el día y compartirá con nosotros un almuerzo en el que obviamente los platillos contarán con una abundante ración de papas de todos los estilos irlandeses. A veces, me sentiré tentado de ejercer de madre o abuela y servirle más en el plato, pero me retiene el recuerdo de las, en ocasiones muy violentas, escenas de Peaky Blinders y no quiero arriesgarme a enfadar a Tommy Shelby cerca de un cuchillo.
Murphy aprendió muy pronto lo que significaba estar frente al público. Desde los 10 años experimentó inquietudes musicales y formó en la adolescencia una banda con su hermano. Una fallida carrera como estudiante de Derecho, la visión de un montaje teatral de Naranja mecánica y un encuentro con un maestro que le animó a seguir en la actuación, le permitieron participar en el drama teatral Disco Pigs, un papel que interpretó tanto en el escenario como en su versión cinematográfica.
Creo que uno lleva en los genes el hecho de querer actuar y presentarse ante la gente. Hay talentos que desde que eres pequeño se pueden mostrar, como cocinar o hacer algún deporte. Y entre ellos está el de representar un show para el público. No estaba en mi familia, eso es cierto.
Siempre hubo libros y mucha música en casa. Mi familia giraba alrededor de lo moderno y lo tradicional en lo musical, así que siempre encontré esta retroalimentación en mi hogar. No era una casa muy artística, pero había incentivos y fueron éstos los me motivaron en un inicio, desde ir a un pub con mi papá hasta acudir al teatro.
Sí, yo tocaba un poco el piano y mi hermano Páidi es un gran músico que adora el jazz. Toqué con él casi hasta los 20 años. Yo no era muy bueno, así que no lo haría de nuevo, pero amaba la música y ahí crecí en muchos sentidos.
Creo que estaba en segundo grado y tuve la oportunidad de tomar clases con un gran maestro. Fue algo que amé. Parece tan lejano platicar de eso hoy… Siempre estaba distraído, pero esas clases me ayudaron a enfocarme y a empezar a entender que quería estar cerca de la actuación para vivir. Luego me aproximé al teatro musical a través de algunas audiciones para obras locales y ahí comencé a encontrar definitivamente mi camino.
Y pronto encontró la ruta que le ha hecho aparecer en muchos títulos considerados como míticos y a los que ha asomado esos ojos azules que son uno de sus grandes instrumentos en la construcción de un personaje. La mirada Cillian Murphy se ha posado en películas como Desayuno en Plutón (2005), donde interpretó a una joven transexual; dio vida al Espantapájaros en las versiones que Christopher Nolan dirigió sobre Batman; fue el superviviente post cataclismo de Exterminio (2002) y un soldado con estrés postraumático en Dunkerque (2017). Después, y durante seis temporadas, vistió los trajes de tweed del líder de una banda de gángsters de Birmingham en Peaky Blinders, cuya evidente violencia (aunque nuestro Tommy siempre esté a favor de los más desfavorecidos) y estilo han marcado una época en la televisión reciente.
He disfrutado mucho la evolución de mi último personaje y eso se lo debes atribuir siempre a un muy buen equipo de escritores que te ponen en situaciones únicas y retadoras. Mi preocupación es crecer como actor y ver las posibilidades del personaje. Creo que me falta un poco de distancia y perspectiva para entender lo que ha pasado en esta época y cómo lo he enfrentado.
Es importante tomar tiempo entre personaje y personaje para poder abordarlo desde la perspectiva correcta y ayudarlo a crecer. Creo que tardé cerca de tres meses en salir de un protagonista que fue muy importante para mí. No es que sea un actor de método, que todo el tiempo convive con su papel en la vida real, pero sí me afecta y debo tomar distancia para poder enfrentarme a otro reto.
Necesitas tiempo para estar solo y escapar. Me acerco a mi familia [Murphy vive a las afueras de Dublín con su esposa y sus dos hijos] y trato de estar cerca de ellos en estos lapsos. Creo que eso me ayuda mucho.
Sin olvidar la importancia de sus otros personajes, Tommy Shelby en muchos sentidos ha sido el más importante si lo evaluamos en términos de reproducciones y de influencia en el público. Basada lejanamente en la historia de una banda que existió en Birmingham en las fronteras de los siglos XIX y XX, su manera de ejercer el control de los negocios ilegales de la ciudad inglesa, su forma de vestir, sus peinados y las formas exquisitas en las que en ocasiones ejecutan una violencia extrema han hecho que el público haya seguido, temporada tras temporada, sus andanzas. Sobre todo por el hecho de que no está muy clara la posición ética desde la que debemos evaluar la ficción. No todo es blanco o negro. No siempre el mismo personaje transita por los mismos dilemas morales. Y a su manera, Tommy Shelby trata de ser un hombre (violentamente) justo.
Todos sabemos que no existe algo tan sólido como el héroe o el villano y a la gente le gusta esa área entre el bien y el mal en la que todos habitamos. De ahí que se sientan conectados. Antes, esa dualidad reducía todo entre la batalla del héroe y el villano, pero últimamente se han contado historias acerca de personas que viven esta realidad en la que hay problemas, errores y grandes dilemas, y es mucho más interesante ver eso en pantalla. No se trata únicamente de intentar hacer lo correcto, también vas equivocándote y tus errores cuestan y tienen consecuencias.
El público históricamente ha sentido una gran atracción por el mafioso que parece ser global. Ahí está Martin Scorsese, por ejemplo, para demostrarlo. No sé si tenga que ver con la visión de la vida y la muerte o si lo ven como un modelo a seguir, pero es cierto que romper las reglas le parece atractivo a la gente. En lo particular, no sé qué pensar sobre eso. Las personas se apropian del personaje, sobre todo en la televisión, y quieren más y más de él.
El final de la serie ha coincidido con el inicio de una campaña publicitaria para la firma Montblanc. Si ha habido programas que han influido de una manera evidente en nuestros hábitos de vestir, desde luego Peaky Blinders ha sido uno de ellos, principalmente entre los grupos más jóvenes del Reino Unido. Por supuesto esto ha sido una asunción de estilo, ya que en la ficción la ropa sirve para marcar visualmente las personalidades de los diferentes actores. No visten igual Tommy, quien quiere ser percibido como un elegante upper class englishman, que su hermano Arthur, a quien esa preocupación le resulta irrelevante. Y desde luego, la adaptación del vestuario a una época y lugar concreto, tras una Guerra Mundial y en una fría ciudad con un alcantarillado deficiente (de ahí el corte de los dobladillos del pantalón siempre alzados sobre el zapato, porque realmente habría cosas en el suelo que no querías pisar), los cortes de pelo y el uso de unas boinas muy particulares en las que, además, se escondían navajas para defenderse o atacar llegado el caso.
Hoy, el actor revisa con cuidado el vestuario y rechaza amablemente algunas prendas, pero se divierte con otras que confiesa no entrarían nunca en su guardarropa. Por supuesto, mantiene un gran respeto por las nuevas piezas de Montblanc que le acompañarán en la sesión. Quizá por su suave clasicismo de modernas formas redondeadas, una sofisticada piel con un tacto más suave y un tono negro incluso en acabado brillante. “Nuestro objetivo era acercar aún más el producto por excelencia de la maison: el artículo de escritura Meisterstück”, explica Marco Tomasetta, el nuevo Director Artístico de la firma, acerca de esta nueva colección.
No es mi estilo, la verdad, pero amo usar trajes. En la serie nos los hicieron a la medida y es algo que me emociona, aunque en la vida diaria me gusta vestir mucho más casual. En mi guardarropa puedes encontrar buenas botas, excelentes jeans, un buen abrigo, bufandas… Todo a la medida me encanta.
Soy muy clásico y me gustan los objetos que tienen una tradición y respetan su manufactura. Ahí es donde encuentro puentes para colaborar, como he hecho con Montblanc. Ahora que trabajo con plumas, entiendo perfectamente cómo es su manera de pensar.
Lo intento muy seguido. Nadie recibe cartas ya, pero trato de hacerlo con mi familia. Antes tenía un diario, pero ya no. Creo que es un poco triste que se haya perdido el acto de la caligrafía y su belleza.
Además de su prolífica carrera como actor, Cillian ha desarrollado en paralelo una serie de importantes campañas como activista. Sus posturas sobre la necesidad del voto de los jóvenes irlandeses, sus acciones para ayudar a las personas sin hogar, su papel como Embajador ante la UNESCO para la protección de los menores y su posicionamiento ideológico (abandonó con su familia Londres en medio de la tóxica niebla londinense del Brexit) es muy claro sobre algunos aspectos: “Estamos observando una polarización extrema en ciertos lugares del mundo que da miedo. Creo que todos los políticos son terribles y me parece que ser terrible es parte del hecho de ser político”.
Siempre a través de la empatía, que es lo que más necesita el mundo. Me gusta mucho participar en proyectos de educación en mi país. El mundo está muy polarizado. Además, para los niños y los jóvenes las redes sociales son un lugar muy difícil para crecer. Toda esa competencia y ese juicio que existe ahí dentro termina por presionarlos mucho. Así que mi trabajo hoy es tratar de enseñar sobre el poder de la empatía, que puede ser una gran respuesta a lo que nos pasa. Y además, la empatía es una herramienta esencial para ser actor ya que tienes que aprender a escuchar al otro para poder interpretarlo. Escuchar es un acto de generosidad, necesitamos más gente que escuche.
El día ha terminado como comenzó: frente a una taza de irish tea. Le noto cansado, pero durante toda la jornada Murphy ha sido colaborador y su única extravagancia ha sido tratar de ser un personaje que no es consciente de que la cámara le está disparando. Sólo se me ocurre una última pregunta a alguien que, desde luego, no parece que tenga el habitual ego de muchas de las celebridades del cine.
Alguien dijo, no recuerdo quién, que te toma cerca de 30 años ser un buen actor. Llevo 25 y no he terminado mi labor. He aprendido trabajando y observando; me he instruido de grandes nombres y sí, creo que estoy cerca de ser un buen actor.