Imágenes satelitales han capturado tomas de la zona en conflicto, evidenciando el tráfico que se extendía desde la ciudad rusa de Belgorod hasta la frontera con Ucrania. Google Maps marcó estas rutas en rojo y naranja, como hace en todos los países donde se utiliza la aplicación para monitorear el tráfico. Sin embargo, los satélites GPS que envían las posiciones de estos vehículos a Google no captaron un “atasco ordinario”. Se trataba de 40 kilómetros de tráfico provocado por las tropas rusas.
Ese convoy resultó ser una alerta temprana de que el ejército ruso en las fronteras de Ucrania estaban en movimiento. Jeffrey Lewis, profesor del Middlebury Institute of International Studies (MIIS), una escuela de posgrado en California, se percató por primera vez a las 3:15 de la madrugada del jueves de la semana pasada —horas antes de que se filtraran las noticias de las primeras explosiones en Ucrania tras la invasión rusa—. Sin embargo, este descubrimiento no fue una casualidad. Lewis recibió el aviso de una imagen de radar tomada por una empresa comercial de satélites, llamada Capella Space, la cual mostraba a las tropas rusas alineadas a lo largo de la carretera cerca de Belgorod. “Cuando los rusos acampan durante mucho tiempo, estacionan sus tanques en una plaza y ponen tiendas de campaña”, dice Lewis.
Pero esta imagen satelital mostraba a las tropas en una formación muy diferente. No había tiendas de campaña; estaban listas para moverse. Cuando uno de los colegas de Lewis comenzó a buscar las rutas que esta columna podría tomar para avanzar hacia Ucrania, encontró el atasco. “Es realmente una historia sobre la fusión de diferentes tipos de datos”, dice Lewis.
Entonces, el 28 de febrero, Google dijo que desactivaría temporalmente las actualizaciones de tráfico en directo en Ucrania “tras consultar con múltiples fuentes sobre el terreno, incluidas las autoridades locales”, pero no explicó por qué le preocupaba esta función. No obstante, los investigadores especulan que a la empresa le preocupa que los datos cuyas imágenes revelan la ubicación de las tropas o de los refugiados puedan ser utilizados para informar sobre ataques militares. “Se puede entender por qué Google no querría ser parte de proporcionar datos de orientación en un conflicto internacional”, dice Lewis.
¿Cómo intervienen las imágenes satelitales en el conflicto?
En el cielo de Ucrania hay ahora mismo unos 50 satélites en funcionamiento, calcula Todd Humphreys, profesor de la Universidad de Texas. Estos se han convertido en una pieza clave en los esfuerzos de la nación liderada por Volodymyr Zelensky para evitar una invasión rusa. El gobierno ucraniano ha estado pidiendo imágenes por satélite para obtener pistas sobre los próximos movimientos de las tropas rusas.
Según la CNN, como una acción de apoyo a Ucrania, las autoridades estadounidenses regalaron al presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, un teléfono satelital para que pudieran comunicarse. Además, Ucrania está usando drones fabricados por una empresa turca, Bayraktar, que permite que algunos de sus modelos se controlen a distancia a través de una conexión satelital. Pero la dependencia de los satélites comerciales en Ucrania suscita preocupación por el poder que otorgan a las empresas que los controlan, sin mencionar el riesgo de que las compañías de satélites se vean arrastradas al conflicto.
Esta no es la “primera guerra de satélites del mundo”. Ese título se le dio a la Guerra del Golfo, hace tres décadas. Desde entonces, el espacio se ha convertido en una parte normal del conflicto moderno, dice Almudena Azcárate Ortega, investigadora asociada del Instituto de las Naciones Unidas para la Investigación sobre el Desarme (UNIDIR). “En los últimos años, ha habido una tendencia a externalizar gran parte de este trabajo debido a que las empresas privadas tienen conocimientos especializados y, a menudo, son más capaces de desarrollar y desplegar ciertos tipos de tecnología espacial”, dice Ortega, y añade que muchos objetos espaciales se denominan ahora “de doble uso”, “lo que significa que un satélite puede utilizarse al mismo tiempo para fines militares, pero también para ausntos civiles de la vida cotidiana”, dice.
En esta época del año, los cielos de Ucrania están repletos de nubes. Por tal, si alguna empresa puede producir un tipo de datos llamado radar —el cual funciona de noche y puede ver a través de las nubes—, seguramente se encuentra muy solicitada. Este tipo de imágenes son generadas por los satélites de radar de apertura sintética (SAR), que cartografían el mundo de forma similar a como los murciélagos navegan en la oscuridad: enviando ondas de radio y midiendo cómo se reflejan sus señales. Para llevar a cabo su trabajo, los investigadores de código abierto, como Lewis, compran datos de radar a empresas como Capella y Planet, ambas con sede en San Francisco. También tienen que pagar por un software, como ENVI, para interpretar esos datos de radar y convertirlos en imágenes. La capacidad de su equipo para utilizar este software es el resultado de años de formación, añade. “Hace tres años no habríamos sido capaces de hacer esto”.
Los investigadores de código abierto no son los únicos que demandan estos datos. Los militares también los quieren: “Necesitamos urgentemente la posibilidad de observar el movimiento de las tropas rusas, especialmente por la noche, cuando nuestras tecnologías son ciegas”, dijo el viceprimer ministro ucraniano, Mykhailo Fedorov, el 1 de marzo. En una carta publicada en Twitter, Fedorov pidió a ocho empresas de satélites comerciales que enviaran datos SAR para ayudar a las Fuerzas Armadas de Ucrania a ver los movimientos del ejército de Putin a través de las nubes. Una de las empresas que respondió fue Capella. Su fundador y director general, Payam Banazadeh, dice que la empresa está proporcionando imágenes por satélite de Ucrania tanto al gobierno ucraniano como al estadounidense.
“Tenemos capacidades que los gobiernos no tienen”, dice Payam Banazadeh. “Somos una empresa comercial privada y cualquiera puede comprarnos imágenes, siempre y cuando las tengamos disponibles”, afirma, “pero más allá de eso, somos una empresa estadounidense y somos apolíticos. Hemos creado una capacidad comercial a la que realmente puede acceder cualquier persona del mundo”.
Sin embargo, a algunos investigadores les preocupa que la dependencia de las imágenes por satélite haya dado demasiado poder a las compañías que controlan esta tecnología. “Hay empresas como Maxar y Planet que son de propiedad privada y tienen la última palabra sobre si quieren o no compartir la información”, dice Anuradha Damale, miembro del British American Security Information Council. “¿Confiamos en que estas organizaciones actúen así en cada conflicto, dado que pueden tener contratos militares con países concretos?”.
El papel de las empresas privadas en conflictos como el de Ucrania significa que los satélites comerciales podrían convertirse en objetivos. En los días previos a la invasión rusa, los funcionarios espaciales estadounidenses advirtieron a las compañías de satélites que el conflicto podría extenderse al espacio: “Asegúrense de que sus sistemas son seguros y de que los vigilan muy de cerca, pues sabemos que los rusos son actores cibernéticos eficaces”, dijo el director de la Oficina Nacional de Reconocimiento, Chris Scolese, en una conferencia de la Asociación Nacional de Seguridad Espacial el 23 de febrero. “Es difícil decir hasta dónde llegará su alcance para conseguir sus objetivos, pero es mejor estar preparados que sorprendidos”.
Esos atentados podrían adoptar la forma de ciberataques o de spoofing —cuando se utiliza un radiotransmisor para falsear la señal del GPS—. Rusia ha sido uno de los pocos países que ha demostrado sus capacidades de spoofing en público, dice Humphreys, de la Universidad de Texas: “Están causando todo tipo de problemas en el Mediterráneo debido al spoofing que hacen en Siria”, dice, y añade que esto ha causado problemas a los aviones israelíes que vuelan a Tel Aviv. Humphreys dice que Rusia no está tratando de interrumpir los aviones israelíes, sino tratando de evitar que se repita el enjambre de drones que atacó su base aérea de Hmeimim en Siria en 2018. “Así que están enviando señales de interferencia y suplantación para confundir los receptores GPS de los drones”, dice Humphreys.
Pero Rusia no solo ha engañado a los satélites para reforzar sus defensas, sino que también los ha atacado. En noviembre, el país llevó a cabo una prueba de misiles en uno de sus propios satélites, lo que plantea la posibilidad de que estos podrían convertirse en objetivos físicos. Banazadeh, de Capella, no cree que su empresa se enfrente a una amenaza inminente como resultado de su participación con Ucrania: “¿Es algo que nos quite el sueño? No”, dice, “¿es algo de lo que somos conscientes y nos hemos asegurado de que la empresa y los satélites estén protegidos? Sí”.
Otra empresa que podría convertirse en objetivo de ataques es Starlink, de Elon Musk, quien entregó terminales a Ucrania con la idea de que puedan proporcionar una conexión a Internet de reserva si la infraestructura de red del país resulta dañada por los combates. No obstante, es poco probable que las empresas anuncien públicamente si sus satélites han sido suplantados o interferidos, dice Rainer Horn, socio gerente de la consultora alemana, SpaceTec Partners, y añade que no ha oído hablar de ningún ataque reciente.
Pero con el incremento de la violencia en Ucrania (y el caótico escenario en Kiev), los investigadores sospechan que los satélites ya han sido objeto de ataques, solo que aún no lo sabemos: “Por la forma en que Putin se mueve ahora, no me sorprendería que fuera algo que considerara o que ya haya hecho”, dice Damale.
Artículo publicado originalmente en Wired UK.