solo un punto de vista

Jorge Luis Martínez y por qué sí importa que un deportista en México salga del clóset

Aún, en pleno siglo XXI, hay muchas barreras que romper, muchos clósets de los que salir y mucho ejemplo positivo que construir.
El mexicano Jorge Luis Martínez
Jorge ha sido el primer compatriota en lograr ser campeón del mundo en el patinaje de velocidad sobre ruedas.Cortesía

No suelo dar mi opinión sobre los reportajes que publicamos ni explicar las razones o los porqués de ellos. Creo que una historia (como la de Jorge Luis Martínez, el medallista patinador mexicano) cuando es lo suficientemente importante, nos presenta a un protagonista con interés y tiene eco y discusión, se explica por sí misma sin necesidad de pontificar o dar pareceres porque eso significaría, en el mejor de los casos, un infantil complejo de superioridad de argumentos morales o políticos. Ya saben, aquello de que como lo pienso yo tiene por fuerza que estar bendecido por la verdad como si se tratara de un dogma de la Santa Madre Iglesia. Los periodistas nos debemos a los datos, y para opinar ya están los líderes y los tertulianos de la televisión. Bueno, y los trolls que pueblan Internet.

Ayer, en la página de este título y en nuestras redes pudimos leer una magnífica entrevista (“Soy gay y estoy orgulloso de poder decirlo”: Jorge Luis Martínez, patinador mexicano) que nuestro subdirector, Mario Villagrán, le hizo al campeón y medallista Jorge Luis Martínez, y que publicamos justo en el momento en el que el patinador, un deportista de trayectoria impecable, decidió ondear la bandera arcoíris como forma no solo de celebrar su triunfo sino de decirle al mundo que sí, que es gay y que se siente orgulloso de ello. Por supuesto sabíamos que una historia así iba a ser muy comentada, que generaría debate y que traería a la mesa la inacabada (y algo banal) reflexión sobre si es importante o no que figuras públicas de éxito expliquen al mundo que les rodea que existen formas diversas de amar y que todas ellas son igualmente válidas y necesarias. Y que alentaría los complejos de los trolls que nunca cesan en querer obligar al mundo a pensar de la forma estrecha y poco divertida que ellos muestran amparados tras el cristal (un poco turbio) de sus pantallas. Al final, se trata de un debate sobre qué cosas deben ser públicas y cuáles deben quedar, nunca mejor dicho, en el clóset de la intimidad.

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Y ese es el debate que creíamos superado, pero que a tenor de algunos, los menos, comentarios que hemos podido leer, observamos con preocupación que todavía no se ha cerrado: “No entiendo cuál sea la necesidad de mencionar que sea gay”, “Totalmente irrelevantes sus preferencias sexuales”, “Hay un madral de putos en el mundo, uno más no problem”, son solo una muestra de que aún, en pleno siglo XXI, hay muchas barreras que romper, muchos clósets de los que salir y mucho ejemplo positivo que construir. Quizá nos debamos, como buenos periodistas, a los datos: un estudio publicado por los investigadores Alejandro Brito y Samuel Jair Martínez Cruz titulado Violencia Extrema. Los asesinatos de personas LGBT en México: los saldos del sexenio (2013-2018), ofrece cifras escalofriantes sobre los crímenes que sufre la comunidad gay y la comunidad de mujeres trans: casi 80 crímenes al año y de ellos, muy pocos llegan a obtener justicia. Solo las mujeres y los gays/lesbianas/transexuales son objeto de asesinato por ser quienes son. Lo cual, como nos recordaban pensadores como Ricardo Llamas o Paco Vidarte en los albores de los años 2000, traza una inquietante línea de puntos continuos en la violencia: quien agrede a un gay maltrata a una mujer, quien mata a una transexual mata a un inmigrante, quien oprime a una lesbiana oprime a los más pobres.

Hace unas semanas, tras la publicación de nuestra portada protagonizada por Cecilia Suárez, con quien hablábamos sobre la necesidad de educar a nuestros hijos lejos del machismo, había quienes aún se molestaban por escuchar un discurso feminista. Aún hoy. Aún cuando la cifra de feminicidios en México alcanza datos atroces. Aún hoy cuando muchas madres y padres tiemblan cuando sus hijas, en pleno ejercicio de su libertad salen una noche para no regresar nunca más. Aún hoy cuando, simplemente por declarar ante el mundo que uno piensa, siente o actúa diferente o tiene otro color de piel o habla otro idioma, es sujeto de crímenes y de asesinatos. Por eso son tan importantes los ejercicios de visibilización y protesta como el de Jorge Luis Martínez. Si Rosa Parks no hubiera salido de su clóset de negra en aquel autobús de Montgomery, Alabama, si las mujeres trans no hubieran decidido plantarle cara a los crímenes y el acoso permanente en Stonewall, si las mujeres feministas no hubieran dicho basta ya de ser consideradas sujetos de segunda o de tercera a las que se puede violar y en última instancia destruir, ninguno de los que estamos aquí hubiéramos podido reclamar nuestros espacios de libertad, que son al final espacios de supervivencia. Por todo eso, queridos trolls, cada vez que alguien, en pleno ejercicio de su libertad, le declare al mundo que es diferente, nosotros estaremos ahí para celebrarlo y para contarlo. Porque estaremos salvando vidas.