Inteligencia Actoral: Teatro de Ciencia Ficción es la obra de teatro de Flavio González Mello.
El hecho de que los robots nos vengan a suplantar es una premisa que data desde los escritos de Isaac Asimov, y hemos visto tanto en cine como en literatura, robots amistosos y otros conspiradores y psicópatas. Cada vez normalizamos más el hecho de que una máquina nos diga qué hacer o cuáles son nuestros gustos. Inteligencia Actoral es una obra que plantea qué sucederá cuando los actores sean no humanos. La obra de teatro nos recordó a la película Bicentennial Man (1999), y a Inteligencia Artificial (2001).
Platicamos con Flavio González Mello, dramaturgo y director desde 1984, recipiente de dos premios nacionales de dramaturgia, y el premio Letras del Bicentenario “Sor Juana Inés de la Cruz.” Sus obras se han presentado en España, Japón, Colombia, Argentina y Australia, y ahora estrena Inteligencia Actoral en el Teatro Helénico que acaba su corrida el 19 de marzo.
El proyecto lo generé durante un periodo en el cual la inteligencia artificial empezaba a ocupar lugares de trabajo que hasta hoy sólo hemos hecho los humanos, y era inevitable preguntarme cuánto tardaría en suplantar a un artista. Un escritor va encontrando su propio estilo en años, y la creación de estas tecnologías me hizo reflexionar sobre nuestra relevancia. Como escritor, no creo que tarde mucho en suplantarme, porque un algoritmo le daría todo lo que quiere a un productor, pero se me ocurrió plantearlo en un territorio más complicado que es la actuación de teatro. ¿Cómo sería si un robot actuara y cómo sería dirigirlo?
Es paraíso del capitalismo, ahorrarse a los empleados y que el cliente lo haga gratis. Uno piensa que en el arte no se va a poder, pero quise darle el beneficio de la duda, y creo que es aterrador y fascinante, porque el algoritmo ya puede aprender y corregirse. La formación de un actor lleva por lo menos cuatro años, luego pasa otros varios sobre las tablas antes de realmente empezar a hacer trabajos interesantes. Si lo hiciera una inteligencia artificial, sería en cuestión de horas. Por ejemplo, varios de nosotros en la producción, nos metimos a dialogar con el chat GPT, y hacerle preguntas. Cada vez que le pedimos que haga algo, lo estamos entrenando y la velocidad con la que aprende es vertiginosa; cuando sabe que queremos que haga algo, lo refina casi instantáneamente.
Siempre que vemos a estos robots, son como una amenaza, pensamos que nos matan, como HAL de 2001 Odisea en el Espacio (1968), el asesino serial más maravilloso que ha hecho el cine. Yo conocía de manera muy general la famosa prueba de Turing, que comprueba si alguien sabe que está hablando con un robot o no, y si no lo distingue, entonces ya hay inteligencia artificial. Aquí lo llevamos más allá, con un robot físico. Cuando desarrollo proyectos de teatro me gusta mucho construir personajes que le impliquen retos al actor, y en este caso es representar tres papeles para el protagonista (Roberto Beck): el actor humano, el robot y Hamlet. Es una obra sobre la identidad, igual que Hamlet, y por eso establecí la conexión entre las dos, pero desde una comedia, que es un género que aborda los vicios y los aspectos ridículos del género humano.
Lo que nos hace más humanos, no es la poesía, ni la pintura, sino nuestros errores, nuestra capacidad de reiterar conductas que son nocivas para nosotros y para quienes nos rodean. El teatro es un gran microscopio, un caldo de cultivo de las actitudes humanas, porque los artistas llegamos con nuestra carga de vanidades, de prejuicios, y salen a la menor provocación. Me interesaba hacer ese retrato de los usos y malas costumbres de nuestro de nuestro gremio. Es un poco una sátira. Cuando llega el robot, no tiene todo eso, y se vuelve sumamente atractivo para el director tener un actor que está disponible 24 horas y además está dispuesto a hacer todo lo que le pide. Pero precisamente por el set-learning empieza a contaminarse al imitar a sus compañeros, y al rato también es diva y cuestiona las palabras de Shakespeare. Justo eso lo hace más humano.
Se ha vuelto muy difícil ensayar obras de teatro, porque la competencia con el cine y con las series es insostenible, pues te pagan más, te dan fama y requieren mucho menos trabajo. En los últimos años me he encontrado con la imposibilidad de tener juntos a los actores para ensayar. Todos decimos que el teatro es nuestra vida, pero la verdad es que, a la hora de tomar decisiones, la mayoría termina optando por lo otro.
Llevo varias décadas en esto y el teatro siempre ha estado en peligro por algo. Primero la televisión, luego las videocasetes, pero ahí sigue. Yo diría que hoy se hace mucho más teatro que hace 30 años, la oferta de la cartelera en Ciudad de México es impresionante, aunque se haga en condiciones cada vez más difíciles. Desde luego, las plataformas son una nueva amenaza. La pandemia fue un parón como nunca había habido para la vida teatral. Cuando se recuperó cierta normalidad, abrieron los teatros, y había algunos llenos, con gente que celebraba entusiasmada, y me dio optimismo saber que el teatro sí es importante. El teatro sigue siendo artesanal y es esa extraña atracción que nos ejerce a muchos, que seguimos yendo a esta “obsoleta” actividad, que, sin embargo, seguimos necesitando.