París 2024

Osmar Olvera, el clavadista que quiere hacer historia en París 2024

Con la mirada fija en el podio y el corazón lleno de esperanza, el clavadista mexicano sabe que deberá llegar al límite para enfrentar y superar a la poderosa maquinaria china para hacer realidad su sueño en París 2024.
Retrato de Osmar Olvera sentado en un banco.
Osmar Olvera está listo para hacer historia y convertirse en un campeón olímpico.Santiago Ruiseñor

Con solo 20 años, Osmar Olvera carga en sus hombros la tradición de los clavados mexicanos en sus segundos Juegos Olímpicos. La crítica lo coloca como uno de los favoritos para subirse al podio, pero él sabe que para poder hacerlo, primero debe vencer a la poderosa maquinaria china. ¿Su gran motivación? Una promesa de infancia por cumplir.

Sentado en el camerino en que se preparan para la sesión fotográfica, Osmar bromea acerca de su ingobernable copete. Se ve al espejo, sonríe, se desespera: “No me lo puedo peinar, prefiero dejármelo así, levantado”. Su cabello rebelde y soñador podría definir parte de su personalidad juvenil y determinada. Con 20 años está en la puerta de sus segundos Juegos Olímpicos. No solo eso: tiene la etiqueta —y el peso— de que está para pelear por una medalla. Sin embargo, la presión parece no preocuparle. Por el contrario, disfruta contar la historia de su veloz ascenso.

Su vida en los trampolines empezó muchos años antes de París 2024, tantos que ni siquiera recuerda en primera persona esos lejanos días. La parte inicial de su propia historia la ha escuchado solo por terceros: “Me cuentan que a los dos años ya sabía nadar, pero no solo eso, también me dicen que desde esa edad ya me salía de la alberca para buscar lugares desde los cuales aventarme: una silla, una tabla, los hombros de mi papá… cualquier cosa”.

“Me motiva saber que mucha gente tiene muchas expectativas puestas sobre mí, pero trato de no enfocarme en la presión extra”.Santiago Ruiseñor

El relato familiar cuenta que su tío Eric le consiguió a Osmar una cita para que probara su suerte en clavados, en el Centro Nacional de Alto Rendimiento de la Ciudad de México. Con cuatro años era tan pequeño que ni siquiera querían realizarle una prueba. Pero todos se sorprendieron con su valentía.

Cuando le pidieron que se subiera al trampolín de un metro y se lanzara “paradito”, él se tiró un mortal, es decir, se arrojó al vacío con maroma incluida. Lo mismo sucedió cuando le dijeron que se aventara desde los tres metros. Se quedó en el equipo de iniciación y desde entonces nunca dejó de tirarse de cabeza a la alberca.

Tenía apenas ocho años cuando, en 2012, frente a la televisión, se emocionó con las dos medallas de plata y la de bronce que ganó México en los clavados de los Olímpicos de Londres. Le motivó saber que su país destacaba en esta disciplina —es el deporte nacional que más éxitos ha dado en la historia, con 14 medallas—, pero hubo algo que adicionalmente le llamó la atención: siempre ganaba China. “Desde ese momento ya sabía lo que quería hacer: vencer a los chinos en unos Juegos Olímpicos”.

A partir de ese decreto, Osmar empezó a tomar decisiones para alcanzar el éxito. Poco tiempo después de aquella edición que disfrutó desde el sillón de la sala, todavía de ocho años, dejó la casa de su familia en la Ciudad de México para entrenar en Guadalajara con Adair Mata, su primer entrenador formal. “Los primeros días lejos dolieron. Siempre he sido muy cercano a mi mamá y la extrañaba mucho. Llamaba llorando a la casa, hasta que mi papá me dijo: ‘Oye, me dijiste que era tu sueño, pero si te quieres regresar no hay ningún problema’. Ahí terminó el dilema. Me quedé en Guadalajara seis años”.

Salto a salto, prueba a prueba, empezó a convertirse en una referencia en los campeonatos infantiles y juveniles de México.

¡Sueño a la vista!

“(En el Campeonato Mundial de Fukuoka) fui subcampeón del mundo, pero lo que me dejó más tranquilo es que superé los 500 puntos, una cifra que te mete a la lucha por las medallas”.Santiago Ruiseñor

Hoy, su cuerpo se ha fortalecido y luce pleno en la sesión con GQ México. Al igual que su padre, que fue un reconocido corredor con el equipo de futbol americano del Politécnico, Osmar tiene un físico compacto y muy atlético. Piernas musculosas como marca el prototipo de los clavadistas de trampolín; torso y abdomen marcados. Pero, sobre todo, una mirada profunda que deja ver su enorme determinación.

En 2018, a sus 14 años, ganó la medalla de bronce en el trampolín de un metro del Mundial Juvenil de Kiev. En el primer lugar —adivinaron— quedó un chino. “No me desanimé. Lo importante es que ya empezaba a verlos de cerca. En aquella competencia, a pesar de que quedaron en primer lugar, entendí que no son robots, no son invencibles”.

El destino lo trajo de vuelta a la CDMX y lo puso en el camino de Ma Jin, la entrenadora china que ha formado talento en México desde hace más de dos décadas. Nada mejor para cumplir su promesa infantil que trabajar con una mentora formada en las entrañas deportivas del adversario.

Osmar empezó a pulir detalles de su técnica, pero quedaba poco tiempo para Tokio 2020. A pesar de su acelerada mejoría, la edad —15 años— parecía jugarle en contra. Necesitaba una extensión… y sucedió. A principios de 2020, cuando la pandemia detuvo el mundo, le pidió a su papá que adaptara un espacio de su casa para hacer ejercicio y perder el menor tiempo posible. Juntos, improvisaron un “gimnasio” con una barra, discos, colchones y todo lo que estuvo al alcance de sus manos. “Todo ese año entrené fuerza en la mañana y por la tarde me enfocaba en lo que se podía hacer de técnica: saltos mortales, rutinas abiertas, salidas en los colchones”. Ma Jin lo asesoraba por Zoom.

Ese esfuerzo extra pagó resultados. Tenía 17 años cuando pisó territorio olímpico en los atípicos juegos de Tokio, que se realizaron hasta 2021 en una restrictiva burbuja que prohibía el ingreso del público y limitaba el contacto entre atletas. Aquella primera experiencia le sirvió para enfrentar el pánico escénico y quitarse los nervios. “Llegué a semifinal en noveno lugar y después no sentí que me fuera del todo bien”. Quedó en el lugar 14 y no pudo pasar a la final. “Regresé frustrado, pero con ganas de comerme el mundo”, dice con el vigor de siempre. Sin embargo, eso no sucedió pronto. Su voz vuelve a cambiar para contarlo: “En 2022 sentí un piquete en el hombro y me tuvieron que operar del ligamento que une el hombro con el bíceps. Fue un año perdido. Tuve mucha frustración”.

Después de una recuperación larga y tediosa, Osmar Olvera regresó a sus objetivos en 2023. En el Campeonato Mundial de Fukuoka, ganó medalla de plata en el trampolín de un metro —quedó entre dos chinos— y cinco días después ganó otra presea de plata en el trampolín de tres metros, a 30 puntos del chino Wang Zongyuan. “Fui subcampeón del mundo, pero lo que me dejó más tranquilo es que superé los 500 puntos, una cifra que te mete a la lucha por las medallas”. Ese año tuvo más triunfos: ganó tres oros en los Panamericanos de Santiago y mejoró su récord de puntos al alcanzar 536.

“Tokio fue mi primera competencia internacional al más alto nivel. Fue como ir directo al matadero, pero hoy tengo más experiencia y los jueces ya me conocen. Llego mental y físicamente mejor (a París 2024)”.Santiago Ruiseñor

De acuerdo con los números de ediciones recientes de los Juegos Olímpicos, 500 puntos son suficientes para subir al podio, pero su sueño de infancia no se conforma con eso: Osmar quiere la medalla de oro en París. Para dimensionar el tamaño de la gesta que tiene en mente, vale la pena repasar las estadísticas: en las últimas cuatro citas olímpicas, el equipo chino ha ganado 33 de los 40 oros que se han repartido.

Pero eso no le asusta. Hoy llega muy diferente a la experiencia deportiva en todos los aspectos. En el profesional, incluso, lo patrocinan marcas de alto perfil como Omega, que es uno de los sponsors principales y cronometrador oficial de los Juegos Olímpicos desde hace casi 100 años. Pero también lo apoyan adidas, Toyota y L’Oréal, entre otros. Tiene presión, pero el lado mental también lo ha fortalecido: “Tokio fue mi primera competencia internacional al más alto nivel. Fue como ir directo al matadero, pero hoy tengo más experiencia y los jueces ya me conocen. Llego mental y físicamente mejor. Además, me motiva saber que mucha gente tiene muchas expectativas puestas sobre mí, pero trato de no enfocarme en la presión extra”.

Esta es la historia, mentalidad y palabras de un joven que un día se decidió a ser campeón olímpico. Si París está a la vista, sus sueños también.