Desde la ventana de la sala de juntas de Artists Equity, la productora de Ben Affleck, se ve la mancha urbana de Los Ángeles al sur, el mar a la derecha, Downtown a la izquierda, y pájaros sobrevolando el cielo. Es un lunes de enero, a casi dos semanas desde que los incendios se extendieran por la ciudad, y los pájaros están curiosamente tranquilos: las primeras señales tentativas de que la vida vuelve a la normalidad. Affleck —alto, un poco arrugado— me saluda con la mano y se le nota nervioso, como a todos en la ciudad, pero en general, ileso, pese a los reportes que indican lo contrario. “Se han publicado algunos artículos sobre mí”, casi se disculpa. “Que mi casa se quemó, entre otras cosas”. De hecho, su casa no se quemó, tampoco la casa que renta a una cuadra de esa casa; aunque, como muchos, tuvo que salir de la ciudad. Pero está acostumbrado a aclarar cosas del estilo. “Me quedé pensando que podrías tener una idea de mi semana basada en tres artículos absurdos del Daily Mail”.
Affleck se dio a conocer en Mente indomable de 1997, que escribió y protagonizó con su amigo Matt Damon. Se acerca a cumplir 30 años ininterrumpidos de carrera bajo los reflectores, que le han dejado dos premios de la Academia y también un nivel de escrutinio —consistente y vehemente— de la prensa de espectáculos como pocos. “A algunos les gusta seguir la telenovela. Aunque esa novela no tiene que ver con la película que esté haciendo o en la que esté actuando. Les interesa la telenovela y yo soy un personaje más. No la escribo, no la dirijo, ni siquiera sé si salgo, pero así es”.
Dicha telenovela le ha dado al actor Ben Affleck una historia de fondo bastante clásica: ascenso repentino, caída estrepitosa (se suele citar Gigli de 2003, con Jennifer Lopez, pareja sentimental de Affleck entonces y más adelante), regreso gradual (sobre todo como director, con Desapareció una noche de 2007, Atracción peligrosa de 2010 y Argo de 2012, que ganó un Oscar a mejor película) y otro ascenso, como el tatuaje de ave fénix que alguna vez le fotografiaron (mal) en la espalda desnuda. Nada de esto es completamente cierto, sólo hasta cierto punto, y Affleck lleva buena parte de su vida adulta peleando con esta versión de sí mismo y la versión de su personaje de la telenovela. Al día de hoy, sigue conociendo a gente que asume que es como su personaje inculto de Mente indomable, una película en la que Damon interpreta a un genio (“Estoy segurísimo de que las capacidades matemáticas de Matt distan de ser geniales”) o el playboy atormentado que fue en su vida pública en la primera década de este siglo.
La realidad es que Affleck, de 52 años, padre de tres hijos, dos veces divorciado, trabaja en una oficina buena parte de la semana. “Soy un hombre de mediana edad”, dice, para nada descontento. Pese a la narrativa de su regreso a la que los periodistas aún recurren, semana tras semana, año tras año, ha estado instalado en los niveles más altos de Hollywood como protagonista (en el lobby de Artists Equity tienen, entre otras cosas, el antiguo traje de Batman de Affleck) y, más recientemente, como ejecutivo. Affleck fundó Artists Equity hace poco más de dos años, que dirige junto con Damon y Gerry Cardinale, con la idea de recuperar cierto control del sistema de financiamiento de los estudios, tristemente opaco y complejo. Air: la historia detrás del logo (2023), la última cinta que dirigió, fue producción de Artists Equity, lo mismo que El contador 2, secuela de la película de acción de 2016 (un éxito improbable) que también protagoniza y que estrena en un mes.
En el curso de estos años Ben ha conservado lo que sólo puedo describir como humanidad. Ha sido “el hombre más sexy del mundo”, pero también seguido le toman fotos tirando cosas o derramando café. Pese a que, durante años, la industria de la celebridad nunca lo ha dejado en paz, es increíblemente honesto y conversador frente a un periodista. Al final de nuestra primera plática, casi se disculpa por lo mucho que ha hablado. “Siento que no soy muy bueno para las entrevistas porque voy a platicar de cualquier cosa que menciones”. Esto último es cierto.
Ben Affleck: Buen ejemplo. Resulta que, de hecho, el FBI sí fue a mi casa. Llego a mi casa y me doy cuenta de que circula un artículo, con fuentes y todo, según el cual el FBI estuvo en mi casa. Se me hizo raro, así que llamo al FBI para preguntar si me estaban buscando. Me transfieren varias veces hasta que por fin me contesta el responsable del incidente: “No teníamos ni idea de que era su casa”. Se metieron a robar a casa de un agente en la zona. El FBI estuvo investigando y tocando timbres en la colonia. Pero como afuera de mi casa hay fotógrafos que vieron a los agentes, sacaron sus conclusiones. Quien escribió el artículo inventó que tenía que ver con la investigación de un dron que, me imagino, se estrelló con uno de los helicópteros, 3-5 kilómetros arriba de Mandeville Canyon. Resulta que no. Estábamos muy lejos del dron. Según el artículo el FBI fue a mi casa. Yo ni sabía. Sólo investigué qué había pasado.
Soy consciente de que es absurdo y ridículo. Los sucesos cotidianos de mi vida no tienen ninguna relevancia, tampoco mis conversaciones ni las fotos que me toman. Casi siempre, la trampa es presentarlos así: “Fulano hace esto y aquello en pleno…”, sugiriendo que las dos cosas están relacionadas. En otras palabras, es un acontecimiento muy general, ya sea global o en la vida personal de este individuo. “Aquí lo vemos frustrado con el parquímetro”, dice una de las fotos. Soy consciente de la broma cósmica. Pero yo sé lo que pasa en mi vida. Y lo más importante, mis hijos saben. Antes, cuando los niños veían una revista en el súper, mi exesposa y yo les decíamos: “Ya saben que no siempre es cierto porque de serlo, tendrían 15 hermanos o cual sea el número de artículos sobre el embarazo de su mamá”. Soy muy afortunado porque con Jennifer Garner, la mamá de los niños, la crianza compartida es una maravilla. Es una mujer excepcional y trabajamos muy bien juntos. Más que nada es un dolor de cabeza y sin duda hay cosas peores. Aunque aún no entiendo por qué soy objeto de…
Creo que no me presento con mucho cuidado. Salgo a recoger los paquetes que me llegan o la comida, y no me importa que haya gente esperando para tomarme una foto. Se podría decir que algunos son más listos o estratégicos porque no quieren que los vean en playera o tirando café. En mi caso, me vale. Lo único que quiero es ir por mi café. Tal vez en parte sea por eso, porque la gente está acostumbrada a ver una imagen mejor presentada, curada incluso. De hecho, en mi vida no hay dramas. Me pasa lo mismo que a los demás. Seguro estás pensando que me acabo de divorciar y eso es un suceso dramático. Entiendo, pero es normal, es lo que le pasa a cualquier adulto, nada que ver con las cosas amarillistas que escriben. Si alguien se sentara conmigo a hablar de eso y le contara mi experiencia, se moriría de aburrimiento.
En parte fue: “Ok, si voy a participar en esto, quiero ser honesto, intentar que sea interesante”. Porque me pareció una reflexión interesante. Como ya mencioné, hay muchas personas que creen que he gestionado la fama con más habilidad y destreza de lo que yo creo, Jennifer entre ellas. Mi temperamento es un poco más reservado y privado que el suyo. Como sucede en las relaciones, no siempre se comparte la misma actitud frente a estas cosas. Me pareció interesante descubrir cómo reconciliar esa diferencia justo por lo que dijiste. Amaba y apoyaba a esta persona, creía en ella. Es maravillosa y quería que los demás lo vieran. Dije algo en el documental que citaron: “No te casas con el capitán de un barco para decir, por cierto, no me gusta el agua”. Hay que reconocer lo que uno sabe al empezar una relación. Creo que es importante aclarar que no fue la causa de una fractura enorme. Al ver el documental para nada puedes pensar: “Ya, ahora entiendo los problemas que tenían estos dos”.
Sí. Todo empezó porque reconocí que lo más importante para mí es ser padre y estar presente, y que por irme a Austin o Louisiana o a donde fuera a filmar me estaba perdiendo tiempo que nunca recuperaría. Mis hijos tenían 8, 11 y 14 y no quería perderme el tiempo con ellos. Así que me puse a pensar cómo trabajar en casa y acomodar mis horarios.
No a propósito. Nuestras experiencias nos definen, ¿no? Recuerdo las dificultades de ser actor, esos años parecen mucho más extensos y graves de lo que fueron. A estas alturas, son una fracción de mi vida. Pero de adolescente o en mis veintes, pasé mucho tiempo sin saber si lo iba a lograr, si alguien me iba a dar una oportunidad. Mi ambición era no tener que ser actor-director-guionista-mesero, sino vivir de mi trabajo. Creo que la primera vez que tuve la oportunidad de trabajar, unos 15 años después, me daba miedo perderla si dejaba de hacer cosas.
Seguramente. Mi padre tenía la ambición de ser actor, director y guionista. La experiencia de mi infancia fue ver a mi padre (cuando estaba) y saber que lo asolaba la sensación de no haber logrado lo que quería. Era mecánico, bartender, conserje, director del personal de vigilancia de una universidad, entre otras cosas. Soy muy consciente porque lo he platicado con otros actores que provienen de entornos en los que uno de sus padres no lo logró, ¿me explico? Crea inseguridades. Es mucho más difícil para esas personas rechazar trabajo. Irónicamente, la capacidad de decir que no, es una paradoja real en esta industria, esa capacidad es muchísimo más útil que otra cosa.
Muy bien. Parte de la tesis fundamental de la empresa es: los artistas, el director o directora, los actores, tendrán mayor libertad para gastar el dinero de forma que beneficie al máximo la película. La desventaja es que también se asumen más responsabilidades. Si nos pasamos del presupuesto, eso sale de la propiedad colectiva. Estaba convencido de que así se uniformarían los incentivos de forma más saludable para todos… La última vez que lo revisamos, los honorarios del equipo son 15% mayores que sus cotizaciones más altas porque trabajamos con un sistema de bonos. Hemos experimentado con distintos modelos, el primero era más o menos así: “Estos son nuestros objetivos, si los alcanzamos, todo el equipo recibe una compensación adicional. Un bono”. Se presta para una experiencia más colaborativa.
Creo que hemos producido muchos proyectos, hemos estrenado muchas películas y tenemos mucho material que el público no ha visto. Estoy muy satisfecho con lo que estamos a punto de sacar, y vamos a empezar a producir varias cosas. En cierto sentido, es el primer paso. El segundo es un proyecto de datos en el que estamos trabajando…
No, para nada. Me refiero, en términos generales, a lo que necesitamos hacer como industria. Evidentemente, en lo personal no voy a trabajar con IA, pero sí estoy estudiando muy de cerca lo que supondrá para el negocio, para este arte. La primera vez que la vi quedé aterrado. Pensé que sería nuestro fin. Duplica lo que hacemos, mientras nosotros dedicamos muchísima energía, tiempo, compromiso, salimos a filmar historias, intentamos que cobren vida, y la computadora puede hacer todo eso con un clic. Lo que he aprendido es que, en realidad, no se puede hacer con un clic. De hecho, a lo que nos dedicamos es, probablemente, más resistente a la desintermediación que implica la IA que otras industrias y otros empleos. Debería ser una herramienta útil. Parte de mi entusiasmo se debe a que quiero ser parte de definir los pagos residuales que sé van a acompañar esto. Porque si no se definen ahora, más adelante será mucho más difícil hacerlo.
Si fuiste parte de Succession, o de cualquier programa [de TV] —y aquí creo que a los sindicatos les toca negociar—, deberías poder decir: “No quiero que me utilicen para regeneración”. Porque significa que pudiste no haber dicho ese argumento o grabado tal escena, y no estás cómodo. Ahora bien, si decides formar parte, entonces deben compensarte igual que a todo el que esté ganando dinero por ello. La decisión debería estar en tus manos. Debería haber estructuras de pagos residuales clarísimas que contemplen estos casos.
No necesariamente me sentiría cómodo, pero no sé. Nadie me lo ha pedido nunca, así que no estoy seguro. Es raro porque esa película conecta con una época en la que esto no era posible. Ahora bien, los patrimonios se venden y para ser franco qué bueno, si tus beneficiarios quieren vender tu semejanza para hacer voice-overs para comerciales de Visa, yo qué sé. ¿Quién soy yo para juzgar? Adelante. Para entonces ya estaré muerto. Si a mis nietos les sirve de algo, adelante, véndanlos.
Cuando empecé —quería ser director, y ya había dirigido cortos, estaba intentando escribir y por supuesto ser actor— apenas empezaba este enfoque de hágalo usted mismo. Sí, ya existía Cassavetes, directores independientes, pero en los noventa salieron Perros de reserva, Clerks, Slacker, Do the Right Thing [1989]. Películas que hizo gente fuera de lo que se conocía como el sistema de estudios. Eran interesantes y ambiciosas. Lo que aprendí cuando empecé y tenía ambición de dedicarme a esto es que si tenías de protagonista a Harvey Keitel podías conseguir un millón de dólares y hacer Perros de reserva. Incluso cuando escribimos Mente indomable, siempre tuvimos presentes muchas cuestiones comerciales. Sabíamos que no podía ser una película muy costosa porque nadie iba a invertir en una película cara si salíamos nosotros, tenía que ser una película pequeña que se desarrollara en interiores y calles de Boston, sin costos elevados de producción. Necesitábamos una estrella de cine o nadie iba a producirla. Pero el papel de la estrella tenía que ser secundario para que no tuviera que trabajar tantas semanas, pero sí darle los mejores monólogos y diálogos. En cuanto a la modalidad corporativa, siempre he tenido en mente la relación entre lo que estoy creando, lo que cuesta y cómo voy a hacerla llegar al público.
Por mucho que quiera ser actor, me resulta más satisfactorio dirigir. Creí que ibas a comparar nuestras carreras actorales, a lo que hubiera respondido que Matt aprendió desde principios de su carrera, mucho antes que yo, que el fundamento para decidir si participar o no en una película es el director, lo cual siempre me ha parecido muy sabio. Sin duda, ha tenido la oportunidad de hacer películas que… En mi caso yo nunca me he tenido que negar a Scorsese o Spielberg. Nos encontramos en situaciones de oportunidades y de ellas dependemos.
Estoy seguro de que empecé a disfrutar más mi trabajo cuando se volvió opcional. Cuando la dirección se convirtió en el objetivo y decidí actuar en películas que me gusten mucho.
Me desarrollé tarde.
Sí, en muchos sentidos. Admiro a los actores que son capaces de generar una experiencia vital que no han tenido. Yo no tengo ese don. Yo soy capaz, como actor en el mejor de los casos, de tomar los fragmentos de experiencias que he vivido y me han formado, y armarlos en función de las necesidades del personaje al que esté interpretando.
Muchos fueron evidentes después, tal vez mucho más evidentes. En el caso de El camino de regreso, la gente sabe que soy alcohólico o en recuperación, así que tengo que tocar el tema. No me molestó. Quizá subestimé el alcance que tuvo porque nunca quise ser portavoz de los alcohólicos en recuperación. No porque me avergüence. Pero llevo más de cinco años sobrio, ya no es la preocupación central de mi vida. Pero en ese entonces lo era. También era completamente consciente de que mi propia experiencia personal suponía que podría aportar algo al personaje para que se sintiera más real y conectara con más personas. Gracias a dios no he perdido a un hijo, que es el meollo de la historia, y sinceramente no puedo imaginar algo peor en la vida. Es ambas cosas. Es una mezcla. Aportas algunos elementos de tu vida e imaginas los otros.
Si hubiera podido, hubiera mantenido mi sobriedad en el anonimato porque así funciona mejor. No elegí hacerlo de conocimiento público. Pero tampoco me puedo quejar. Entendí que con este trabajo y este estilo de vida, si algo así pasa, la gente se va a enterar, y así fue. He llegado al punto de considerar la experiencia parte de mi vida, con mucho agradecimiento, algo que no creí que sería posible. Así las cosas.
Caer y renacer: la vida de Ben Affleck
Un par de días después, Ben Affleck y yo nos volvemos a reunir, en esta ocasión en su oficina en Artists Equity, en donde una repisa exhibe sus dos Oscar junto al reconocible premio de cine en forma de palomitas de MTV. Se ha calmado buena parte de la tormenta en la prensa de espectáculos en torno a su vida personal y se le ve más tranquilo. O tal vez sea el suéter majestuoso de Brunello Cucinelli que trae puesto. “Muy de élite, muy de moda”, dice en tono autocrítico.
Lo primero es que espero haber sido claro cuando me preguntaste sobre Jen y el documental, y hablé un poquito de eso y mi vida personal, lo cual no me molesta para nada siempre y cuando se comuniquen con claridad mis sentimientos e intenciones. Espero haber dejado claro que se trata de alguien a quien respeto mucho. Entiendo qué implica explorar las diferencias de perspectiva que tenemos para gestionar la frontera entre la vida pública y privada. Pero espero que lo que transcribas no sugiera que me muestro negativo ni juicioso ni nada con respecto a eso. Le tengo mucho respeto. Supongo que la costumbre es querer identificar la raíz de una separación. Como dije, la verdad es mucho más cotidiana de lo que se cree, o incluso aburrida.
Sí, ningún escándalo, telenovela, nada de intriga. La verdad es que cuando le preguntas a alguien que se separó qué pasó, difícilmente todo se reduce a una sola cosa. Es una historia de dos personas que intentan descifrar sus vidas y relaciones, como todos hacemos. A medida que maduras, en mi caso al menos y asumo que para la mayoría es igual, no es “fulano hizo esto” o “este fue el problema”. La respuesta se parece más a una sesión de terapia de parejas, la cual dejaría de ser interesante luego de un rato de escucharla. Para empezar, te queda claro que una persona tiene determinados problemas y la otra, otros. El motivo por el que no quiero compartirlo es vergonzoso. Se siente vulnerable.
Porque me he visto obligado a analizarlo para entenderlo. Lo natural es decidir que todos los días te vas a poner lo mismo para que las fotos sean indistinguibles. O verte fachoso. Y no, porque entonces terminas siendo el meme de Affleck triste tirando el café. Aunque sí tengo que decir que está chistoso. Así que demuestra que he dedicado tiempo a entenderlo.
Físicamente sí, obvio. Antes era superentusiasta, quería hacer las peleas, los stunts. Y ahora ya espero con ganas al doble de acción. En parte porque sé que es mejor que yo y quiero que la escena se vea bien. Desde una perspectiva completamente egoísta, te cansas. Hace poco platicaba con Matt de esto, va a hacer una película con Chris Nolan y tiene muchos ensayos de stunts. Y le estaba diciendo que ha pasado mucho desde la última vez que tuvo que aprender la coreografía de las peleas, desde Identidad desconocida. Pero El contador me pareció interesante porque me gusta mezclar el dramatismo de personajes que me parecen complejos con géneros y tropos narrativos que le resultan familiares al público y que consideran más comerciales. Y resulta que tiene un público más amplio que le tiene más paciencia a los personajes dramáticos que me gusta explorar, siempre y cuando incluyan cambios de velocidades, visuales espectaculares, etcétera. Y El contador es una historia de personaje muy interesante, sobre un tipo y su hermano, dos personajes inusuales.
Me considero un caso atípico, peculiar. Soy muy afortunado por mantenerme aquí lo suficiente para llegar a un punto en el que empecé a sentirme muy bien y disfrutarlo. Primero era necesario actuar mucho. Ahora, recuerdo mis películas con bastante objetividad, a diferencia de cuando era joven. Como Mente indomable o Shakespeare apasionado o Boiler Room o Fuera de control, creo que están bastante bien. No sabía qué chingados estaba haciendo pero de algún modo conseguí hacer buenos papeles. Hay otros de los cuales no me enorgullezco y me parecen directamente horribles. ¿Qué estaba haciendo? Así que me considero afortunado por seguir aquí. Creo que mi carrera tuvo dos arcos fundamentales, se me pudo haber ido de las manos por completo. Y dirigir me ayudó a revivirla. También me hizo más inteligente, más cuidadoso, más reflexivo.
Es un cumplido ambiguo. Como cuando conoces a alguien y te dicen, “Ay, de hecho eres muy atractivo en persona” o “Ay, qué sorpresa, eres muy buena onda”. Definitivamente tuve que trabajar para revivir mi carrera, en serio. Fue muy educativo. De lo mejor que me ha pasado ha sido ser muy famoso de joven y sentir que, de repente, a todo el mundo le caía bien, era gracioso, cool, todos se reían con mis chistes, incluso los malos, y después convertirme en alguien para nada popular, cero cool, incluso contraproducente para tu carrera si tenías una relación conmigo. Ver en qué terminaron relaciones y amistades que creía eran reales, igual que la importancia de con quién hablaba, quién me llamaba, quién no me llamaba, ver cómo cambiaba mi mundo en ese sentido.
No, como actor no tienes el control. Es una lección importante.
Así es.
Existen varios motivos por los que esa fue una experiencia atroz. Y no todos tienen que ver con la dinámica sencilla de, digamos, ser parte de una película de superhéroes o lo que sea. No quiero regresar a ese género, no por la mala experiencia, sino porque ya no me interesan las mismas cosas que entonces. Pero sin duda no me gustaría replicar una experiencia como esa. Mucho respondió al desfase de agendas, expectativas, acuerdos. Y por cierto, en esos días tampoco es que yo aportara nada especialmente maravilloso al proyecto. Tenía mis propias deficiencias, importantes, en ese proceso y en esa época.
Puedes ver las distintas películas y juzgar por ti mismo mis deficiencias como actor. Tuve una experiencia negativa, en parte, porque cargaba con mucha infelicidad. Así que no aportaba mucha energía positiva a la ecuación. No fui problemático, pero llegaba, cumplía con mi trabajo y me iba. Y hay que hacerlo un poco mejor. El punto es que este trabajo es una forma de evitar esa situación. Quiero reunir a socios y directores, repartos y sistema de estudio que sean coherentes, en los que precisamente no se susciten esos desfases y la experiencia laboral sea mucho mejor.
Me divertí mucho. Me encantó hacer Batman. También Batman v Superman y mis apariciones breves en The Flash, también cuando trabajé con Viola Davis en Escuadrón suicida uno o dos días. En términos creativos me gusta la idea y la ambición que tenía para interpretar a un Bruce Wayne mayor, decaído, deshecho. En eso nos centramos en la primera parte. Pero para una buena parte del público se volvió muy anticuado. En ese entonces hasta a mi hijo le daba miedo ver la película. Me di cuenta de que teníamos un problema. En ese momento el director quería seguir por el mismo camino y el estudio quería volver a atraer al público más joven, tenían objetivos opuestos. Dos entidades, dos personas, querían hacerlo diferente y es una mala receta.
No tengo la autoconciencia necesaria para saberlo. Pero he leído reseñas sobre mi trabajo, que en general sí leo, al menos las que escriben los críticos más importantes que conozco o me interesan. El otro día estaba leyendo una que resaltaba: “Desde luego, Affleck es extraordinario como protagonista dañado”, creo que decía. Pensé: “Ah ya, es mi especialidad”. Como el arquetipo de Perdida, entre ese personaje y un protagonista, o eso parece, pero todos sabemos que en el fondo es una persona profundamente dañada. Y eso me interesa. Todos estamos dañados, por eso somos complejos. Así que a lo mejor entro en ese juego. Además, llevo casi 30 años en esto, teniendo una vida pública o semipública. Imagina el efecto de esas historias —en especial ciertos años en los que fueron implacables, negativas y exageradas—, la impresión de un “protagonista dañado” tiene sentido. Porque sé, por ejemplo, que el público tiene una impresión muy distinta de [el actor] Matt Damon. La comparación clásica.
Ben Affleck: el actor que sigue vigente en Hollywood
Uf, cuando hicimos esa película no me di cuenta de que el público asumiría más o menos que éramos esos personajes. Para mí, cuanto más convincente fuera mi interpretación, mejor sería para mí porque el objetivo de hacer esa película, para Matt y para mí, era tener trabajo como actores. Fue fácil convencer a la gente de que así era yo porque así me conocieron. Lo curioso es que he leído algunas entrevistas que me hicieron en ese entonces y claramente quería utilizar las palabras más complicadas que conocía. Me sentía un poco como mi abuelo. Quería destacar que no era tonto, que era listo. Lo cual es desafortunado porque ese esfuerzo exagerado siempre tiene el efecto opuesto.
Ese es uno de los grandes logros de mi carrera, de los que me enorgullezco. Creo que, por lo menos, debe estar en el top cinco de comentarios de DVDs de todos los tiempos. Por cierto, nadie me reclamó. Dudo que alguien lo haya escuchado o que le haya importado en lo mínimo hasta años después. Es increíble que haya sido tan honesto. Todo lo que dije es cien por ciento cierto, pero ese es el punto. No se supone que debas serlo. Nunca esperé que la película fuera genial. Para mí era cuestión de hacer una película de acción en Hollywood y me emocionaba. Sí, durante la filmación me sorprendió que a veces no les importara para nada que las cosas tuvieran sentido. Recuerdo a Billy Bob [Thornton] teniendo una plática larga y tendida sobre una escena en el centro de control espacial, o como se llamara, en la que terminó diciendo: “No, está bien, ya no insisto. Me gusta actuar en películas que tienen sentido, ¿me explico? Pero a la chingada, no tenemos que hacerlo. Esta no va a tener sentido. A la chingada”. Fui el único que se dio cuenta de que esas reglas no operaban en el set. Pero también yo me sentía pequeño y la película era enorme. Me sentía como una hormiguita arriba de un elefante cuando hablaba hasta por los codos con Michael [Bay, director de Armageddon] sobre por qué era más fácil entrenar a operadores de una perforadora petrolera para ser astronautas que entrenar a astronautas a perforar un hoyo en la tierra.
Estrenó Mente indomable el mismo mes que otra película que según esto sería un desastre total, Titanic. ¡Ja! Terminó siendo un éxito rotundo, pero le benefició a nuestra película porque creo que todo mundo iba a ver Titanic y los boletos siempre estaban agotados, así que entraban a ver otra, la peli de los chicos de Boston con [el fallecido actor] Robin Williams. Así que para nada era ni me sentía famoso. Pero si existe una experiencia de la noche a la mañana, la tuve, porque los Oscar de ese año fueron los más vistos en los últimos 30 años por Titanic, increíblemente popular y que estuvo nominada. La inmensa mayoría de quienes vieron los premios, decenas de millones, no habían visto nuestra película, pero era un pequeño cuento de hadas muy atractivo. Estaba filmando Dogma y volamos a L.A. para los Oscar, después nos regresamos a Pittsburgh. Cuando llegamos recuerdo que había una multitud afuera de nuestros trailers destartalados, y me tomé fotos pensando: “Qué locura, voy a recordar esto siempre”. Supuse que sería pasajero. Tenía 25 años y me parecía irreal. Lo viví como esas películas en las que un personaje se mete al cuerpo de otro. Así se sentiría si entras al cuerpo de Ringo Starr o alguien así.
Era la vida de alguien más. Me tardé en procesarlo. Para responder tu pregunta, sí recuerdo ese cambio. Recuerdo sentirme diminuto. Después no me sentí enorme, sólo que me empujaron a los reflectores. Recuerdo no sentirme seguro. No sabía cómo comportarme, qué hacer, cómo gestionarlo. Hice algunas cosas estúpidas y me avergüenzan las tonterías que dije porque no sé, ¿estaba en Jackass o qué? ¿Por qué estoy corriendo desnudo en la parte trasera del escenario de los Óscar? ¿Es mi personaje? Puedes sentir que no eres bienvenido o que todo se acabará pronto. Así que por qué no hacer idioteces frente a la cámara si de todas formas te van a terminar corriendo. Me tardé en procesarlo todo porque no hay ningún manual.
Yo sí hubiera aceptado hacer Rescatando al soldado Ryan. Si Martin Scorsese me llamara y me ofreciera interpretar a un mesero, lo haría. Steven Spielberg es uno de los arquitectos cinematográficos más grandes de todos los tiempos. Lo mismo que Chris Nolan. A lo mejor voy a visitar a Matt sólo para ver a Nolan dirigir. No es broma.
No. Me he dado cuenta de que otros actores tienen distintos enfoques sobre la actuación. Para algunos es un juego de suma cero. Si una persona se queda con un papel, me estorba. Si se quedan sin piernas, entonces puedo subir un escalón de la fila que es muy larga o quedarme con ese papel. Para mí, le sacas provecho a lo que tienes. Jamás me pregunto por qué Marty contrata a Leo, deseando ser yo. Nunca. Si me voy a obsesionar con algo entonces será con mi desempeño como director. Si me preguntaras, ¿por qué te gustaría que te reconocieran? Si tuviera que escoger una cosa sería esa. Pero no me siento frustrado, al contrario, soy muy afortunado.
Porque es muy demandante. De lo único que me arrepiento de todas las películas que he dirigido es la cantidad de tiempo que me alejan de mis hijos. Me encanta hacer arte. Me encantó filmar The Town. Pero me ausenté por periodos largos de mis hijos. Me perdí momentos y no me gusta. En parte, lo maravilloso de este trabajo en Artists Equity es que trabajo en L.A. Acabamos a las 2:30, salgo para llegar a las 3:45 a la casa cuando a los niños los deja el transporte de la escuela. Puedo construir una vida en torno a eso. Y es lo más importante para mí, es lo que me hace más feliz.
Artículo publicado originalmente en GQ Estados Unidos.