En el mundo de Range Rover conducir es la máxima experiencia de innovación y lujo.
La primera vez que estuve frente al volante de un auto —en medio de un camino despejado, lejos del bullicio de las calles— me sentí tan pequeño. Como si ese artefacto circular fuese el pináculo de una máquina gigantesca. Luego, cuando conducir se volvió una tarea cotidiana, esta actividad tan mundana se volvió una de mis preferidas. Estar frente al volante ya no me inspiraba miedo. En un curioso giro, era yo quien ahora tenía, literalmente, en mis manos el control de aquella ‘máquina gigantesca’.
La sensación había cambiado y la mejor parte fue cuando descubrí que disfrutaba hacerlo. ¿La razón? Conducir, con la mira en el camino, se volvió un momento para pensar en todo aquello que se hacía presente en mi mente. De la misma manera que se presentaban baches, curvas, y semáforos antes de pisar el acelerado. Eventualmente, la siguiente vez que condujera, aquel pensamiento que entonces venía a mí habría quedado atrás y, como una metáfora, se vería a través del espejo retrovisor.
El lujo cotidiano
Varios años y kilómetros después, mucho se ha reflejado en el retrovisor y mi experiencia conduciendo ha cambiado. Varios son los volantes que han pasaron por mis manos, por supuesto, el último de ellos no fue el mismo de aquella primera vez. Tampoco fue en aquel camino despejado. Esta ocasión estaba frente a una Range Roger en París. En comparación con aquella vez, la sensación fue mucho más liviana. Primero frente a la Evoque y luego ante la Velar, todo se sentía tan familiar, pero al mismo tiempo era elevado. Esa es, desde mi perspectiva, la premisa de esta línea: abrazadores SUV's de lujo que transmiten la sensación de comodidad y familiaridad a quien la conduce y, claro está, también a quienes viajan en ella.
Un trayecto de 3 horas desde la Range Rover House en el corazón de París hasta la burbujeante región de Champagne, con una sola parada intermedia, podría sentirse abrumadora —tanto frente al volante como detrás del conductor— en cualquier vehículo. Pero la Range Rover Evoque —la primera que conduje en mi trayecto de ida— no es un vehículo cualquiera. En realidad, es una cómoda SUV híbrida cuyo sistema de tracción te hace sentirte seguro en todo momento, además de adaptarse a las necesidades propias, incluida la de ahorrar combustible.
Por supuesto, el lujo debe tender puentes con la tecnología. Es por eso que la firma británica ha mejorado su última Evoque con el Pivi Pro, que entre sus bondades incluye un sistema de navegación con autoaprendizaje y una consola con pantalla táctil de vidrio flotante que hace que mantener la vista en el camino para disfrutar de las vistas, sea mucho más sencillo —en especial cuando tienes el Art Nouveau de las calles parisinas y los viñedos de Champagne frente a ti—.
Pero la sofisticación no solo está en el sentido utilitario. Un detalle que se percibe apenas entras a la Range Rover Evoque es el revestimiento de los asientos, a diferencia de los acabados en cuero que distinguen a otros autos de lujo, la firma de JLC ha optado por un textil de lana que resalta tanto al tacto como a la vista.
Ese mismo atractivo se expande en la Range Rover Velar, descrita como “la visión de futuro” de la marca, pues es un modelo híbrido eléctrico enchufable de diseño minimalista que se percibe mucho más espacioso. Al conducirlo, cualquier amante del automovilismo se sentiría seducido ante la manera en que este PHEV pase del motor eléctrico de 105 kW al motor Ingenium de gasolina.
Otra de las razones detrás de la experiencia de conducción tan estimulante es la conciencia del bienestar. La marca Range Rover no solo se esfuerza por transmitir su lujo modero, también se encarga de crear un entorno agradable a través de su diseño cómodo y un sistema de purificación del aire para garantizar que el aire que respiras es mucho más limpio y con niveles de CO2 controlados.
Y si bien, desde un punto esencial, conducir una Range Rover continúa siendo una actividad mundana. Lo cierto es que frente al volante, cada detalle hizo de esta una experiencia elevada que deja un mayor espacio para contemplar aquello que queda atrás en el retrovisor.
