Ryan Gosling se suscribe a lo que él llama un estilo actoral tipo escape-room. Esto es simplemente un decir, porque en realidad nunca ha vivido este formato de juego de escapismo y no está totalmente seguro de lo que sucede en él. “Tal vez debería ir a uno para ver si esto realmente funciona”, dice. Pero, en general, la idea es: te lanzan a un conjunto de circunstancias particulares y tienes que encontrar la salida. Tal vez te presentas en el set un día y está lloviendo cuando se supone que no debería ser así, comparte Gosling, “o esta persona no quiere decir nada de ese diálogo, o el vecino tiene un soplador de hojas y no lo apaga”. ¿Qué haces entonces?
Con el tiempo, Ryan descubrió que este enfoque podría aplicarse a algo más que actuar. Tal vez, por ejemplo, eres un niño que crece en una ciudad en la que no quieres estar y te la pasas tratando de encontrar una salida. Quizás estás buscando algo que no puedes poner en palabras y haces películas para precisar lo que sea que estés buscando. Tal vez eres una persona que nunca imaginó tener una familia y luego conoces a la persona que cambia, de una manera radical, cómo te ves a ti mismo y cómo ves tu futuro. La vida viene a ti, en todos sus detalles imprevistos y sorprendentes; lo que te hace un artista es la forma en que respondes.
Y estar abierto a lo inesperado ha sido muy útil para el actor Ryan Gosling. Cuando era joven, su primera oportunidad real se produjo en una película, The Believer (2001), sobre un niño judío de Nueva York que se convierte en neonazi. El actor no era ninguna de estas dos cosas, algo que le gustó al director del proyecto, Henry Bean. “El hecho de que yo no fuera realmente adecuado para eso fue, exactamente, la razón por la que él pensó que yo era perfecto”, comparte Ryan. Unos años más tarde, cuando estaba audicionando para The Notebook, el director, Nick Cassavetes, “me dijo directamente: ‘El hecho de que no tengas cualidades naturales de protagonista es la razón por la que quiero que lo seas en esta cinta’”. Todos sabemos lo que ocurrió después: Gosling consiguió el papel y, desde entonces, ha sido el protagonista.
Presencias y ausencias
En su juventud, Ryan Gosling trató la actuación un poco como una terapia o una oportunidad para “enseñarme a mí mismo sobre mí mismo”. Estaba en busca de experiencias, de películas que pudieran capturar un estado de ánimo o un sentimiento. A veces, lo que apenas hacía era actuar. “Aunque creo que Ryan ha visto muchas cintas, la forma en que actúa es como si, en realidad, no hubiera visto tantas”, dice Emily Blunt, quien lo conoció en el set del nuevo largometraje de David Leitch, The Fall Guy. Para Blue Valentine de 2010, Gosling vivió durante un tiempo con su coprotagonista, Michelle Williams, en la casa donde rodaron la película. Para Drive de 2011, él y el director, Nicolas Winding Refn, pasaron días conduciendo por las calles de Los Ángeles, escuchando música y cortando el diálogo de su guion, lo que hizo que el filme fuera meramente sobre esa sensación que ambos compartieron a bordo del auto. “Estaba tratando de encontrar un sitio para poner todas estas cosas que me estaban ocurriendo”, asegura el actor. “Y estas películas se convirtieron en formas de hacerlo, como cápsulas del tiempo”.
Para Only God Forgives, el siguiente proyecto de Winding Refn, Ryan pasó meses en Tailandia antes de comenzar el rodaje, entrenando en campamentos de muay thai y aprendiendo a pelear. “Y no creo que haya hecho muay thai ni una sola vez en toda la filmación”, confiesa.
Y luego sucedió algo interesante. O tal vez, como la vida misma, simplemente ocurrieron cosas y la forma en que trabajaba Gosling comenzó a cambiar. Para 2014, él y su pareja, Eva Mendes, con quien protagonizó The Place Beyond the Pines, tuvieron a su primera hija; y luego, en 2016, a la segunda. Ambas niñas. Ryan comenzó a actuar en menos cintas independientes y se involucró en más proyectos de estudio, como La La Land y Blade Runner 2049. Estas eran películas, como Gosling me las describe, “para una audiencia”. Después, durante cuatro años, no apareció en nada.
La explicación de Gosling acerca de su ausencia en Hollywood es sencilla: él y Mendes habían tenido a su segunda hija “y querían pasar todo el tiempo que pudieran con ellas”. Ryan no es una de esas personas que se imaginan a sí mismos como padres: el momento en que lo pensó por primera vez, dice, fue en el instante previo a convertirse en papá: “Eva dijo que estaba embarazada”. Pero, agrega: “Me alegro de no haber tenido control sobre mi destino de esa manera, porque fue mucho mejor de lo que jamás habría soñado para mí”.
Cuando Ryan Gosling finalmente volvió al cine, fue para The Grey Man, el año pasado, un espectáculo de acción dirigido por los hermanos Russo para Netflix. Y luego para Barbie, dirigida por Greta Gerwig. Él asegura que el tiempo fuera consolidó ciertos cambios en su actitud hacia su trabajo. “Lo trato más como un trabajo ahora, y no como si fuera, ya sabes, una terapia”, se confiesa con GQ.
Tal vez no sea coincidencia que los proyectos por los que gravita ahora, que incluyen otra gigantesca película de acción, The Fall Guy —que Leitch, el director, describe como “una carta de amor a las grandes películas”, y cuyo rodaje en Australia acaba de finalizar—, parecen tener más y más aspiraciones de complacer a la multitud. “Siempre quise hacerlo”, dice Ryan. “Realmente nunca tuve una oportunidad como ésta, o nunca funcionó de esta manera. Me tomó mucho tiempo entrar en películas más grandes y comerciales. Tuve que tomar la puerta trasera”.
Cuando era más joven y hacía cintas independientes, a menudo lo hacía con la expectativa tácita de que no mucha gente las vería. “Así que haces la película para ti mismo”, asegura. Alguien le había dado un consejo una vez: tu trabajo es únicamente sentirlo. “No importa si alguien más lo hace”, dice el actor. “Pero creo que, después de haber hecho mucho de eso, me doy cuenta de que siento que mi trabajo es que otras personas sientan. Y está bien si yo lo hago, pero ese no es realmente el punto. El punto es que otras personas lo hagan”.
De Cornwall, Ontario, el lugar donde creció, a Toronto, donde comenzó a asistir a audiciones cuando era un niño actor, era “un viaje en tren como de cinco horas”, dice Ryan Gosling. Comparte esto, en parte, porque los dos estamos en un tren en este momento: el Pacific Surfliner, que sale de Los Ángeles y va a lo largo de la costa. Algo que él nunca había hecho y quería hacer. Caminamos juntos por Union Station hasta el andén y vimos a un montón de viajeros: familias rodeadas de equipaje, gente sin otro lugar a dónde ir simplemente matando tiempo y niños con atuendos alegres que bien podrían ser los extras de La La Land.
“Déjame asegurarme de que está a cinco horas de Cornwall”, me dice Ryan, dejando de lado el vaso de Starbucks que dice “Freddie” y sacando su teléfono. “No quiero empezar a auto-mitificarme. Fueron cien horas en un tren”. Guarda el smartphone: “Cuatro horas y 15 minutos”. Margot Robbie, quien produjo y protagoniza Barbie junto a él, lo llama “un pensador excesivo”. Si Gosling dice algo, explica ella, “luego, 40 minutos después, se acercará y me preguntará: ‘¿Sabes cuándo dije eso? Sólo quiero aclarar que lo que quise decir fue, bla, bla’. Y yo le responderé: “¿Por qué sigues pensando en eso?”.
Héroe de acción y muñeco incomprendido
Para nuestro encuentro, el actor dos veces nominado al Oscar porta unas botas y chaqueta utilitaria. A sus 42 años, tiene pequeñas y joviales arrugas alrededor de los ojos. Puedes ver a lo que Nick Cassavetes se refería: sus rasgos, anchos y un tanto “traviesos”, son poco convencionales. A pesar de haber interpretado a varios hombres violentos en diferentes proyectos, en persona se lee entre reservado y tímido. “Es muy gentil”, dice Blunt. “Le gusta ser como una especie de detective. Es más detective que macho alfa, ¿sabes?”. Pero en estos días es imposible evitar que la gente lo voltee a ver. En el tren, los teléfonos sobresalen de otras filas en ángulos poco naturales y el cobrador de nuestro vagón viene una y otra vez para ofrecerle bocadillos.
En Barbie—blockbuster ambicioso que intenta honrar a las generaciones de niños que jugaron con la muñeca, al tiempo que presenta nuevas y sofisticadas políticas de género, aborda el concepto de mortalidad y hace un irónico homenaje de apertura al 2001: Odisea en el espacio de Kubrick—, Gosling da vida a Ken, el querido muñeco que orbita alrededor de Barbie, interpretada por Margot Robbie. Ken no aportaba mucho antes de que Ryan y los realizadores llegaran a él. “Para Ken”, asegura el actor, “su trabajo es la playa. Durante 60 años, ese ha sido su oficio. ¿Qué diablos significa eso?”.
Greta Gerwig, quien además coescribió la película con su pareja, Noah Baumbach, asegura que, en cuanto al tono, estaban tratando de lograr un delicado equilibrio con Ken, como lo hicieron con toda la cinta: se supone que debe ser divertido, porque es una película sobre muñecas; pero también que esté llena de sufrimiento y drama, porque, bueno… es una película sobre muñecas. Y Ken, siempre una ocurrencia tardía, es quizá el más divertido y triste de todos. Gerwig dice que eligió a Gosling porque “hay una cualidad en la actuación de Ryan, incluso cuando es hilarante: nunca es el actor que está fuera del papel comentando o juzgando a esta persona. Él no trata de hacerte saber que Ryan Gosling sabe que esto es una tontería. Lo hace de una manera que asume todas las humillaciones posibles del personaje como propias”.
Algunas personas con las que he hablado, incluido el propio Gosling, no han expresado desconcierto sino curiosidad acerca de cómo Ryan terminó en una película producida por Mattel sobre un juguete para niños (incluso Robbie bromea sobre esto cuando hablamos: “Dijimos: ‘Acaba de hacer una película llamada First Man... Y luego The Grey Man... ¡Tal vez esté listo para hacer Barbie! Quizá quiera hacer algo ¡totalmente opuesto!’”). Parte de esto, dice Gosling, en realidad se relaciona con los juguetes infantiles: sus hijas juegan con Barbies y más o menos con Ken. “Lo vi boca abajo un día, en el barro, junto a un limón aplastado”, confiesa, “y en ese momento pensé que la historia de este tipo necesitaba ser contada”.
Pero otra razón por la que se sintió atraído por la película se relaciona, en cierto modo, con el viaje en tren de cuatro horas y 15 minutos que solía hacer, solo. Ryan Gosling regresa mucho en la conversación a este período particular de su vida. La historia, brevemente: Cornwall olía a huevos podridos, debido a la fábrica local de papel, donde trabajaba su padre y algunos de sus tíos. Sus papás se separaron. Fue criado en la iglesia mormona. No tenía muchos amigos ni le fue fácil la escuela. También tenía un tío que imitaba a Elvis y había algo en sus shows que hacían que Gosling quisiera actuar. “Aquí estaba una especie de puerta deslumbrante número tres con signos de interrogación”, dice Ryan, “y entré en ella”.
Gosling confiesa que fue este tío el primero que le dio una idea de cómo el arte puede transformar tanto a las personas que lo hacen como a quienes lo observan: Ryan lo ayudaba con sus espectáculos y luego lo veía convertirse en otra persona cuando actuaba, alguien diferente y más lleno de vida.
Fue entonces que el actor canadiense comenzó a preguntarse: ¿Cuál es mi talento? Empezó a hacer audiciones y las audiciones lo llevaron a ser seleccionado, a los 12 años, para The All-New Mickey Mouse Club de Disney, junto a Justin Timberlake, Christina Aguilera y Britney Spears. A diferencia de sus compañeros, no dejó mucha marca allí. “Todo el mundo estaba en el nivel de prodigio, y yo, ciertamente, no lo era. No sabía por qué estaba allí. Es por eso que no funcioné, era como si me disfrazaran de hámster o me pusieran de fondo en la canción de alguien. Pero, en cierto modo, fue una gran experiencia porque me ayudó a descubrir en qué no iba a ser bueno. Lo cual también es importante aprender”.
En lo que resultó ser bueno, a la larga, fue en interpretar a cierto tipo de joven inquietante e intenso en películas independientes. Y así lo hizo durante años. Pero dentro de él siempre vivió el espíritu de un niño “disfrazado de hámster” actuando para cualquiera que lo mirara. Y comparto la siguiente parte de nuestra conversación más o menos palabra por palabra, porque creo que hay mucho de Ryan Gosling en ella: el escepticismo de la terapia sucedánea en la que puede convertirse una entrevista en una revista; el instinto de protegerse a sí mismo; la sinceridad que es, sin embargo, su modo; y el ritmo cómico, que es asombrosamente similar al de cualquier número de personajes que le hemos visto interpretar en pantalla.
¿Qué crees que pensaría el joven Ryan al ver hasta dónde has llegado?
“Um, ¿qué diría el joven Ryan? En primer lugar: ‘Oye, joven Ryan, cálmate. Este tipo, Zach, me pidió que volviera y hablara contigo’”. [Risa impotente]. “‘No preguntes cómo. No preguntes por qué, no tengo tiempo. Estamos en un tren y el tren va a parar, así que... [Pausa] Vas a estar en una película de Barbie’”.
Y continúa, ya sin representar una escena: “Mira, la ironía es que no crecí viendo cintas independientes. No teníamos un cine con películas de autor. No sabía nada sobre el tipo de obras en las que me involucré al inicio de mi carrera, ¿sabes? No tenía ningún marco de referencia real. Todo lo que tenía era mi conocimiento de Blockbuster”.
En la tienda de videos a la que iba en Cornwall, “todas eran películas más grandes y la mayoría de ellas eran cintas de acción o comedias”, comparte. “Por eso me encantaban las películas. Fueron esos títulos los que me dieron ganas de dedicarme a esto. Obviamente, aprendí más sobre el cine y me siento muy afortunado de haber podido hacer las películas que he hecho. Pero es genial estar en una fase de mi vida en la que puedo hacer el tipo de cosas que me inspiraron a hacer películas en general”, asegura a GQ.
“Entonces [bromea], a este niño al que quieres que vaya y le hable, seguramente le gustaría más Barbie que The Believer”, sentencia Ryan. “Hay algo en este Ken que realmente, creo, se relaciona con esa versión de mí mismo; con el tipo que se ponía los pantalones Hammer, bailaba en el centro comercial y olía Drakkar Noir y a flequillo con Aqua Net. Le debo mucho a ese chico. Siento que me distancié muy rápido de él cuando comencé a hacer películas más serias. Pero la realidad es que él es la razón por la que tengo todo lo que tengo”.
Gosling dice que ha estado pensando mucho en ese niño recientemente: “Él no sabía lo que estaba haciendo o por qué lo estaba haciendo, simplemente lo hacía; y le debo toda mi vida. Desearía haber estado más agradecido en ese momento”. Asegura que pasó mucho tiempo en el set de Barbie comulgando con esta versión más joven de sí mismo, esa que no tenía ni idea, pero que hizo todo con total seriedad. “De verdad tuve que regresar y ponerme en contacto con ese chico”, confiesa, “agradecerle y pedirle ayuda”.
Apariencias
En estos días, Ryan Gosling vive en un pueblo tranquilo al sur de California. Como lleva a su familia a la ubicación de cada película que filma, su objetivo es hacer únicamente una cinta, más o menos, por año. La mayor parte del tiempo, dice, simplemente está en casa. Él y Eva Mendes no tienen niñera; hagan lo que hagan, lo hacen ellos mismos. Ryan es francamente romántico sobre su vida con sus hijas y Eva. Como padre, cada vez que no sabe qué hacer —lo que sucede de vez en cuando— se apoya en su esposa. “Ella sabe lo que es importante, siempre. Simplemente lo sabe de alguna manera. Entonces, si alguna vez sobrepienso al respecto, sólo le pregunto”.
En el pasado, buscó la vida y la inspiración creativa en lugares extremos. En 2014, escribió y dirigió Lost River, una película que surgió de un viaje regular que había estado haciendo a Detroit con una cámara, únicamente para filmar edificios en descomposición. La cinta es un sueño febril: violento, paranoico, surrealista. Gosling sigue orgulloso de ella. Pero en estos días, dice, “todas las cosas que están sucediendo en casa son más divertidas e inspiradoras que cualquiera de las cosas que encontré cuando estaba en edificios abandonados buscándolas”.
Debido a que no ha trabajado mucho desde 2018, ha estado mayormente fuera del ojo público, pero eso pronto cambiará con Barbie. Cualquiera que haya visto a Gosling en un programa de entrevistas sabe que tiende a ser un embajador carismático y genial para cualquier proyecto que esté promocionando. Pero no disfruta hablar de sí mismo, algo que sé porque me lo dice varias veces mientras nuestro tren avanza por la costa. “Personalmente, no ha sido útil para mí comenzar a auto-patologizarme o contar una historia sobre el porqué o pretender siquiera entender todas las maquinaciones del porqué. Muchas de las veces estaba operando sólo por instinto. Era una sala de escape”, responde cuando le pregunto cuál es la fuente de su incomodidad.
“Siento que observa los matices de todos con tanta atención, que en algún momento creo que todos serán absorbidos y aparecerán en una película, en un personaje”, comparte Emily Blunt. También dice que tenía la misma sospecha que yo tengo ahora. “Estoy segura de que es una estrategia de desvío”, dice riendo. “Estoy convencida de que le conté muchos más secretos íntimos de los que él me compartió. Tiene bastante talento para eso”.
Es encantador; también es comprensible. Si tienes cierta edad, recordarás bien el frenesí de principios de la última década en torno a él. En particular, la apariencia de Ryan Gosling, que fue objeto de interminables publicaciones de Tumblr y conversaciones. “Creo que lo avergüenza de alguna manera”, dice Blunt acerca de la percepción pública de Gosling como una especie de cruce entre el novio perfecto y el hombre más cool, “porque no es lo que siente. Tuve la sensación de que no era realmente lo que él sentía sobre sí mismo”.
Al principio de su carrera, Ryan solía hablar sobre haber sido criado por una madre soltera que era atractiva y lo aterrador que encontraba la energía depredadora que emanaba de los hombres con los que salía; también de lo incómodo que se sentía por la forma en que la gente se relacionaba con ella (Gosling dice que Lost River, con su retrato de un niño y su madre en apuros, interpretada por Christina Hendricks, se refería explícitamente a este sentimiento que tenía cuando era pequeño). Ahora asegura que nunca hizo la conexión entre su madre y la atención que su propia apariencia comenzó a despertar a medida que se hizo famoso; e hizo todo lo posible para despersonalizar el foco que estaba recibiendo. Pero toda la experiencia, admite, fue “confusa”.
Y ahora parece estar sucediendo de nuevo. Después de que se lanzó el tráiler de Barbie, los fanáticos en las redes sociales comenzaron a debatir si Gosling estaba demasiado curtido y maduro para interpretar a Ken. Una conversación que, con el tiempo, llegó a las páginas del New York Post y varios otros tabloides. La respuesta del actor a esto es, al menos inicialmente, diplomática y un poco divertida: “Yo diría que si la gente no quiere jugar con mi Ken, hay muchos otros Ken con los que jugar”.
Más tarde, sin embargo, vuelve a sacarlo a colación: “Es divertida esta suerte de protesta tipo #notmyken. ¿Alguna vez pensaste en Ken antes de esto?”. Como aseguró al inicio de nuestra conversación, éste es un tipo cuyo trabajo es la playa. “Y todos estaban bien con eso, con que tuviera un oficio que no es nada. Pero de repente, están en la línea de: ‘No, nos hemos preocupado por Ken todo este tiempo’. No, no lo hiciste. Nunca te importó. Barbie nunca se acostó con Ken. Ese es el punto. Si alguna vez te hubieras preocupado por Ken, sabrías que a nadie le importaba. Así que su hipocresía está expuesta. Es por eso que su historia debe ser contada”.
Ryan Gosling se recupera y se ríe. “Ahora me preocupo por él. Soy como su representante: ‘Ken no pudo presentarse para recibir este premio, así que estoy aquí para aceptarlo por él’”.
Ryan más allá de Gosling
Un día, por teléfono, la directora Greta Gerwig me cuenta una historia. Tiene lugar antes de que comience el rodaje de Barbie, cuando ella y Margot Robbie organizan una pijamada para las actrices que interpretan a las diferentes Barbies del elenco. Los Ken también están invitados a pasar, pero Gosling no puede asistir. A mitad de la fiesta se escucha un golpe en la puerta. “Es un hombre escocés, con un kilt completo. Apareció y tocó la gaita”, comparte la directora. Dice que Gosling lo había enviado. “Luego leyó un discurso de Braveheart. Y, en seguida, se fue.”
Cuando le pregunto a Ryan por qué Braveheart y, específicamente, por qué el momento en que Mel Gibson les dice a un grupo de hijos de Escocia que los ingleses pueden quitarles la vida pero nunca su libertad, él responde: “Bueno, a veces, sólo necesitas oírlo”. Greta dice que Gosling “siempre puede sentir cuál sería la cosa más deliciosamente divertida que puede hacer. Y la hace”.
Gosling y yo salimos del tren, sin hablar de nada en particular: la infancia, chaquetas deportivas, la forma en cómo hacerse el cool puede convertirse en un miedo a intentarlo del todo. “Como el hecho de pensar que estás ganando al no intentarlo”, dice. “O al menos mostrar que no lo estabas intentando. Pero se vuelve contraproducente un poco más tarde, cuando en realidad empiezas a no intentarlo para ganar”.
Yo asiento ante la profundidad de lo que dice. Él prosigue: “Y luego te das cuenta de que eso es realmente lo que es perder. Simplemente, es no intentarlo.”
A lo que yo respondo: ¡Sí! Y dice, porque sabe que ahora me tiene: “Y todo lo que tenías que hacer era mirar Rocky para darte cuenta de que únicamente intentarlo es ganar”.
Empiezo a reírme de que lo que me ha inspirado tanto es una ligera paráfrasis del discurso que Rocky da en cada cinta de la saga.
Entramos en un restaurante no muy lejos de la estación, con mesas cómodas y no mucha gente alrededor, y dividimos un montón de comida mientras el sol comienza a ponerse afuera. Está tranquilo y a medida que llegan nuestros platos y el mesero viene unas cuantas veces más para ver cómo está, Ryan habla un poco más sobre por qué desconfía de estas conversaciones, que “pueden convertirse en terapia, lo cual es malo, por obvias razones”.
O a veces, dice, “puede sentirse como que entras con jeans y sales con pantalones rotos. Y el bolsillo no es lo único que se ve, ¿sabes a lo que me refiero?”. Me río de nuevo y comenzamos a negociar el largo de los jeans metafóricos con los que se irá esta vez. “¿Qué tal un capri?” propone. ¿Solo el tobillo? “Sí. Un poco de tobillo. ¿Trato?”.
Me río y digo trato, aunque no lo digo en serio, y me excuso para usar el baño. Cuando regreso, él ya ha hecho arreglos para liberarse, y cuando vuelvo a sentarme en la cabina, ahora vacía, nuestro mesero se acerca con todos los postres del menú, además de algunos que no anuncian, cortesía de Gosling, colocando platos de helado uno por uno mientras observo al propio actor escapar por la puerta principal.
“Me estoy arrepintiendo un poco del tren”, dice el actor unas semanas después. “Creo que su naturaleza nostálgica y el hipnótico movimiento de balanceo me hicieron meditar y mitificarme más de lo que pretendía”. En la pantalla de mi computadora, su cabello rubio de Ken está cubierto por un sombrero que anuncia la compañía de equipos de construcción Caterpillar. Hay paneles de madera detrás suyo y la luz del sol frente a él proviene de algún lugar que no puedo ver. Es domingo y Ryan se recupera del día anterior: el cumpleaños de una de sus hijas. “Creo que hice más de 30 pizzas y más de 40 bebidas de espresso”, asegura. “Y dado que mi padrastro es romano, creo que todas esas cosas podrían ponerme en línea para solicitar mi ciudadanía italiana”.
Hoy, está a punto de subirse a un automóvil para ir a una proyección anticipada de Barbie y colarse en la parte de atrás para ver la cinta por primera vez con una audiencia. Pero, primero, tiene algunas opiniones sobre sus opiniones anteriores: “Creo que estaba hablando de edificios abandonados, cápsulas del tiempo y esas tonterías. Eso está bien, me parece, entre dos muchachos que son papás en un tren. Pero si pones esas cosas entre comillas encima de un tipo con un guardapolvo rosa con una camisa rota, la aguja del medidor de tonterías comienza a romperse”.
También quiere disculparse. “Perdón por todo el helado”, dice. “Pensé que serían cosas que podrías llevarte a casa”. Hace una pausa. “¿En qué más estaba pensando?” Y luego recuerda. “Cuando me preguntaste sobre Eva y los niños”, dice, “creo que dije que no pensaba en los niños hasta que me dijo que estaba embarazada. Eso no es realmente cierto. No quería compartir demasiado, pero ahora tampoco quiero tergiversar. Quiero decir, es cierto que no estaba pensando en niños antes de conocerla, pero después me di cuenta de que no quería tener hijos sin ella. Y hubo momentos en The Place Beyond the Pines en los que pretendíamos ser una familia y me di cuenta de que ésta sería una vida que tendría mucha suerte de tener”.
Le pregunto a Ryan por qué no dijo eso la primera vez, dado lo agradable y genuino que es el sentimiento. “La verdad no quería ahondar en ello”, confiesa. “Pero me di cuenta de que estaba tergiversando la realidad”.
En las semanas transcurridas desde que Gosling y yo hablamos por última vez, pasé algún tiempo hablando por teléfono con personas que lo conocen, incluido, Harrison Ford, quien actuó con él en Blade Runner 2049. Ford, quien es muy conocido en Hollywood por su enfoque sensato del negocio, describió con aprobación a un hombre al que admiraba, pero que nunca llegó a conocer realmente. “Creo que salimos a cenar una vez”, dice Harrison. “Pero en el set, es un placer trabajar con él. A los dos nos gusta más actuar que hablar sobre la actuación. Y es uno de esos tipos que simplemente llega y lo hace”.
Filmaron la cinta juntos, la promocionaron y luego, según Ford, no se habían vuelto a hablar. Ryan ahora lo confirma. “La última vez que lo vi, estábamos comiendo hamburguesas en el estacionamiento del Apple Pan después de una proyección de Blade Runner”. La idea, entonces y ahora, dice Gosling, es hacerlo, marcharse y no dejar constancia de qué o por qué más allá de eso. Qué decir de la nueva película, entrar y salir. Ahora me mira y suspira, como si no quisiera que sucediera el resto. “A ver, sólo quería montar el Surfliner y hablar sobre Barbie, ¿sabes?”.
Artículo publicado originalmente en GQ US.