Como alguien que se gana la vida viendo la televisión, me dispuse a ver la segunda temporada de Severance con pocas expectativas. ¿Qué probabilidades había de que una serie tan ingeniosa fuera capaz de mantener todas sus –extrañas– bolas en el aire? Pero ¡alabado sea Kier Eagan!
Después de casi tres años de espera, nuestros drones existenciales de oficina regresan a Lumon Industries –y a AppleTV+ a partir de este viernes– con un nuevo propósito y con toda la extrañeza y astucia de la serie intactas.
Reseña de la temporada 2 de Severance
“Bienvenido, Mark S, ha pasado un minuto”, saluda el señor Milchick (Tramell Tillman) de Lumon a Mark S (Adam Scott) en el estreno de la segunda temporada de Severance, entregándole un ramo de globos con la cara de Mark impresa. Como empleado despedido, el “innie” de Mark no ha experimentado en absoluto el paso del tiempo: su conciencia solo despierta cuando se abren las puertas del ascensor de la oficina en su piso de trabajo. Pero a los espectadores les puede parecer que ha pasado toda una vida desde el cliffhanger de la temporada pasada, cuando Mark y sus compañeros “innies” se colaron en el mundo de sus “outies” e hicieron algunos descubrimientos incómodos. No te sientas mal si no recuerdas todos los matices de la trama; te recomiendo encarecidamente que veas los últimos episodios de la primera temporada para prepararte para el regreso a Lumon, o que leas este resumen con todo lo que debes recordar antes de la temporada 2 de Severance.
Tras la sublevación de Mark y sus compañeros de oficina de Macrodata Refinement, Helly (Brit Lower), Dylan (Zach Cherry) e Irv (John Turturro), los cuatro se han convertido en “la cara de la reforma de las separaciones” en el mundo exterior, según Milchick. “Los encerré en una habitación como animales”, les comenta, haciendo una pantomima de remordimiento corporativo. En esta nueva era, les promete otros beneficios como mejores golosinas en las máquinas expendedoras y permisos para que circulen por los pasillos con más libertad. La libertad es un término relativo para los Cuatro de Macrodata, por supuesto; todo su mundo está confinado dentro de las paredes de la oficina. Pero de algún modo han conseguido forjar relaciones que siguen desarrollándose de forma complicada esta temporada.
¿Cómo no iban a ser complicadas? Cuando los cuatro innies se transportaron brevemente al mundo de sus outies, Mark descubrió que la “consejera de bienestar” de Lumon, la señorita Casey (Dichen Lachman), es en realidad la esposa –supuestamente muerta– de su outie, Gemma; y Helly se dio cuenta de que en el mundo de su outie, ella es Helena Eagan, hija del CEO de Lumon. Todo esto les va a trastocar la cabeza, ya que cada uno tiene que decidir cuánto de esta nueva información quieren compartir con sus compañeros innies. También se ven obligados a contemplar hasta qué punto les definen las elecciones de sus alter egos, y si tienen alguna responsabilidad en ellas. “Hablando por mí, no creo que les debamos un carajo”, declara Helly en un momento dado. Está profundamente resentida con su outie, que cree que la trata como a una esclava o un juguete. “Me controla a mí, a todos nosotros y a esta empresa: es repugnante”.
Severance, temporada 2: innies contra outies
Éstos son los hilos de los que Severance sigue tirando toda la temporada, como si se puede ser una buena persona a un lado del espejo y una pésima persona al otro, y cómo las dos versiones de cada uno han resultado tan diferentes. “Ahí arriba no es nuestro mundo. Eso es lo que vi”, manifiesta Irv, rebosante de dolor tras ver a su amado Burt innie (Christopher Walken) en su casa de outie con otro hombre. Luego está la cuestión de qué les ocurriría a los rebeldes innies si realmente descubrieran y expusieran las fechorías de la compañía, ya que sus conciencias solo existen dentro de Lumon. Sin embargo, es la búsqueda de Mark de su esposa lo que impulsa gran parte de la temporada, proporcionando una especie de columna vertebral de la que irradian todos los demás misterios.
Muy pocas series de TV funcionan a tantos niveles. Severance fusiona el thriller existencial, la ciencia ficción distópica, la crítica empresarial, el drama romántico, la comedia de colegas y el poema visual, con una buena dosis de horror corporal. He estado volviendo a ver la Twin Peaks original junto con Severance, y aunque el equipo creativo formado por Dan Erickson y Ben Stiller juega en un terreno estético totalmente distinto al del recientemente fallecido director David Lynch, también exploran algunos de los mismos dilemas psicológicos y comparten la afición por inyectar el mal humor y lo extraño en la vida cotidiana. (En lugar de búhos, piensa en cabras.) La lista de detalles de la trama que los críticos tienen prohibido revelar es casi tan larga como las enseñanzas de los fundadores de Lumon, pero puedo decirte que la serie se sumerge en desorientadores abismos esta temporada. Hay una salida al retiro corporativo más espeluznante del mundo y una serie de personajes nuevos, entre ellos los maravillosos interpretados por Merritt Wever y Gwendolyn Christie.
Sin embargo, son los cuatro personajes principales de Severance los que se meten en nuestra piel. Cada uno de ellos se va definiendo mejor a lo largo de la temporada, y la narrativa oscila entre sus vidas de innie y outie. La actuación de Lower está particularmente matizada en el papel de las dos Helly, y es un placer ver a Cherry como Dylan. Antes era sobre todo una fuente de comentarios inteligentes, pero ahora está atrapado entre sus dos mundos, y cada vez aporta una dulzura más conmovedora a su dilema. Otro personaje destacado de esta temporada es Tillman, que interpreta a Milchick, un intermediario alegremente engreído. Parece consciente de que quizá tenga que pisotear su propia humanidad para cumplir con éxito las órdenes de sus jefes, sean cuales sean.
No todas las tramas funcionan, y parece que cada vez que se resuelve –o casi– un misterio, los guionistas dejan caer otro en su lugar. Pero el equipo de Severance vuelve a la carga con una temporada absorbente y reflexiva sobre multimillonarios explotadores, engaños corporativos y el deseo de escapar de la miseria del mundo real. No se me ocurre una forma más apropiada de empezar 2025.
Artículo publicado originalmente en Vanity Fair.