#Yomequedoencasa

#YoMeQuedoEnCasa: una reflexión e invitación a hacerlo

Urbano Hidalgo, director editorial de GQ México y Latinoamérica, comparte un mensaje y reflexión sobre la importancia de quedarse en casa durante estos tiempos difíciles que atraviesa el mundo. 
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Yo me quedo en casa. Hoy les quiero contar algo personal. Me siento algo raro, ya que se supone que quienes nos dedicamos a la información nunca debemos ser parte de una historia o mezclarnos con un suceso y tenemos que mantener la distancia deontológica del dato y la precisión en un reportaje, salvo que nuestro texto esté bendecido por la palabra editorial. Las opiniones las carga el diablo y todos tenemos una, algo muy peligroso en tiempos tenebrosos y redes sociales de turbas enfurecidas (muchas veces con razón) frente lo que nos rodea.

Además de las obvias razones de evitar el contagio o (peor aún) propagar este virus Covid-19 que nos ha demostrado en pocos días lo rápido que puede volverse nuestro (creíamos) cómodo mundo del revés, tengo mil y una razones para mantener mi distancia de seguridad, mi distancia social y hasta mi distancia mental de la crisis que está asolando el mundo y que, salvo que tomemos las medidas adecuadas romperá las costuras de toda América Latina, que aún tiene, como decía Galeano, las venas abiertas y las heridas (económicas, sociales, vitales) sangrando por sus articulaciones. Por eso, yo me quedo en casa.

Llevo tres años cambiando de departamento con una frecuencia mayor de lo que me gustaría. Buscando el espacio idóneo y el entorno amigable que me permita, como morada de guerrero, descansar de las batallas diarias. Por fin creo que lo he conseguido. Y se me ocurren mil razones más para permanecer en mi hogar y decir #YoMeQuedoEnCasa. Estos días en los que el tiempo muestra de verdad su carácter relativo -hay momentos en los que se va como el agua entre las manos y otros en los que se dilata como globo Montgolfier, nunca antes entendí tan claro al maestro Einstein- y en los que se ha trastocado por completo nuestra percepción de lo que es prioritario y lo absolutamente accesorio, quiero regresar mi mirada a mi entorno inmediato. A lo que tengo al alcance de la mano. Porque si no tomamos todos conciencia de lo que realmente esta epidemia hace y significa, tomamos nosotros la sartén por el mango que quienes nos gobiernan no se atreven a agarrar por si en el movimiento de su sillón les achicharra, quizá tenga que pasar muchos días, a lo mejor semanas, sobreviviendo mentalmente con mis libros, mis cuadros, mis plantas y esas sartenes que a mí no solo me proporcionan alimento, sino que también calman mi ansiedad cortando cebollas, picando pimientos y recordando que el aceite de oliva todo el mal quita.

Tengo en mis paredes los recuerdos de los viajes que he hecho por este país desde que llegué. Diablitos de papel de Oaxaca, un árbol de la vida que me recuerda que justo ahora tenemos que regar nuestras raíces del alma y crecer en la esperanza de un mundo mejor. Al lado, una catrina que me sedujo en Pátzcuaro, que me recuerda esa especial relación de los mexicanos con la muerte, tan poética y tan realista. Y tengo mis libros, que me hacen olvidar los que dejé atrás y cuyas páginas, las de Octavio Paz, Fernanda Melchor, Elena Poniatowska, Valeria Luiselli, Juan Villoro… me hacen comprender mejor el país en el que vivo hoy.

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Tengo también a mi lado a los cachorros que heredamos de nuestros amigos Ana y David, que solo tienen 10 meses y que estos días nos observan entre encantados por la cantidad de tiempo que pasamos con ellos y su extrañeza por estar saliendo a la calle solo a hacer sus necesidades y que juegan bajo el sol que se cuela entre los cristales mientras resuenan aún los golpes de la obra que en el edificio tratan de completar unos albañiles, a quienes no les queda más remedio que seguir trabajando y quienes también nos miran con una mezcla de asombro y resignación. Ellos no tiene la suerte de poder encerrarse como nosotros. Y, sobre todo, tengo a Gonzalo conmigo. Las horas son más fáciles cuando está la persona a la que quieres, con quien sabes que pasarías este encierro y mil. Espero estar a la altura, y tener su paciencia y su empatía y sus ganas de que esto pase de la forma más rápida y mejor. Por todo esto, soy feliz encerrado en mi hogar.

Soy español y tengo una doble mirada sobre lo que está ocurriendo. Por un lado, veo a mis amigos, a mis padres, a mis hermanos, a mis colegas de profesión sintiendo la dentellada feroz del miedo y la enfermedad. En Madrid, la ciudad más divertida del mundo, hoy solo se escuchan los sonidos de las ambulancias y los aplausos nocturnos al personal sanitario que pelea por que las cosas no se pongan aún peor. Pero vivo en México desde hace tres años y advierto que todavía muchos de quienes me rodean observan lo que está ocurriendo como algo lejano y que quizá no vayan a experimentar. Me preocupa sobremanera toda esa gente que además no tiene la fortuna estos días de poder quedarse en casa y dejar de trabajar porque seguramente mañana su familia no tendrá qué comer. Los privilegios, si sirven de algo, los debemos usar especialmente en tiempos de crisis para denunciar, para apoyar, para poner de manifiesto lo que es justo y lo que no. No estamos hablando de política, sino de supervivencia.

Nosotros creamos historias. Generamos información como pueden ver especialmente hoy en nuestro sitio y nuestras redes. Es lo que mejor sabemos hacer. Hemos pasado semanas construyendo, con mucha antelación, los contenidos de nuestro número de abril, artículos creados con el estupendo equipo de profesionales con el que trabajo: Claudia, Ana Cecilia, Emma, Paloma, Fernanda, Alonso, Mario, Jesús, José Alejandro, Fernando, Axel, Rodrigo, Javier… y a quienes tengo lejos y tan cerca hoy. Historias consensuadas con la mirada del eficaz y alegre equipo de Condé Nast México y Latinoamérica. Reportajes luminosos que en su momento parecían, y son, lo mejor que van a encontrar para su lectura. Hoy queremos compartirlos con ustedes. Sabemos que pueden llegar a pasar días, semanas quizá, buscando con qué entretenerse, qué objetos de deseo pueden alegrar sus vidas en tiempos de inseguridad. Por ello, ahora son suyos, encuentren las ediciones de marzo, abril y mayo de GQ México y GQ Latinoamérica, las cuales son producto de muchas horas de trabajo, de reuniones y lluvias de ideas a veces enloquecidas, pero siempre con un objetivo común: que les diviertan, que les entretengan, que les hagan soñar y opten por seguir la iniciativa #YoMeQuedoEnCasa.

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Quisiera que estas palabras sirvieran de aviso. Y, por supuesto, de esperanza. Recuerdo los días del terremoto del 19 de septiembre. Este país, la gente común, salió a las calles. Con su esfuerzo, incluso con sus propias manos, comenzó a reconstruir lo que cayó. No recuerdo muestras de esa solidaridad comparables salvo las que hoy veo a través de los diarios en Italia o en España. No dejemos que nos suceda algo parecido. Cuídense, cuiden de sus mayores, de quienes no puedan por sus circunstancias dejar de trabajar. Piensen en el futuro. En el mañana que queremos que sea mejor. Pero para que eso suceda debemos empezar ya. Hoy. No dejar pasar ni un minuto más. Para que el recuerdo de estos días sea solo un sombra fugaz de lo que pudo ser y conseguimos que no sucediera. Nos va la vida en ello.