La inteligencia artificial sigue en pleno desarrollo sin por eso dejar de ser parte cada vez más integral de nuestras vidas. Es decir, a la par de que vamos aprendiendo a usarla cada vez mejor, seguimos enfrentando los dilemas y retos que implica su uso en la cotidianidad.
Por eso, en más de una ocasión nos hemos enfrentado a situaciones sin precedentes donde el uso de inteligencia artificial genera polémica. Uno de los casos más famosos fue el del LaMDA, una inteligencia artificial de Google que "cobró vida" de acuerdo con el ingeniero que trabajaba con ella, por su capacidad de sentir y reflexionar en torno a las preguntas que se le hacían. Cuando esta noticia se dio a conocer el escándalo no se hizo esperar y muchas personas iniciaron un acalorado debate sobre qué significaría para una inteligencia artificial el poder cobrar vida y cuáles eran los límites en las relaciones de las personas con ellas.
En su momento, el dilema fue tan grande que Blake Lemoine, encargado de la inteligencia artificial LaMDA, fue despedido e incluso amenazó con conseguir un abogado para defender la capacidad de sentir de este producto de la tecnología.
Ahora nos encontramos ante un segundo caso donde una inteligencia artificial enfrenta sus primeros debates legales. Esta vez se debe a que el desarrollo de la inteligencia artificial en la producción de imágenes de stock es cada vez mayor y los detalles de estas parecen estar mejorando significativamente, quizá incluso amenazando a bancos de imágenes que viven de la venta de fotografías para artículos periodísticos y otro tipo de publicaciones.
Esto ha provocado que muchas personas comiencen a preguntarse sobre la legitimidad de las fotografías de stock que la inteligencia artificial comienza a producir y la verdadera autoría detrás de estas. Sobre todo porque si pensamos en las maneras en que la inteligencia artificial funciona, recordaremos que gran parte de su producción se debe a que estas se alimentan de fuentes de información que ya existen y que son retomadas por la IA para imitarlas. Entonces, ¿de quién sería el crédito? ¿De quien produjo las imágenes originales que alimentan la inteligencia artificial? ¿De quien da el comando para producirlas? ¿De quien desarrolla la tecnología? La respuesta no parece ser del todo clara en este momento.
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El hecho de que no podamos responder fácilmente sobre el derecho de autor de las imágenes que produce una inteligencia artificial, en el marco del aumento de su producción y uso, ha hecho que incluso los bancos de fotos se replanteen su postura al respecto. Y es que hasta hace unos días era algo común encontrar usuarios vendiendo ilustraciones de stock generadas principalmente por Midjourney (una de las inteligencias artificiales más conocidas) en estas plataformas. Por ejemplo, si en sitios de bancos de imágenes se busca el término "ai-generated" se pueden encontrar fotos de niños, naturaleza, robots, artistas y rostros famosos e imágenes más abstractas también. En todos esos casos, los usuarios que cargaron las imágenes indicaron en la descripción que habían sido creadas con IA.
Sin embargo, ahora bancos como Shutterstock han empezado a eliminar imágenes generadas con inteligencia artificial y comienzan a debatir sobre cómo incluir en los términos de servicio la prohibición de este tipo de fotos, mientras que otros bancos como Getty Images, Newgrounds, PurplePort y FurAffinity han decidido prohibirlas por completo. Quizá por un lado se trata de un deseo por eliminar posible competencia de su oferta, pero lo más fuerte a considerar en este debate legal es la complejidad para definir los derechos de autor detrás de una imagen creada mediante inteligencia artificial.