Si bien podríamos pensar que un intestino sano cumple una sola (y maloliente) función, la verdad es que hace mucho más que eso.
El funcionamiento adecuado y saludable de nuestro intestino ayuda a regular nuestro estado de ánimo (sí, tu mal humor puede ser causado por lo que comes) y cómo nos sentimos en general, además, un intestino en buen estado mantendrá nuestro sistema inmunológico en óptimas condiciones. En resumen: un intestino sano es vital para nuestra salud general.
“(El intestino) es la conexión entre los sistemas diferentes que hay en nuestro cuerpo: nuestro estado de ánimo y nuestra salud cognitiva, así como nuestro sistema inmunológico dependen de él”, afirma Monique Richard, dietista certificada, nutricionista y portavoz de la Academia Nacional de Nutrición y Dietética.
Compuesto por la boca, el esófago, el estómago, los intestinos delgado y grueso y el ano, el tracto gastrointestinal, más comúnmente conocido como el tracto digestivo, es la parte más grande del sistema digestivo humano. (El hígado, la vesícula biliar y el páncreas también forman parte del sistema digestivo, pero son independientes del tracto digestivo). Ese es el intestino. La comida que comemos y los líquidos que bebemos viajan a través del tracto digestivo y se descomponen lentamente en varios nutrientes, como proteínas y grasas.
La importancia de una buena microbioma intestinal
Tal vez hayas oído la frase “microbioma intestinal”, que se refiere a las bacterias buenas del intestino. Dentro de los intestinos hay billones de cepas de dos bacterias principales: lactobacillus y bifidobacterium, y las necesitamos a ambas para descomponer lo que consumimos.
“El microbioma es la metrópoli del transporte. Ayuda con la absorción, la digestión y la eliminación”, dice Richard.
Las buenas bacterias del intestino metabolizan diferentes vitaminas y micronutrientes, y aquí es donde el intestino comienza a relacionarse con otros sistemas corporales. Los procesos metabólicos que tienen lugar en nuestro tracto digestivo producirán ácidos grasos de cadena corta, que contribuyen a nuestra salud cognitiva general.
Los inhibidores de la inflamación, las citocinas y otros mecanismos de defensa inmunológica están centrados en el intestino en sí, y las buenas bacterias que hay en él desempeñan un importante papel en la inhibición de la inflamación en todo el cuerpo.
“Cuando protegemos la integridad del intestino, protegemos las respuestas inmunológicas”, explica Richard.
También hay formas indirectas en las que podemos cuidar nuestro intestino. No siempre es complicado: reducir la velocidad al comer y masticar bien la comida es un paso sencillo para cuidarlo mejor. Si masticamos correctamente, es más fácil absorber y digerir los alimentos. Además, si reducimos la velocidad al comer, como señala Richard, hay menos posibilidad de que el ácido estomacal suba disparado al esófago.
Además, el intestino actúa como una especie de relevo para el sistema nervioso central. Casi 100 millones de células nerviosas recubren el tracto digestivo. Este “sistema nervioso entérico” se comunica con nuestro cerebro y puede tener un impacto directo en cómo nos sentimos. Las bacterias buenas del intestino producen neurotransmisores como la serotonina, que ayuda a modular nuestro estado de ánimo.
Eres lo que comes
Por supuesto, la salud del intestino dependerá de lo que le demos de comer, si comes bien, espera buenos resultados, pero si no cuidas tu alimentación podrías sufrir de intestino irritable. Las bacterias también necesitan comer. Esto significa que debemos equilibrar nuestra dieta con alimentos vegetales saludables, según Teresa Fung, profesora de nutrición en la Universidad Simmons de Boston.
“Queremos bacterias beneficiosas y necesitan su 'comida' para prosperar. Las bacterias beneficiosas en nuestro intestino prosperan cuando comemos granos integrales y frutas y verduras mínimamente procesadas”.
Arroz, verduras de hoja, frutas, nueces, semillas, básicamente, si se cultiva en la naturaleza, es bueno para nuestro intestino. Esto se debe a que nuestros cuerpos no pueden descomponer los alimentos ricos en fibra y otros nutrientes, lo que significa que sobreviven su viaje a través del tracto digestivo hasta llegar al microbioma intestinal, donde sirven como fuente de alimento para nuestras bacterias buenas del intestino.
Los alimentos de los que “comen” nuestras bacterias intestinales se conocen como prebióticos, que no deben confundirse con los probióticos que se pueden encontrar en las tiendas de suplementos alimenticios. Los probióticos suplementarios, que aportan lactobacilos y bifidobacterias al intestino, pueden ser útiles.
Pero si nos alimentamos correctamente, no es necesario recurrir a suplementos externos: "Al igual que en la dieta, la diversidad importa en el microbioma", afirma Richard.
Artículo publicado originalmente en GQ US.