De alguna manera, Christian Bale se encontró a sí mismo filmando tres películas diferentes el año pasado, pero justo ahora hace meses que no pisa un set ni sabe cuándo estará de regreso. Y eso lo hace feliz. “Podría pasarme la vida sin trabajar”, dice. Llega algo tarde al diner en el que hemos quedado en Santa Mónica, cuyo nombre prefiere que no mencione, porque él y el director David O. Russell vienen con frecuencia aquí a trabajar en guiones y ver a la gente. De hecho, mientras conversamos, se distrae con lo que esas personas están haciendo. Le ha puesto nombres a varios de los personajes que nos rodean, gente de la zona que frecuenta este lugar y a los que él observa como si fueran viejos amigos. Gente que no tiene idea de quién es Christian Bale, y si la tuvieran, no les importaría.
El actor lleva una t-shirt oscura y deformada, igual que su pantalón, y lleva una barba tan abundante que bien podría interpretar a algún general de la Guerra Civil estadounidense. Debajo de la barba se encuentran Batman y Patrick Bateman, entre otros de sus pares. Es el rostro de una estrella de cine bien conocida, con 35 años de películas que le han valido cuatro nominaciones al Oscar y una estatuilla dorada por The Fighter, en 2010. Bale tenía 13 años cuando protagonizó El imperio del sol de Steven Spielberg, su primer gran rol; que al principio rechazó, pero que terminó aceptando porque su familia estaba en aprietos. Desde entonces, su vida no ha sido lo que podríamos llamar normal, pero tampoco lo era antes: su padre, un antiguo piloto y asesor financiero, vivía mudándolos constantemente a él, a sus hermanos y a su madre alrededor del Reino Unido, empezando de cero cada tanto. A Christian Bale no le gusta hablar de sí mismo, pero no es difícil ver a aquel niño en el adulto de hoy: dado a los extremos, fascinado por la reinvención, motivado a reparar lo que le pasó a su hogar y ambivalente sobre lo que ha tenido que hacer y sacrificar para cuidar de la gente a la que ama.
También hay que decir que esa resistencia a la autorreflexión la ejerce de una manera encantadora. Con su acento formalmente galés y una voz más musical y traviesa de lo que tiende a ser en la pantalla, Christian Bale te cuestiona si tienes niños, te interroga sobre tus aspiraciones y tus sueños, te habla de otras cosas que has escrito y te hace preguntas muy detalladas al respecto, todo esto para hablar de cualquier cosa que no sea él mismo. En parte, porque piensa que si la gente lo conoce de verdad, eso arruinará lo que hace como actor; y también porque, me parece, no está para nada interesado en hablar del tema. Lo que él busca, lo que quiere, es obsesión o inconsciencia: la desaparición total de sí mismo. Y déjenme decirles: les recomiendo mucho charlar con personas que están en esa búsqueda. Nunca les van a aburrir.
Por todas esas razones, Christian Bale no concede muchas entrevistas como esta, pero las películas se han ido acumulando; así que, por esta vez, lo intenta. Este verano hizo de villano en Thor: Amor y Trueno. Este mes interpreta a un tipo con un solo ojo, llamado Burt, en la nueva película de David O. Russell, Ámsterdam. Y para finales de 2022 aparecerá en una cinta de misterio y crímenes ambientada en el siglo XIX, que filmó con otro de sus frecuentes colaboradores, el director Scott Cooper, titulada The Pale Blue Eye. Sobre el hecho de que tres largometrajes en los que aparece estén saliendo casi al mismo tiempo, dice: “Es algo que nadie necesita. Yo no lo necesito. No hay necesidad de verme tanto”. Y, sin embargo, aquí estamos.
Christian Bale ha vivido en Los Ángeles desde los años 90. Pero la suya es una versión muy específica de esta ciudad californiana. “Uno puede vivir aquí sin estar en medio de la comunidad cinematográfica”, sentencia. “Yo no lo estoy. No tengo nada que ver con ella. Vivo aquí porque mi esposa es de aquí. Si no lo fuera, probablemente no estaríamos en este lugar. Pero la gente suele imaginarse que los actores estamos todos rodeándonos, frecuentándonos, hablando de películas. Eso hace que me provoque pegar mi cabeza contra la mesa”.
Hay actores que entran en la actuación porque están obsesionados con las películas y la gente de la industria. Pero este no es tu caso, ¿cierto?
“No, para nada. De hecho, soy un poco analfabeta sobre el séptimo arte. Suelo decepcionar a todo el mundo con lo poco que sé de películas. No creo que eso importe. No creo que tengas que saber de eso para hacer lo que yo hago”.
No filmas algo en este momento. ¿Eres el tipo de persona satisfecha con el hecho de no trabajar?
“Más que satisfecho: jodidamente emocionado. Siempre me estoy preguntando: ‘¿Cuándo se acaba esto? Esto tiene que terminar’. Me gusta hacer cosas que no tienen nada que ver con las películas. Y me siento muy bien sin tener que jugar a disfrazarme, sin tener que fingir que soy alguien más durante largos periodos de tiempo.”
Suena como que ha habido momentos en los que estuviste casi, no digamos que avergonzado de hacer lo que hacías, pero…
“Oh no, totalmente avergonzado. Sí, durante muchos años. Mortificado, de hecho. No me engaño. Yo sé que la única razón por la que se me reconoce o me puedo sentir útil en este mundo es porque finjo no ser yo, ¿cierto? Por eso las entrevistas me resultan una cosa muy extraña, porque me siento como: ‘Un momento. Esto es un suicidio profesional’”.
Hacer esta entrevista no es un suicidio profesional…
“Bueno, por un lado pienso: ‘Sí, vamos a hacerlo’, y por el otro, es más bien un: ‘cuidado con lo que dices’. Así que es como una muerte lenta. Tener una muerte muy lenta, en público”.
Te estoy haciendo una pregunta sobre si te sientes cómodo identificándote como actor y me dices: ‘Me siento avergonzado’.
“Me gusta la locura del trabajo en sí mismo. Creo que es la idea de lo que la gente piensa que es un actor la que me resulta vergonzosa. Quiero decir: con tantos trabajos útiles que hay allá afuera, en la vida real, en los que ayudas a otra gente. ¿Y yo estoy simplemente creando más de ese estúpido ruido de fondo? Pero del hecho de actuar, en sí, disfruto lo ridículo que es. Me encanta que sea algo que puedes llevar demasiado lejos. Las personas son jodidamente fascinantes. Me encanta la gente, me encanta verla y puedo verla de una manera que, en otras circunstancias, podría considerarse un poco maníaca o muy rara”.
¿A qué te refieres con“me encanta el hecho de que sea algo que puedes llevar demasiado lejos”?
“Obsesión, es a eso a lo que me refiero. Puedes obsesionarte sin que la gente te diga: ‘este tiene que ir al manicomio’. ¿No? Pero ¿a ti te gusta escribir sobre cine? ¿Cuál es tu tema? Eso que te hace decir: ‘Esto es lo que quiero hacer…’”
Estoy haciendo lo que quiero hacer.
“¿No tienes otras ambiciones?”
Esta conversación es mi ambición. Me decías que pensabas que tendrías más tiempo para hacer las tres películas, pero vino la pandemia…
“Hicimos Ámsterdam en medio del estallido de la pandemia en L.A. Creo que tuvimos que hacernos como 26 mil pruebas. Hablé con un experto en seguridad sobre COVID y deconstruyó todas las escenas antes de la filmación, para poder determinar cuándo tendría mi boca abierta y me decía: ‘bueno, en esta escena te ríes’ y ‘en esta otra cantas’. Y yo respondía: ‘sí, pero puede que me ría en cada escena o podría cantar en cada escena’. Y él volvía: ‘No, pero eso no está en el guion’. A lo que yo acotaba: ‘Es que esto puede cambiar cada día, en cada toma’”.
Me gustó como cantaste en esta película.
“Oh, muchas gracias. Me fascina cantar. Lo único que puedo prometer cada vez que me veas cantar es que voy a estar divirtiéndome. Eso es todo. Pero con Todd Haynes, por ejemplo, me pasó lo siguiente: fui al estudio de grabación para hacer con él Mi historia sin mí. Y, oye, de verdad me lo pasé estupendo. Juraba que lo había hecho de lujo. Y luego, cuando vi la cinta, me dije: ‘Ah, ok. Al final pusieron a alguien más, ¿no?’. Creo que tal vez ellos esperaban que no me diera ni cuenta. Seguro dijeron: ‘Es tan desafinado que ni siquiera lo va a notar’. Me la paso molestando a mi familia porque siempre estoy cantando. Una vez que empiezo, terminan diciéndome: ‘Por favor, ya para’, pero es que me encanta”.
Sigo intentando preguntarte sobre las películas y terminamos hablando de otra cosa, como cantar. Sospecho que es intencional.
“No, pero es más interesante hablar de otras cosas que de las que ya conozco, ¿no?”
Sí, pero yo no las conozco.
“Sí”.
La última película que hiciste antes de las tres de este año fue Contra lo imposible con un personaje complejo. En algún punto, el director te dijo que hicieras de ti mismo, ¿cierto?
“Bueno, creo que me estaba fastidiando un poco; pero quién sabe, a lo mejor no. Tengo que decir que era nuestra segunda cinta. Y estamos hablando de otra. Nos gusta trabajar juntos”.
Entonces, ¿tú no te consideras complejo?
“No, para nada. Absolutamente, no. Me siento bastante agradecido y muy sorprendido de poder seguir trabajando. Y hay que mantener esa gratitud siempre. Pero eso no quiere decir que vas a bajar tus estándares. No es que vayas a ir por la vida de: ‘Oh, me siento tan feliz y agradecido por el simple hecho de estar trabajando porque nunca esperé esto en mi vida’, lo cual es cierto. Pero esa gratitud debe poder transformarse en un: ‘entonces debo hacer las cosas lo mejor que pueda’. Y es que hay personajes muy apasionados en el mundo del cine y el hecho de que te importe, en ocasiones, puede confundirse con que estés demasiado emocionado”.
Respecto a tu reciente elección de proyectos, tengo curiosidad sobre qué es lo que te inclina a hacer una producción como Thor: Amor y Trueno.
“Bueno, pensé: ‘Este parece ser un personaje interesante. Tal vez, pueda hacer algo con él, ¿quién sabe?’. Y me encantó Ragnarok. Llevé a mi hijo a verla y se la pasó trepándose como un mono encima de los asientos y, de repente, me dijo: ‘Bueno, ya me aburrí, vámonos’. Entonces le respondí: ‘No, no, no. Espera, espera, espera. Déjame terminar de verla’”.
Algunos terminan un poco decepcionados después de hacer una película como Thor, por la experiencia con la pantalla verde.
“Es la primera vez que lo hago. Y sí, ‘monotonía’ podría ser la palabra que lo define. Tienes a gente muy buena. Y hay otros actores que tienen mucha más experiencia que yo. Pero bueno, no es que puedas diferenciar un día del otro. No tienes ni idea de qué hacer. Yo ni siquiera podía distinguir entre escenarios. Ellos me decían: ‘Estás en el escenario número tres’, y yo les respondía: ‘¿cuál es ese?’. ‘El azul’. Y otra vez: ‘Estás en el escenario siete’, y yo de nuevo: ‘¿cuál es ese?’. ‘El azul’. Yo todo el tiempo estaba como: ‘Eh, ¿dónde?’”.
Me imagino que no estabas aplicando el Método para quedarte en el personaje aquí.
“Creo que hubiera sido muy vergonzoso. No es que necesite mucha concentración para sacar y meter los colmillos o partirme una uña o resbalarme con la túnica”.
Eres el villano de la película. Creo que te gusta más hacer de esos personajes que no le gustan a nadie, que del “galán”, ¿o no?
“Totalmente. Nunca he entendido ese: ‘Oh, tienes que querer a tu personaje’, que me han dicho actores a los que respeto muchísimo. Yo, en cambio, siento: ‘no sé si me gusta. Y estoy bien con el hecho de que no me guste’”.
Me pregunto si esto contribuye a tu longevidad: lo que haces nunca ha dependido del hecho de tener que gustarle a nadie.
“Exacto. Siempre me confunde un poco eso de: ‘Oh, lo hago por mis fans’. Suena muy bonito. Debes ser una persona estupenda, que lo hace por sus seguidores. Maravilloso. Seguramente tienes un corazón enorme. Y entonces, ¿me puedes decir cómo empezaste? Nadie tiene fans al comienzo. Yo quiero ver a la gente haciéndolo por ellos mismos. Yo no quiero ir a ver a nadie que lo esté haciendo por mí. Pienso: ‘¿cómo sabes qué es lo que yo quiero?’. O sea, sorpréndeme. Hazlo por ti. Quiero saber que esto significa todo para ti. Que seas intenso, que lo hagas porque quieres”.
¿Te has sentido atraído por alguna forma más tradicional de la fama?
Hay actores que verdaderamente son útiles siendo ellos mismos. Y, luego, tienes a gente como yo, que solamente han podido ser útiles para los demás por haber decidido no ser ellos mismos. ‘Sé tú mismo’ debe ser el peor consejo que le puedes dar a alguien como yo, porque, bueno, tengo una carrera gracias a haber ignorado ese consejo y haberme dicho: ‘No, sé alguien más, sé alguien más’”.
¿Tienes alguna teoría sobre por qué has sido tan exitoso? Porque no eres un actor de carácter, tú protagonizas las películas.
“No hay ninguna estrategia. Creo que mucha gente piensa, erróneamente, que soy un actor que solo puede hacer de protagonista. Eso sigue pasando y yo no entiendo por qué”.
A algunos les gusta actuar, otros, aman el cine, otros más buscan fama, pero lo más interesante sobre ti es que, ninguno de estos factores, aplica en ti.
“Mmm, bueno, sí. No. Quiero decir, dime lo que piensas que soy, pero no, ya sabes…”
Bueno, lo que entiendo es que comenzaste a actuar por otras razones, que tienen que ver más con apoyar a tu familia...
“Es correcto. Mira, un grupo de amigos y yo hacíamos estas parodias, como todos los chicos. Todos los niños actúan un poco así. Y un día me encontré en una posición en la que me di cuenta de que podía apoyar a mi familia haciendo eso: por eso lo hice. Tengo una relación amor/odio con esto, y creo que es algo bastante saludable”.
¿Alguna vez has tratado de abandonar la actuación seriamente?
“¿Qué quieres decir con ‘seriamente’? Ha habido un par de ocasiones en las que dije: ‘Nunca fui a la Universidad. No tengo una educación. Quiero hacer eso’. Pero me duró poco. Sí, trato, de vez en cuando, de pensar en ello, pero luego me digo: ‘Vamos, en serio’. Es que, esto que hago…”.
¿Lo que estás tratando de decir es que, de hecho, sí te gusta actuar?
“Sí. sí”.
¿Cuáles fueron esas circunstancias familiares que te empujaron a la industria?
“Distintas cosas, asuntos de salud, cosas así. Y sectarismo británico. Creo que también hubo algo de eso”.
Tu papá, que era piloto y asesor financiero, y años más tarde se casó con Gloria Steinem, parece haber sido un hombre interesante...
“Era un personaje. Sí. Estaba lleno de espíritu aventurero. Él es la única razón por la que no dudé ni un segundo que esto fuera posible. Era muy poco realista, pero siempre decía: ‘A menos que lo intentes, claro que es imposible’. Su influencia es la razón por la que nunca he dicho: ‘Maldición, necesito una red de seguridad’. Él era un vagabundo y no estaba en el mejor lugar. Así que nos mudamos muchas veces. Pero todo eso me sirvió para entender que si un día te encuentras en un camión, o te quedas sin casa durante un rato, o tienes que pasar un mes durmiendo en el sofá de alguien, o lo que sea, te dices: ‘Dale. Vas a estar bien’. ¿Sabes? Vas a resolverlo. Él era increíble haciendo eso. Y en no caer en pánico cuando pasaban esas cosas, lo cual, pienso que era una actitud suficientemente arriesgada como para que esto que hago no parezca arriesgado en lo más mínimo. ¿No hay trabajo? ¿No va a haber trabajo más nunca? Bien. Todo va a estar bien. Así que mi padre es la razón por la que tengo la actitud que tengo sobre lo que hago hoy en día”.
Tu padre murió cuando estabas todavía en tu veintena. ¿Eso te marcó?
“Claro, claro. ¿Y tú? ¿Tus padres viven?”
Sí, tengo padres y una pregunta para ti. Tu papá murió en 2003. Justamente cuando aceptaste algunos papeles muy extremos en películas, ¿crees que ambas cosas se relacionen?
“Mi papá, ciertamente, nunca fue una persona aburrida. Y también me enseñó que ser aburrido es pecado. Así que, sí, tal vez haya alguna conexión entre ambas cosas. Pero en mí siempre ha estado también gravitando el sueño fantástico de Werner Herzog, y la forma en la que va tras él y lo aborda. Uno simplemente se sumerge en eso. Y eso también me recuerda mucho a mi padre. Cómo los pensadores poco ortodoxos van y hacen lo suyo aunque todo el mundo les grite que están completamente locos”.
Sé que, a veces, apenas tienes papeles, aunque también ha habido momentos en los que has sido muy notorio como actor. Como después de Psicópata americano, por ejemplo.
“Por cierto, allí fue la primera vez que oí hablar de GQ, ¿sabes? De niño, mientras crecía en pueblitos, en Gales, en Inglaterra, no tenía idea de qué era GQ. Así que mi primera referencia fue que Patrick Bateman amaba el título. Y decía cosas como ‘Totalmente GQ’. Así que tengo la impresión de que es una revista hecha por y para yuppies asesinos en serie. Y que cualquiera que esté leyendo esto es un yuppie asesino”.
Estoy seguro de que quien lea esto lo apreciará. Esa película fue muy exitosa y te dio por primera vez un rango de acción, ¿no?
“Bueno, con toda honestidad, me tomó mucho tiempo tratar de hacerla y me pagaron lo mínimo que legalmente podían darme. Yo tenía una casa que compartía con mi papá y mi hermana, que estaba siendo embargada. Así que lo primero que pensé fue: ‘Diablos, tengo que hacer dinero’. Entonces, hice Psicópata americano, pero recuerdo una vez estar sentado en el trailer de maquillaje y las maquilladoras se estaban riendo de mí porque me estaban pagando mucho menos que a cualquiera de ellas. Así que mi motivación después de eso fue: ‘tengo que ganar suficiente como para no perder la casa’”.
Por un segundo estabas pensando tu carrera en términos de: “Necesito encontrar una forma de que me paguen”, ¿no es así?
“Sí. Y así es como he estado apoyando a mi familia desde que tenía 12 o 13 años. Siempre ha sido así, siempre ha estado ese elemento. Nunca ha habido un momento en el que haya pensado: ‘Ah, creo que quiero tomarme cuatro años libres’. No. Eso no va a pasar”.
Me sorprende oír que te pagaban tan mal. ¿Crees que fue por el tipo de la película o por tu posición en la industria en ese momento?
“Creo que fue por mí. Nadie quería que lo hiciera, excepto la directora. Así que dijeron que aceptarían, solo si podían pagarme esa suma. Yo estaba preparándome para hacerlo, mientras otra gente, simplemente, estaba interpretando su papel. Yo seguía preparándome y, ya sabes, le fue bien. Perdí la cabeza, pero luego la recuperé”.
Una de los actores que audicionó antes que tú para ese papel fue Leonardo DiCaprio. He leído que perdiste al menos cinco roles ante él en los 90, incluyendo Titanic...
“Oh, pero no fui el único. Mira, hasta el día de hoy, cualquier papel que le den a otra persona es uno que él no aceptó. No importa lo que te digan. No importa lo bien que te lleves con los directores. Toda esa gente con la que he trabajado varias veces le ofreció a él cada uno de esos personajes primero. Uno de ellos me lo dijo. Así que, gracias, Leo, porque, literalmente, él sí puede escoger lo que hace. Y bien por él, porque es fenomenal”.
¿Alguna vez te lo tomaste personal?
“No. No sabes lo agradecido que me siento de que me den cualquier cosa. Yo no puedo hacer lo que él hace. Y tampoco quisiera tener la exposición que él tiene. Él lo hace estupendamente. Pero sospecho que, prácticamente, cualquiera que tenga una edad similar a la suya en Hollywood le debe su carrera al hecho de que él ha rechazado un proyecto”.
Empezaste como un actor infantil y con lo duro que es para los jóvenes hacer esa transición hacia actores adultos. ¿Por qué crees que pudiste lograrlo?
“Creo que tiene que ver con esa relación amor/odio de la que te hablaba. Porque yo nunca fui ese chico que va por ahí diciendo: ‘Por favor, por favor. Sí, haré manos de jazz’. Nunca fui así. De hecho, era bastante dado a sabotear las cosas a propósito. Muchas veces, no aparecía en el set, en las audiciones, en lo que fuera. Además, lo pasaba fatal en los castings, porque no es la manera como trabajo. Soy más bien del tipo: ‘No sé cómo hacer esto ahora, aquí sentado. Necesito pensar’. Siempre me sentí diferente cuando conocía a otros niños que actuaban. Me quedaba ahí viéndolos y pensaba: ‘Caray, yo no me parezco en nada a ellos’. Ellos lo anhelaban y yo ni siquiera sabía si lo quería”.
Y, no obstante, al final te mudaste a L.A. ¿Cómo fue eso?
“Yo vine aquí a trabajar. Y siempre estaba regresando. Pero no tenía trabajo en Inglaterra. Y, en cambio, aquí siempre había. Así que me traje a mi papá, por su salud, el clima y todo eso, que aquí es mucho mejor”.
¿Hacías vida social con otros jóvenes actores o con la gente joven de Hollywood?
“Nada que ver. Nunca los conocí, nunca quise. Si me encontraba en cualquier lugar cerca de ellos, pensaba: ‘No, no, no, ah’, y me iba en dirección opuesta. Ah, pero ¿sabes qué? Cuando hice Velvet Goldmine sí salía con ellos. Ya estaba más grande. Tenía 23”.
Pero Velvet Goldmine era una película sobre un montón de gente joven y muy cool saliendo juntos. ¡Eso era parte del papel!
“Exacto. He descubierto que hay actores que pueden charlar y llegar a conocerse todos, salir, andar juntos y luego actuar estupendamente. Yo no puedo. Y es una limitación mía. No es que lo haga a propósito. De algún modo, sé que no voy a poder separar a la persona del personaje que está interpretando”.
“Apártate de mí, excepto en el set”...
“Literalmente, pienso: ‘No puedo hacer esto porque, si me sigues hablando, voy a ser el peor actor que hayas visto en tu vida’. En Ámsterdam tuve que decirle eso a Chris Rock. Tuve que ir y decírselo. Me encanta su stand-up. Y cuando él llegó yo estaba como: ‘¡Ah, wow, qué bien! ¿Cómo estás, viejo?’, hablando un poco con él. Y luego, tenía que hacer una escena y me dije: ‘Oh, Dios. Soy simplemente Christian, parado aquí, siendo fan de Chris Rock’. Así que tuve que ir y decirle: ‘Viejo, tengo que mantener mi distancia. ¿Alguna vez has tratado de nadar y reírte al mismo tiempo? No sé tú, pero yo me ahogo’. Yo no puedo nadar y reírme al mismo tiempo. Así es. Y tuve que hacerlo, aunque me hubiera encantado seguir hablando con él”.
¿Y cómo reaccionó?
“Me dijo: ‘Ah, me vas a aplicar la del imbécil. Vas a ser un imbécil y no me vas a hablar’. Y yo tuve que decirle: ‘Sí, lo siento, viejo’. Y me lo perdí, ¿sabes?”.
¿Qué se siente ser el centro de algo tan enorme y tan fuerte dentro de la cultura como esas tres películas de Batman que hiciste con Christopher Nolan?
“Siempre pensé, de muchas maneras, que eso era lo que hacía otra gente. Siempre estaba como: ‘Ah, mira, sí, eso pasó por allá. Y le va muy bien, por allá, según he oído. Qué bueno’. Mientras yo iba a Ralphs, al supermercado, a comprar bananas”.
Cuando a esas películas les fue tan bien, ¿no hubo una parte de ti que se preocupara de quedarte atrapado como Batman para siempre?
“Sí, pero me encantó, porque pensaba: ‘Esto sí puede ser. Tal vez nunca podré ser nada más que esto’. Mucha gente lo veía así. Yo sentía como que, a lo mejor, me iba a ver forzado a hacer otra cosa. ‘Tal vez me libere al fin de esto, que me vi obligado a hacer desde pequeño y que nunca quise hacer en primer lugar’. Pero, al final, eso nunca sucedió”.
Christian Bale agenda otro encuentro en el mismo diner en Santa Mónica. De nuevo llega un poco tarde y me dice que está viviendo un déjà vu: “¿Qué fue lo que dije la última vez? ¿Que olvidé mi auto en la autopista? Otra vez”. La misma butaca. Los mismos personajes turbios de Los Ángeles moviéndose entre las mesas, como tiburones en el acuario. La misma barba de la Guerra Civil.
“Me disculpo por traerte de nuevo a este lugar”, dice. Me cuenta que pensó en llevarme a hacer motocross. “Pero deduje que no puedes hablar con alguien mientras haces eso”, asegura imitando el sonido de una moto. “Lo que, tal vez, sería mi sueño”. De hecho, dice que solía participar en carreras de moto. Se toca el brazo izquierdo: “metal, puro metal, como 20 o 25 tornillos”.
¿Tu brazo izquierdo es puro metal?
“No, la clavícula es de titanio. Mi muñeca se ve como un destapador de botellas. Si me abrieras, te encontrarías con una enorme pieza de metal sosteniéndola y tornillos en mi rodilla. Lo que demuestra que mi entusiasmo era mayor que mis habilidades. Dejé de hacerlo. Mi hija no estaba nada contenta con lo que costó el taxi para ir a recogerme al hospital. Y me dijo que no estuviera gastando el dinero de la familia de esa forma”.
¿Lo extrañas?
“Ah, sí, definitivamente. Es hipnótico y absolutamente maravilloso. Y claro que nadie lo disfrutaría si no hubiera un elemento de peligro en ello, desde luego. Pero es que es… una emoción enorme. Es extrañamente relajante y excitante al mismo tiempo. Es hipnótico, de una estupenda manera”.
[Aquí, mi grabadora se descompone y Bale me ayuda a encontrar en el iPhone la app para grabar el resto de nuestra conversación. “Mira en las Utilidades. Sé que debería estar allí, porque yo la uso todo el tiempo”, me revela.]
¿Para qué la usas?
“Para hablarme a mí mismo. También para trabajar en mis dialectos. O cuando entrevisto gente. Me di cuenta de eso después de nuestra conversación del otro día, cuando estabas de: ‘Bueno, no voy a ser yo quien responda las preguntas aquí’. Y, normalmente, eso es lo que yo digo. Así es como veo mi trabajo. Siempre estoy pensando: ‘No, yo soy el que entrevista y oye a la gente, y después va y hace algo. Pero no soy a quien hay que entrevistar’. Por eso es que siempre estoy tratando de fingir que estoy hablando de algo sin llegar a decir realmente nada. Pero tengo montones de grabaciones estupendas de toda la gente a la que he interpretado. Todavía las conservo. Y otras de mis hijos también”.
¿Cómo se sienten tus hijos con el hecho de que los grabes?
“Ah, a ellos les encanta. No hay nada mejor para capturar la atención de alguien que imitarlos, ¿cierto? Hay momentos en los que te están ignorando por completo y, entonces, llegas y los imitas. Se quedan como hechizados. Empiezas a fingir que eres ellos y ves que reaccionan. Es la manera más inmediata de conseguir la atención de cualquiera”.
Eso suena bien para un actor nominado cuatro veces al Oscar. Yo no estoy seguro de poder hacerlo...
“Nah, es para cualquiera. Todos lo aman. Tienes que intentarlo. Piénsalo. Si me siento contigo y te das cuenta de que he estado estudiándote lo suficiente como para imitarte, independientemente de si es o no una buena imitación, pero como para decirte: ‘¿Sabes qué, Zach? Eres así y haces esto’, y actúo como tú, eso es algo que fascina a la gente. Se quedan como: ‘Oh, Dios mío. ¿Alguien me ha estado prestando toda esa atención?’. Creo que algo así piensan dentro de sus cabezas. Así, los tienes atentos y, después de eso, puedes decir lo que quieras”.
Es una muy curiosa manera de ver a la humanidad: necesitamos sentirnos halagados para poder prestar atención.
“¡Quieres que te vean!”
Me contaste que en esta misma butaca tú y David O. Russell se sentaron a trabajar en Ámsterdam ¿Cómo se conocieron?
“Hice una audición para Tres reyes en la que él ni siquiera quería que yo estuviera y yo lo insulté. Él sabía a quién quería para el personaje. Pero creo que estaba, simplemente, siendo educado y viendo a otros actores. Ese día, estaba ocupado trabajando en el guion o qué sé yo, dejando que el director de casting dirigiera la prueba. Entonces, le dije: ‘Ah, ¿no tienes nada que decir? Estás ahí sentado en silencio. ¿No vas a decir nada?’. Él me miró, con fuego en los ojos, y me respondió: ‘Ok, ¿sabes cómo quiero que lo hagas? ¿Te acuerdas de Macaulay Culkin en Mi pobre angelito?’. Se pegó con ambas manos en las mejillas y abrió los ojos muy grandes y me dijo: ‘Así, quiero tener esa misma emoción en esta lectura’”.
Alguien pidiéndote que actúes como Macaulay Culkin en Mi pobre angelito… Eso es un gran “vete al diablo”, ¿no?
“Ah, claro. Pero lo amo con locura. Y ese fue el comienzo de una gran amistad”.
Dijiste que ambos colaboraron en el guion de Ámsterdam. Tú también eres uno de los productores del film. ¿Qué significa eso?
“Lo voy a resumir diciendo que, después de David, soy la persona que ha pasado más tiempo en este proyecto. ¿Significa que estoy poniendo dinero? No. No estoy haciendo nada de eso. Soy más un productor creativo, si se quiere”.
También eres productor en The Pale Blue Eye, ¿cierto?
“Una vez más, Scott [Cooper] me lo pidió muy generosamente. Lo que viene realmente de mi relación de trabajo con David y con Scott. Los dos dijeron: ‘Oye, sí, ponte en ello’, ¿sabes?”.
Yo…
“No, lo siento, lo siento. Lo que quiero decir es que, con David, específicamente, yo fui y le dije: ‘Viejo, tenemos un proyecto especial. Quiero hacer todo lo que esté en mis manos para proteger lo que has creado. No quiero que nos pase que terminemos haciendo una cinta totalmente distinta y que no me lo puedas decir’. Así que sí, le comenté: ‘Viejo, hazlo’. No puedo saber si me lo hubiera pedido o no”.
Increíble...
“Sí, me di cuenta de que, en realidad, estaba proyectando lo que yo hubiera querido, que él me lo hubiera pedido. Pero no lo hizo. Espero haber sido una ayuda y no una carga”.
¿De dónde salen todos estos tipos como Burt de Ámsterdam? Sé que ese es el trabajo, interpretar diferentes roles, pero eso no es lo que la mayoría de los actores hace…
“Bueno, hay distintos enfoques para hacer este trabajo. Y todos son buenos. Tienes a gente que es innegablemente carismática y quieres que hagan siempre lo mismo, y si hacen otra cosa, uno se molesta. Siempre pienso: ‘Me encanta que hagas eso porque es muy realista y entretenido’. Y, sabes, yo no lo hago así. Estaba pensando en tu pregunta de ¿por qué diablos fue que hice Thor? Y…”.
¡Pero yo no lo presenté en esos términos!
“Bueno, pero esa fue la impresión que me dio la forma en cómo lo preguntaste. Fue un: ‘Ok, pero dime, ¿de dónde vino eso de hacer Thor?’. Pero es que me encantan esas películas. Me fascinan. Hay un estado de ánimo y un momento para cada una de ellas, y tengo la firme creencia de que cualquier tipo de cinta puede hacerse de manera brillante”.
Aclaro, la pregunta no fue: “¿Por qué diablos hiciste Thor?”. Resulta obvio que trabajes con David O. Russell, pero en el caso de Thor, es menos obvio.
“Sí, entiendo. A mí de verdad me encantan las películas que hemos hecho David y yo. Disfruto el proceso de hacerlas porque no tengo control sobre nada del resto. Es el proceso con David. Aun cuando no siempre tenemos lo que la gente llamaría ‘un día feliz’, estamos ahí los dos, sabiendo que nos estamos entendiendo completamente. Y puede que estemos corriendo por la playa, abrazándonos; o que, al final, simplemente no nos hablemos durante semanas”.
David es muy conocido por tener sets difíciles. ¿Cómo es tu experiencia en estos ambientes?
“Si entiendo bien de dónde viene el problema, trato de ser un mediador. Es mi naturaleza, tratar de decir: ‘Hey, vamos a sentarnos y buscar resolverlo. Debe haber alguna una manera de hacer que esto funcione’”.
Amy Adams dijo que salió del rodaje de Escándalo americano llorando durante varios días. Y me han dicho que tú interviniste en su favor con David y le dijiste: “hey, déjala”.
“Mediador”.
¿Entonces sí pasó? Estás asintiendo con la cabeza. ¿Te hace sentir de una manera diferente, sobre la película como producto terminado, el hecho de haber visto que eso sucedía?
“No. No, no, no. No. Estás tratando con dos enormes talentos aquí. Yo no dejo que nada de eso se interponga, de ninguna manera. Mira, si siento que estamos cerca de lograrlo —y, a veces, únicamente, llegas a estar un poco cerca, porque nuestra imaginación es demasiado increíble—, pero si llegas a estar suficientemente cerca de lograrlo y estás trabajando con gente con un talento creativo tan fuerte como el de Amy o David, es obvio que va a haber roces. Además, tienes que recordar que esa era un poco la naturaleza de esos papeles, ¿no? Esos personajes no eran gente que se echaría para atrás ante nada”.
Tuve la experiencia de ver la película otra vez y de preguntarme: ¿El hecho de saber que Amy tuvo un mal rato con el director en la película debería afectar mi disfrute?
“No. No. Y, por cierto, este no soy yo decidiendo por ella. Ella me lo dijo”.
Ella dijo: “Está bien, Escándalo americano puede seguir existiendo”
“Sí. Sí, absolutamente”.
¿Qué hay de ti? En retrospectiva, ¿cómo te sientes respecto a cómo lo manejaste?
“Yo hice lo que me parecía apropiado, en un estilo muy Irv”.
Tu rol de Irv en Escándalo americano es cómico, algo que era nuevo para ti.
“Nunca nadie me lo había pedido antes. Así que, de repente, pasó. Y la gente pensaba: ‘Oh, ¿pero puedes hacer eso?’. Ocasionalmente, obtienes un papel en el que puedes hacer algo completamente diferente. Y entonces, eso abre un nuevo menú, ¿sabes? Es como una bocanada de aire fresco… Creo que también hay una cierta edad en la que eso empieza a pasar más”.
La última vez que nos vimos, te pregunté si tenías una teoría sobre por qué has sido muy exitoso como protagonista y me dijiste muy directamente “no”.
“Bueno, hay una cosa en la que, definitivamente, sí he pensado y es que yo nunca me he considerado un protagonista o un galán. Eso es aburrido. No te dan buenos papeles. Incluso, si me toca hacer un personaje principal, siempre me gusta hacerlo como si fuera el cuarto o quinto papel, porque ahí tienes más libertad. Tampoco me agrada pensar mucho en el efecto que el personaje va a tener. Es algo más para mí, para jugar, como hacen los animales o los niños. Se trata más de tener visión de túnel sobre el trabajo que estás haciendo y no sobre el efecto que estás provocando. He aprendido algunas cosas muy básicas: me gusta apartarme siempre de la cámara si tengo un momento que siento que puede ser vergonzoso. Y, a veces, literalmente, el camarógrafo me dice: “seguramente está muy bien, Christian, pero no pudimos ver nada porque estabas apartando la cabeza. Así que, aunque sabemos que esto podría ser un momento en la vida real de alguien en el que le gustaría tener privacidad, en una película nos tienes que dejar ver, ¿OK?”.
¿Estás hablando de tu propia vergüenza o de la del personaje?
“A menos que estés interpretando a un exhibicionista extremo o, tal vez, a alguien que no está siendo honesto con sus emociones, nadie se pone a llorar de cara a todos los presentes, ¿cierto? La gente reconoce que es un momento y el que llora lo hace en silencio, consigo mismo. Y si estás demasiado consciente de la cámara, te volteas de ella también porque sientes algo como: ‘no los puedo dejar presenciar esto’. Es natural. Es humano”.
Tendrías que ser como 95 % humano en el personaje y como un 5 % consciente…
“Estamos contando una historia. Contar una historia tiene un valor. Sé que voy a sonar como un idiota, pero la manera en la que me gusta hacerlo es tratando de destruirme a mí mismo para construir otro personaje. He hecho muchas cintas que ves y dices: ‘¿En serio? Valió la pena hacerlo por esa mierda’. Pero tratas de destruirte a ti mismo para no sentirte mal por la humillación. No te sientes mal porque estás haciendo todo lo posible —y que conste que dije que iba a sonar como un perfecto idiota—, tratando de olvidar que eres tú, por completo. Lo que me lleva también a pensar en un punto muy interesante. Porque, como sabes, no sé cuándo fue la última vez que hice algo como esto de hablar y hacerlo durante un rato. Yo me la paso yendo y viniendo, y hago como que estoy diciendo algo, pero, en realidad, no estoy diciendo nada y luego se termina. La última vez que charlamos, estaban sucediendo algunas cosas —un amigo estaba teniendo problemas y me contactó porque necesitaba ayuda— y luego, pensé: ‘pero qué error más grande he cometido dándole esas entrevistas a Zach. Él se merece que yo le hable de verdad y lo único que he hecho es tratar de no decir nada y después largarme’. Tipo: ‘Eso ya lo he dicho antes, vamos a no decir nada nuevo por aquí’. Me encanta cuando estrenan una película en las salas y me preocupa genuinamente que eso deje de hacerse. The Pale Blue Eye tiene la red de seguridad de Netflix. Sin embargo, Ámsterdam no, y eso me tiene con un ‘Oh, diablos’ en el pensamiento. La gente siempre me dice que este tipo de cosas ayuda. Yo nunca lo he creído, pero, al mismo tiempo, me digo: ‘Está bien, vamos’. Porque me importa. Me importa, ¿sabes? Esta no es la vida que suelo llevar interpretando a mis personajes. Esto es puro pragmatismo político. Es como: ‘Carajo, yo quiero poder seguir haciendo esto’. Así que esa fue mi motivación original. Me dije: ‘Bueno, tal vez, sea el momento de hacerlo’”.
¿Me estás diciendo que durante nuestra última conversación pasaste todo el tiempo tratando de no decirme nada?
“Espera, espera, espera. ¿Qué quieres decir?”
No puedo terminar de entender si lo que estás diciendo es que te fuiste a casa pensando: “La próxima vez, Zach se merece la verdad”...
“Tú estás buscando algo más. No, no es que no te haya dicho la verdad, sino más un ‘cómo hago esto, pero, al mismo tiempo, demuestro respeto por lo que estás buscando’”.
¿Sentiste, después de nuestra última conversación, que lograste bloquearme o evitar responder a mis preguntas?
“No fue eso. Este es un terreno en el que no había estado desde hacía mucho tiempo, así que no sabía muy bien qué había pasado. Simplemente, lo estaba haciendo. Y cuando me fui, me dije: ‘¿Qué pasó? ¿Le dije algo o se habrá ido pensando que no había nada bueno allí?’. Y, por cierto, ¿no deberíamos estar hablando de otra cosa? Porque me siento como un maldito egoísta”.
O sea, ¿sobre cosas que no sean Christian Bale?
“Sí. No sé, cosas de las que habla la mayoría de la gente. Porque siento que hablo y hablo de mí”.
Ese es el punto de este ejercicio...
“Sí, pero, no sé. ¿No es como pura vanidad? No lo sé. A mí me gusta estar en tus zapatos. Me agrada sentarme con gente de verdad y entrevistarlos, sacarles toda la información, llevarme la grabadora a casa, transcribirlo todo y tratar de entender al personaje. No estoy acostumbrado a que alguien más haga eso conmigo”.
Lamento tener que decírtelo, pero tú también eres una persona real...
“¿Qué?”.
Estoy tratando de pensar en qué otro tema podríamos tocar que no seas tú.
“Bueno, mis intereses y pasiones están todavía dentro de mi reino, ¿verdad? Durante al menos diez años he estado tratando de hacer esto… Si tengo todos los datos bien, una de mis hermanas estuvo en un hogar de cuidados temporales por un tiempo (lo que no tiene por qué ser relevante, no necesariamente vas a tener que enviar a alguien a uno de estos lugares). Pero resulta que el Condado de L.A. tiene más niños en cuidados temporales que casi todo el resto de Estados Unidos. Mucha gente no lo sabe. Y yo me topé con una organización que empezó después de la Segunda Guerra Mundial en Austria, que se llama SOS Children’s Villages, volé hasta Chicago y los visité. Es una gran organización que ayuda a que muchos de esos niños, que son hermanos, no tengan que ser separados”.
Lo que pasó con ustedes, aparentemente...
“Aparentemente, sí. Era una hermana mayor, así que no me acuerdo; pero si la historia de mi familia es correcta, así fue. Aunque, repito, eso no debería importar. A la gente tendrían que importarle los niños porque son niños y ya, por Dios. ¿No es cierto? Así que pensé: ‘Bueno, tal vez puedo adquirir un terreno por ahí para ayudar a hacer el primer Children’s Villages de California’. Me imaginé La novicia rebelde y todos esos pequeños felices, ¿cómo se llamaban? Nunca he visto la película... La familia Von Trapp, superando su trauma. Luego, me di cuenta de que estaba siendo muy poco realista con esa idea, porque lo importante es la integración con la comunidad. Eso llevó muchos años, pero, finalmente, tengo unos socios maravillosos, compramos dos hectáreas de terreno y ahora estamos construyendo con la idea de poder ayudar a mantener a los hermanos juntos. Y que si se quieren quedar en ese lugar hasta que tengan 21 años, puedan hacerlo. Estamos haciendo esto ahora y tengo que meterme en un territorio que es completamente nuevo para mí: recaudar fondos. Yo no soy nada bueno para pedir ayuda a otros, pero tengo que aprender”.
¿No puedes inventar un personaje que es buenísimo para recabar fondos e interpretarlo?
“Exacto. Durante esos años en los que no encontraba ningún trabajo hubo momentos en los que me ponía a pensar: ‘¿De cuánto es mi póliza de seguro? Porque el árbol del vecino se acaba de caer’. Sentía que no podía leer aquello, pero me dije: ‘Ok, me voy a convertir en un personaje que lo que más ama en la vida es leer pólizas de seguro’. Así pude leerla de cabo a rabo, llamé a mi agente de la aseguradora y lo resolví. Todos estaban cansados. Me dijeron: ‘Nunca conocimos a nadie que fuera tan exhaustivo con algo’. Así que, tienes razón. Tengo que convertirme en alguien que lo ame para poder hacerlo”.
Mientras te oigo hablar pienso en lo profundo que te has metido en este proyecto y eso me hace preguntarte: ¿alguna vez haces algo a medias?
“Simplemente, ni me molesto en ser mediocre. Me digo: ‘No, estoy bien’, o ‘¿En serio? Bueno, vamos a ir más lejos de lo que nadie ha ido jamás’. Eso hace que la vida sea más interesante”.
¿No es esa una manera agotadora de vivir?
“Me gusta estar cansado. Me gusta sacarme el jugo. Al final, me gusta quedar completamente gastado, exprimido, ¿sabes? Creo que eso es lo que te lleva a algún lado ¿Me entiendes?”.
Artículo publicado originalmente en GQ US.