El suspensorio, un artículo deportivo convertido en el grial queer, se consideraba antes un artículo de nicho. Muchos hombres los llevaban en los vestidores del gimnasio. Otros los llevaban en las habitaciones y, en el caso de otros tantos, en videos para adultos. Sin embargo, estos han salido de la incógnita y se han extendido por todo el mundo, pues la industria de la moda los está incorporando en todo su esplendor. Marcas de todo el mundo los integran a sus colecciones, mezclándolos con elementos más comunes de la moda masculina, como trajes y ropa deportiva.
El suspensorio —o jockstrap— fue inventado en 1874 por CF Bennett, de la empresa de artículos deportivos Sharp & Smith, con sede en Chicago. Esencialmente concebido como una minúscula banda y una bolsa en la entrepierna, los suspensorios se diseñaron para una función: mantener todo en su sitio y seguro durante las actividades físicas.
Pero aunque estas prendas se utilizaban sobre todo en atletismo, o por ciclistas que querían mantener sus partes seguras y sin roces (comprensible), los suspensorios han superado su función original. En el siglo XX fueron adoptados por la comunidad gay. En la década de 1950 consolidó su lugar dentro de la comunidad, impulsado por un cambio en la moda gay que se centró en lo hipermasculino, pues esta pequeña prenda era el emblema de atletas, deportistas y los hombres musculosos del mundo.
La reinvención del suspensorio
Hay una famosa fotografía tomada por James Patrick Dawson que se publicó en la revista XY en 1997: dos hombres besándose a escondidas, mientras los jugadores de fútbol se cambiaban a la vuelta de la esquina. Desde entonces, la imagen se ha convertido en un símbolo de la fantasía gay, con el espacio abiertamente masculino de los vestuarios, un espacio que no siempre acogía libremente a los gays, y un espacio en el que los suspensorios se llevaban por función.
Pero bajo la mirada gay, los suspensorios no tienen tanto que ver con el deporte. Al igual que el tanga para las mujeres, se convirtieron en un símbolo sexual. Con menos tela que las truzas o los boxers, los jockstraps son más provocativos. Además, de acuerdo con algunas personas, hacen que un trasero luzca estupendo. “Me encanta la forma en que los suspensorios enmarcan y levantan mi trasero, hacen que parezca un melocotón”, dice el creador de contenido para adultos, Josh Moore. “Incluso cuando llevo ropa, llevo uno. Es como mi pequeño secreto sexy”.
Pero Moore no es el único. “Los llevo porque me hacen sentir sexy”, dice el activista por los derechos de los homosexuales Max Hovey, quien habla a diario a sus 130,000 seguidores de Instagram sobre la positividad corporal mientras no lleva más que un jockstrap. “Suelo llevar unos más gruesos que me levantan los glúteos y hacen que mi trasero luzca más definido”.
En los años 70, a los clientes de los bares queer de las grandes ciudades les servían las bebidas gogós vistiendo únicamente suspensorios. “El jockstrap ha sido un elemento básico en el sexo gay y en la cultura de las fiestas queer durante mucho tiempo”, dice la estilista Larissa Bechtold, que recientemente trabajó en el video musical “Rush” de Troye Sivan —repleto de suspensorios, por supuesto—. “Creo que viene de fetichizar al ‘deportista hetero con buen cuerpo’ y reapropiárselo para entornos queer”.
En las décadas de 1980 y 1990, el suspensorio cayó en desgracia en el deporte, con el auge de los pantalones de compresión que proporcionaban mayor seguridad a los atletas. Pero en los círculos gays su popularidad se mantuvo. También empezó a filtrarse en la corriente dominante. Por ejemplo, Andy Warhol fotografió a Jean-Michel Basquiat poniéndose un suspensorio en 1983, como parte de sus Warhol Contact Sheets.
Luego, poco a poco, logró ganarse abrirse paso en el mundo de la moda. En 1984, Vivienne Westwood, conocida por su estilo punk en la escena británica, presentó en una de sus primeras colecciones, “Hypno”. Se trataba de camisetas con leotardos de la marca Pirelli que llevaban un suspensorio incorporado. A este se suman otros ejemplos de principios de la década de los ochenta. En 2004, John Galliano presentó una colección en la que los modelos llevaban abrigos de piel y suspensorios. Fue una primicia en la pasarela. Luego, en 2008, Miuccia Prada, la gran sacerdotisa del estilo chic milanés, presentó su colección Autumn. En ella, Prada vistió a sus modelos masculinos con las características camisas a medida y pantalones de traje, pero permitió que los suspensorios negros asomaran por encima de la cintura.
Más recientemente, sin embargo, la moda se ha generalizado. A los diseñadores les gusta dejar menos a la imaginación. Por ejemplo, el antiguo director creativo de Gucci, Alessandro Michele, que con frecuencia introducía su marca de fantasía feérica en el kink light (el bondage y las máscaras con pinchos eran firmas de sus colecciones), lanzó un jockstrap de cuero como eje de la colección primavera 2019 de Gucci. Eli Russell Linnetz, de la marca ERL, presentó un suspensorio atlético bordado como parte de su colección masculina otoño/invierno 2020. Antes de la Semana de la Moda de Milán de junio de 2022, Jonathan Anderson publicó un post en su perfil de Instagram: una foto de un suspensorio con la frase “Preparándome para la semana de la moda”, como descripción.
A partir de ese momento, los suspensorios han estado por todas partes en las pasarelas recientes y más allá. Guram Gvsalia, diseñador de VTMNTS, los lleva asomando por encima de pantalones de cuero de corte grueso. Thom Browne, el diseñador estadounidense de estética lúdica que crea bolsos con relojes incrustados y totes con forma de sabueso, diseñó suspensorios de tartán con sus características cintas tricolor en la cintura. El diseñador lo estilizó con sus prendas clásicas de todos los días, como blazers entallados, pantalones plisados, camisas y corbatas: una normalización literal del suspensorio.
Por otra parte, la marca francesa Egonlab, que ha desempeñado un papel decisivo en la tendencia hacia una moda masculina más sexy con sus faldas y camisas escotadas que revelan los pezones, ha hecho referencia a los suspensorios en sus últimas colecciones, por ejemplo con el “Pantaslip” de su colección Otoño/Invierno 2023 y el “Free Ass Tailoring” de su línea Primavera/Verano 2024, que daba la impresión de llevar un jockstrap. “Ha sido divertido (pero también una ligera sorpresa) ver los suspensorios en las pasarelas”, dice el diseñador británico Daniel W. Fletcher, “no es algo que hubiera esperado de Thom Browne hace unos años, pero de alguna manera esta prenda antes provocativa ha encajado perfectamente”.
Pero estos casos no son solo para los likes de Instagram y TikTok. Los suspensorios que se suben a la pasarela se venden de verdad. No solo están disponibles en tiendas especializadas. Marcas tan conocidas como Versace, Calvin Klein, Tommy Hilfiger, Armani, Michael Kors y Tom Ford los tienen a la venta como parte de su catálogo habitual. Rick Owens incluso presentó un suspensorio como parte de una colección con Champion, la marca deportiva que abastece a millones de hombres de todo el mundo.
Este alejamiento del suspensorio del espacio subcultural gay parece ser la señal de algo más grande. El hecho de que esta prenda esté disfrutando de un momento de popularidad generalizada no debería sorprendernos, pues la moda masculina está experimentando una suave y gradual queerificación: “En lugar de tratarse del artículo, creo que se trata de la homosexualidad en su conjunto”, afirma José Criales Unzueta, redactor de moda de Vogue Runway. “La moda y la ropa masculina se han inclinado últimamente hacia la estética popularizada por los hombres homosexuales, ya sea la fluidez y la androginia o lo que solía denominarse ‘metrosexual’ en los años 2000 de manera despectiva, y esto no es más que otro ejemplo de ello”.
El fundador de Egonlab, Florentin Glémarec, también está de acuerdo: “La sociedad moderna sigue experimentando una profunda transformación en lo que respecta a las actitudes hacia la sexualidad. Esta liberación de la comunidad LGBTQ+, especialmente dentro de la cultura popular, ha facilitado la integración de sus normas en la corriente principal”.
Y es probable que los suspensorios sean cada vez más comunes. El propio jockstrap de pedrería de Elvis Presley es actualmente el centro de una guerra de pujas en Paul Fraser Collectibles y costará a su eventual comprador más de 36,000 dólares. “Aunque es difícil hacer predicciones definitivas, podemos afirmar con seguridad que el suspensorio no está a punto de desaparecer”, afirma Kevin Nompeix, cofundador de Egonlab, “ha establecido una presencia significativa y no muestra signos de desaceleración. Los apoyos de celebridades de alto perfil, como Kim Kardashian en la portada de Interview, Lady Gaga incorporándolo a su merch oficial, y artistas como Troy Sivan y Sam Smith abrazándolo, junto con su adopción por las principales casas de alta costura, han alimentado una creciente fascinación en torno a la adquisición de esta pieza de ropa”.
Aunque puede que no te hayas alejado mucho de un par de boxers Calvin Klein desde tu adolescencia, es posible que haya llegado el momento de darle una oportunidad a los suspensorios.
Artículo publicado originalmente en GQ Reino Unido.